Serie Grandes Mujeres Africanas : Marie-Thérèse y los huérfanos del Congo-Brazzaville

1/03/2019 | Crónicas y reportajes


“Yo soy una religiosa. Una religiosa normalmente vive en comunidad con otras religiosas. Yo vivo en comunidad con niños.”

Así se define esta mujer valiente y serena: Mama Marie Térèse; sin apellidos. Como religiosa había pasado la mitad de su vida en un convento de Brazzaville, capital del Congo. Uno de sus ministerios consistía en visitar la cárcel de la capital. Fue allí, donde, en 1987, su vida tomó un giro repentino e inesperado; y fue Albert, un niño de tres años, el detonante de semejante cambio de rumbo. Alberto vivía en la cárcel con su madre, condenada por homicidio. La situación de este niño causó tal impacto en Marie Thérèse que decidió tomarlo a su cargo hasta que su madre cumpliera condena. Esta opción cambiaría su vida. Al llevarse al niño al convento se convirtió en su mamá. Alberto no fue el único, otros niños llegaron al monasterio de mano de María Teresa, hasta que esta presencia infantil comenzó a interferir en la vida de comunidad. María Teresa lo comprendió y esta evidencia la puso ante la disyuntiva de seguir en el convento o de ocuparse de los niños. “Yo no quería imponer mi vocación a otras religiosas.” Por eso, nueve años después de haber acogido al pequeño Albert, esto es, en 1998, se desplazó a la Casa de Nazaret donde sus pequeños, unos veinte en aquel entonces, encontraron acogida. Su opción supuso un cambio radical para ella. Años más tarde explicaba esta drástica opción: la acogida de Alberto incendió en ella una chispa “que se convirtió en un fuego devorante que ardía en lo más profundo de mi ser. Este fuego me hizo tomar decisiones desconcertantes, que escandalizaron a quienes me eran próximos y fueron consideradas como estupidez por los sabios. Este fuego es imperioso. Elimina todo temor.” Así explica María Teresa esa llamada súbita que cambió su vida.
Desde entonces, sin dejar de ser una religiosa, como ella misma puntualiza, María Teresa se convierte en una madre para todos esos niños huérfanos y desvalidos que se van arrimando a su persona protectora.

La primera Casa de Nazaret se instaló en un viejo edificio desalojado por el ejército. Este pequeño orfelinato ha acogido, en años sucesivos, a más de doscientos niños abandonados, minusválidos, refugiados venidos de Ruanda y de la RD del Congo y a niños de la calle. Otras mamás le ayudan en la tarea de cuidarlos. Allí pueden quedarse hasta que cumplen 18 años.

marie_therese.jpgEn 2013, un incendio destruyó una parte del orfelinato; en el incendio murió un pequeño minusválido. Con la ayuda de numerosas personas, María Teresa ha logrado una vivienda más acogedora para alojar a los cincuenta de niños a quienes se consagra desde hace tantos años. Los niños se muestran encantados con su nuevo hogar, aunque resulte un tanto estrecho, ya que duermen tres niños por cama.

El fundamento sobre el que se basa esta peculiar comunidad es el amor inagotable que María Teresa muestra a cada uno de sus “hijos”. Amor que para ella tiene un valor religioso: “En cada uno de estos niños yo veo a Dios. Y como no puedo encontrarme con Dios y decirle cuanto lo amo, lo hago a través de estos pequeños”. Ese amor de María Teresa por sus niños sienta las bases de toda la comunidad. Amarse, compartir y confiar los unos en los otros configura la vida del grupo. Comparten desde el lecho en que descansan (duermen hasta tres niños en cada cama) hasta la ayuda mutua que se expresa de mil formas. Así, estos niños desarraigados conocen lo que es una familia y la fuerza y alegría de vivir los unos para los otros; lo que conlleva confianza mutua.

Nada es más aparente que la alegría que reina en este hogar constituido por personas tan dispares en su origen y condición. En palabras de María Teresa: “Ayudarse unos a otros es en una virtud cardinal en nuestro hogar. Los niños mayores ayudan a los pequeños y los consuelan cuando están tristes. Los que están sanos ayudan a los enfermos y los minusválidos se benefician de la atención de todos”. Aún reconociendo los muchos problemas que algunos niños plantean, María Teresa insiste en que “por los dos que causan dificultades hay veinte que intentan solucionarlas”.

Desde el inicio, la vida en el orfanato ha sido muy austera ya que carecían de todo. Viven de la ayuda que reciben de los propios congoleños y de muchos otros. Incluso de la mendicidad. “De hecho -nos dice María Teresa- la casa donde vivimos ahora nos fue proporcionada gratuitamente por una religiosa francesa”. Desde 2012, la asociación BADAO, creada específicamente para apoyar este proyecto, y que opera en Francia y Suiza, les ha proporcionado una ayuda continua y eficaz.

En una conferencia a TEDxParis*, Maria Teresa nos explica en detalle la vida en la Casa de Nazaret y nos ofrece gran parte de la información contenida en este artículo. “El trabajo -nos dice- es la piedra angular de nuestra casa; y nuestra oración diaria es el cemento. Tenemos cuatro grupos que se reparten las tareas. Un chico mayor está a cargo de cada grupo y me informa sobre su funcionamiento.

– El grupo de limpieza asea la casa y el patio.

– El grupo de la cocina, que por cierto es el más popular.

– El grupo lavaplatos que interviene después de las comidas.

– Y el grupo de los niños pequeños, que cuida de su higiene y de su seguridad.

Estos grupos cambian cada semana y, así, las responsabilidades son compartidas, teniendo en cuenta la habilidad de cada uno. Nadie se queda aparte y cada cual tiene su lugar y se siente valorado.

Estos niños han sido encomendados a María Teresa por UNHCR, por la Cruz Roja, por sacerdotes y religiosas y también por programas sociales. Desde su llegada a la Casa de Nazaret, María Teresa los va orientando hacia una independencia progresiva. Ella quiere que sean “buena gente, gente con quienes el mundo pueda contar”. Para ello, una buena educación es indispensable; por eso, a pesar del sacrificio que esto supone, muchos de estos niños van a escuelas privadas. María Teresa cita con orgullo a Silas que cursa estudios universitarios en Canadá.
Y concluye: “Lo que intento enseñar a los niños, durante el tiempo que pasan en nuestra familia, es que deben hacer bien las tareas encomendadas y continuar hasta haberlas concluido, a cualquier coste. Sí, el amor es fundamento de todo y sin él cualquier iniciativa es infructuosa”.

Bartolomé burgos


*TED es una organización mediática sin ánimo de lucro, que desde 1984 tiene como objetivo difundir ideas que valen la pena ser difundidas. Esta difusión se hace a través de las redes, en más de cien lenguas, y con frecuencia en forma de conferencias breves e incisivas. TEDxParis, fundada en 2009, es la primera conferencia TEDx europea.

[Fundación Sur]


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Autor

  • Bartolomé Burgos Martínez nació en Totana (Murcia) en 1936. Sacerdote miembro de la Sociedad de Misiones de África (Padres Blancos), es doctor en Filosofía por la Universidad Gregoriana de Roma, 1997. Enseñó filosofía en el Africanum (Logroño), en Dublín y en las ciudades sudanesas de Juba y Jartum. Fue fundador del CIDAF (Centro de Información y Documentación Africana) a finales de los setenta, institución de la que fue director entre 1997 y 2003.

    Llegó a África con 19 años y desde entonces ha vivido o trabajado para África y ha visitado numerosos países africanos. De 2008 a 2011 residió en Kumasi, Ghana, donde fue profesor de filosofía en la Facultad de Filosofía, Sociología y Estudios Religiosos de la Universidad de Kumasi. Actualmente vive en Madrid y es investigador de la Fundación Sur.

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