Serie Grandes Mujeres Africanas: Vanessa Nakate: “¿Quién escucha a los activistas africanos sobre el cambio climático?”, por Bartolomé Burgos

15/02/2024 | Crónicas y reportajes

 

Vanessa Nakate creció en Kampala, capital de Uganda, donde su padre era líder político local. La casa de familia se encontraba en el barrio de Kitintale. Es licenciada en Administración de Empresas en Marketing por la Makerere University Business School.

Descubrimiento

En parte, inspirada por el movimiento de Greta Thunberg, de Fridays for Future, y, en parte, empujada por su propia toma de conciencia de los problemas que causa el cambio climático, decidió informarse a fondo y comenzar su lucha personal contra las catástrofes del calentamiento global, sobre todo en África. Al principio, tenía miedo de salir sola a las calles de Kampala para protestar y reclutó a sus dos hermanas, Clare y Joan, y a sus dos hermanos, Paul y Trevor, para que le ayudaran a hacer pancartas y se unieran a ella. Algún tiempo después, cuando sus hermanos regresaron a la escuela, ya se sentía con fuerzas para continuar sola organizando huelgas climáticas en las escuelas, y manifestaciones frente a las oficinas del Gobierno, con mensajes en carteles para instar a los legisladores a abandonar las empresas de carburantes fósiles, hacer frente al aumento del nivel del agua en el lago Victoria y a los altos niveles de contaminación del aire en ciudades, como Kampala. Poco después, lanzó sus propios movimientos climáticos en Uganda: la Juventud para el África del Futuro y el Movimiento Rise Up (Levántate), con sede en África.

 Militancia

En 2018, Nakate comenzó a investigar los desafíos que afrontan las personas en su comunidad y en su país. “Entonces me di cuenta -nos dice- de que la crisis climática era la mayor amenaza para ellos”. Aunque nunca había pensado convertirse en activista a tiempo pleno, esa constatación fue un punto de inflexión y de dedicación en su vida. En enero de 2019, organizó, durante varios meses, a las puertas del Parlamento, una huelga, que llevó a cabo en solitario, contra la inacción de su país frente a la crisis climática. Finalmente, otros jóvenes respondieron a su convocatoria en las redes sociales y le ayudaron a llamar la atención sobre el problema.

Nakate insiste en dos aspectos fundamentales: primero, en la toma de conciencia de las crisis que provoca el cambio climático y, segundo, en cómo este problema afecta, y de manera injusta, especialmente al continente africano, ya que, siendo el continente que menos contamina, es el que más sufre sus consecuencias. “Muchos africanos -nos dice saben que los incendios están devastando California o el Amazonas, pero pocos conocen el alcance de la deforestación en la cuenca del CongoMuchos africanos no solo no saben que están destruyendo el bosque de la cuenca del Congo, sino que, ¡algunos ni siquiera saben que existe!”. Los jóvenes activistas africanos denuncian estos abusos; “pero ¿quién los escucha?” Cabe destacar también que los activistas africanos están mucho menos representados en eventos sobre cambio climático, porque encuentran más dificultades que otros para obtener acreditación, financiación… y, en ocasiones, hasta una vacuna anti-Covid.

Vanessa fue una de las jóvenes activistas climáticas elegidas para hablar en la reunión de la COP25 en España, en diciembre de 2019, y fue una de las 20 activistas que escribieron una carta a los participantes del Foro Económico Mundial en Davos, pidiéndoles que dejen de subsidiar los combustibles fósiles. También es muy activa en las redes sociales. Después del incidente de una foto, al que haré alusión más adelante, Vanessa escribió una carta al presidente estadounidense, Joe Biden, y a la vicepresidente, Kamala Harris, pidiéndoles que cumplieran sus promesas referentes a la lucha contra el calentamiento global. A causa de esas intervenciones, recibió bastantes apoyos pero, también, muchos mensajes hirientes que, emocionalmente, le hicieron sufrir mucho.

Apertura de miras

El contacto con otras activistas africanas ha ido ensanchando su visión sobre las implicaciones del cambio climático y la lucha contra el mismo. Ya era consciente de la deforestación de la cuenca del Congo y del aumento de nivel del lago Victoria, y había realizado campañas contra estas emergencias. El encuentro con otras activistas africanas, como: Elizabeth Wathuti, de Kenia; Adenike Titilope Oladosu, de Nigeria; Roseline Isata Mansaray, de Sierra Leona; Veronica Mulenga, de Zambia; Kaossara Sani, de Togo, y tantas otras… fueron añadiendo causas a su proyecto. Ella misma nos dice: “En noviembre de 2019, conocí a una activista nigeriana, Adenike Oladosu, que me habló sobre su campaña para llamar la atención sobre otro ecosistema africano vital: la cuenca del lago Chad, que proporciona agua y alimentos a 30 millones de personas. Entre esas personas, casi 11 millones necesitan ayuda humanitaria, como resultado de un conflicto agravado por el impacto del cambio climático”.

Su encuentro con Adenike Oladosu le hizo tomar mayor conciencia sobre la incidencia del cambio climático en las crisis sociales, políticas, económicas y ecológicas en la cuenca del lago Chad, donde la combinación de la disminución de las precipitaciones, el aumento de la temperatura y otros elementos climáticos está destruyendo el sustento económico de muchas personas. Esa combinación conducirá a la creación de campamentos de desplazados internos, a la expansión del desierto, al control de recursos, al conflicto armado, así como, al posible fracaso de varias democracias en el continente africano.

La activista climática, Kaossara Sani, que vive en Lomé (Togo), le contaba que no podía entender cómo ni por qué los padres enviaban a sus hijos, de sus pueblos a las ciudades a mendigar. Entonces, ella descubrió la causa: “Me di cuenta de que, en las zonas rurales, la principal actividad es la agricultura. Las personas dependen de la naturaleza y, con la variabilidad climática y las inundaciones, no pueden mantener a su familia”. Para Sani, hablar sobre la crisis climática se convirtió en cuestión de defender a los niños: «El cambio climático les está robando la vida«.

Elizabeth Wathuti, una activista medioambiental y climática keniana, fundadora de la iniciativa: Generación Verde, informó a sus compañeras ambientalistas africanas sobre su proyecto de plantación de árboles frutales en las escuelas, y Adenike Oladosu describió el trabajo que realiza con mujeres en comunidades amenazadas por desastres naturales y peligros de violencia sexual, que tienen como resultado, el abandono que sufren las niñas.

Vanessa, ella misma, trabaja en un proyecto de instalación de estufas solares en las escuelas para mayor comodidad de niños y maestros.

Pero no solo hay un puñado de personas en África que luchan por la justicia climática; las activistas dan a conocer en los países del continente las preocupaciones de muchas personas, jóvenes y mayores.

Compromiso social

En el Foro Económico de Davos, en enero de 2020, Associated Press la “cortó” de una foto con Greta Thunberg y otros activistas occidentales. Vanessa protestó, ya que, borrarla a ella, la única persona del continente africano en esta plataforma, era como borrar a todos los activistas africanos. Associated Press le presentó sus excusas. Desde entonces, ha habido altos y bajos en la presencia de activistas africanos en los foros de lucha contra el cambio climático.

De sus contactos y múltiples experiencias, Vanessa ha llegado a la conclusión de que la lucha por la justicia climática debe incluir luchas sociales y antirracistas ya que existe una conexión entre los problemas ambientales y los sociales: los efectos del cambio climático causan pobreza extrema, destruyen los medios de subsistencia de las familias y obligan a los niños a abandonar la escuela. Tiene también un nexo con los problemas raciales, ya que los negros y las personas de color están más expuestos a la contaminación del aire y del agua, y las comunidades indígenas son víctimas de la codicia de las grandes empresas. Además, existe una interacción con las desigualdades de género, puesto que las mujeres y las niñas son las primeras víctimas del cambio climático y, prácticamente, esta lucha tiene lazos con todas las desigualdades presentes en el mundo. Por ello, no habrá justicia climática si las comunidades indígenas o negras no están protegidas; no habrá justicia climática sin justicia social, sin justicia racial y sin igualdad de género. En su libro, Una Ecología sin Fronteras, muestra que las mujeres son las primeras víctimas del cambio climático, pero, también, las que tienen un papel importante que jugar en esta lucha. Por eso, Nakate insiste en que, para que las mujeres puedan llegar a puestos de toma de decisión, las niñas deben recibir educación, sin que se las excluya por razón de género.

Empeños recientes

En estos últimos años, Vanessa ha publicado dos libros y ha asistido a varios congresos sobre el clima. El 27 de octubre de 2021 apareció su libro, Une écologie sans frontières: L’appel d’une militante africaine pour une justice climatique, publicado en Ebook, ePub. La publicación de su segundo libro, Un panorama más amplio: Mi lucha para traer una nueva voz africana a la crisis climática, está prevista para este mismo mes de noviembre del 2021. En sus escritos, Vanesa Nakate explica lo que significaría el aumento de un 1,5% C para el continente africano; sería devastador. Según los investigadores, podría causar más del doble de olas de calor anuales en África para 2050, y esto en un continente donde un alto porcentaje de la población no tiene todavía acceso al agua potable. Explica, también, por qué ocurren ciclones en Mozambique, Malaui y Zimbabue; inundaciones en la República Democrática del Congo, Marruecos y Mauritania; invasiones de langostas desde Etiopía a Uganda; inundaciones del río Níger y deslizamientos de tierra en Kenia.

El 6 de noviembre 2021, Vanessa Nakate, presente en el foro de Glasgow, utilizó su discurso, Manifestantes en Glasgow, para resaltar los impactos inmediatos del cambio climático en su país y en su continente. Con todo, su visión fue esperanzadora: dibujando la imagen de un futuro mejor, que haría posible la recuperación de la crisis climática que pesa sobre el planeta. Esta activista ugandesa se ha convertido en una voz orientadora para los jóvenes que luchan por el cambio climático, particularmente en África, llamando la atención sobre el impacto desproporcionado de los desastres inducidos por el clima en un continente cuya contribución al problema del calentamiento global es mínima.

Para terminar

Vanessa Nakate tiene más de 333.000 seguidores en Facebook, Twitter e Instagram. Fue incluida en la lista de la BBC, “100 Women”, publicada el 23 de noviembre de 2020; y, el 17 de febrero de 2021, la revista Time la destacó como una de las 100 líderes del futuro, en su lista Time100 Next.

Vanessa tiene clara conciencia sobre responsabilidades: “Creo que tenemos que «romper el silencio», desenmascarando las políticas destructivas y las inversiones de los bancos, los fondos de cobertura, las corporaciones multinacionales y los fondos soberanos de los Estados, a quienes les gustaría que, nosotras, no tuviéramos idea de lo que están tramando. Considero que mi tarea consiste en llamar la atención sobre comunidades de las que, es posible, la gente no haya nunca oído hablar, donde las vidas se alteran y se pierden a diario”.

Bartolomé Burgos

Fuente imagen: Paul Wamala Ssegujja – Wikimedia

CIDAF-UCM

 

Autor

  • Bartolomé Burgos Martínez nació en Totana (Murcia) en 1936. Sacerdote miembro de la Sociedad de Misiones de África (Padres Blancos), es doctor en Filosofía por la Universidad Gregoriana de Roma, 1997. Enseñó filosofía en el Africanum (Logroño), en Dublín y en las ciudades sudanesas de Juba y Jartum. Fue fundador del CIDAF (Centro de Información y Documentación Africana) a finales de los setenta, institución de la que fue director entre 1997 y 2003.

    Llegó a África con 19 años y desde entonces ha vivido o trabajado para África y ha visitado numerosos países africanos. De 2008 a 2011 residió en Kumasi, Ghana, donde fue profesor de filosofía en la Facultad de Filosofía, Sociología y Estudios Religiosos de la Universidad de Kumasi. Actualmente vive en Madrid y es investigador de la Fundación Sur.

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