Senegal y Mali, lecciones para las nuevas democracias del África occidental

11/04/2012 | Opinión

En las últimas dos semanas, la democracia en África ha sido testigo de dos grandes eventos en contraste. Senegal eligió a un nuevo presidente, después de la segunda vuelta de elecciones, que propiciaron el surgimiento del antiguo primer ministro Macky Sall. En Mali, un golpe liderado por el capitán Amadou Sanogo derrocó al presidente electo Amadou Toumani Toure, frustrando así la democracia del país, y las elecciones presidenciales que estaba previsto celebrar el 19 de abril de 2012. Estos dos acontecimientos marcan época en muchos aspectos. Por un lado demuestran la belleza de la democracia y por otros desvelan los peligros para la democracia siempre presentes en África.

Las elecciones en Senegal presentan muchas lecciones para las nuevas democracias del África occidental, y especialmente para países con elecciones previstas para este año, como Sierra Leona donde, a ocho meses para las elecciones, el país está peligrosamente polarizado y avanza lentamente hacia el precipicio.

La más importante de las lecciones es la cultura de democracia. En Senegal, la rica cultura democrática en el país ha tenido un importante papel a lo largo del difícil proceso electoral de 2012. Después de 14 enmiendas constitucionales, el ex presidente Abdoulaye Wade, en junio de 2011 intentó cambiar la constitución una vez más para que el ganador sólo necesitase el 25 % de los votos a su favor. El plan había sido puesto en marcha para facilitar el camino a su ambición por un tercer mandato, pero una población desinteresada de repente se levantó para protestar violentamente por esta reforma. Con el beneficio de la retrospectiva, Wade y su equipo hubieran brindado con champán después de la primera ronda de las elecciones, con su 34 %, si no le hubieran detenido en 2011. En otra ocasión, cuando el desacreditado Consejo Constitucional aprobó la candidatura de Wade, contra toda expectativa, la aprobación final quedaba en manos del electorado senegalés. Incluso cuando los expertos pensaban que la aprobación del consejo era todo lo que necesitaba Wade para ganar, los votantes senegaleses marcaron la diferencia; pudieron hacer lo que debían hacer durante las elecciones. En tercer lugar, en la segunda vuelta de votaciones, el sobrevalorado poder de la incumbencia confundió a los expertos que no dieron oportunidades a la oposición frente a Wade. Pero contra el poder de la oposición trabajando unida a favor de Sall, el factor de la incumbencia fracasó deplorablemente. El apoyo de la oposición, ahora considerada como el que cambió el juego, finalmente puso el último clavo al ataúd de la ambición desmedida de Wade.

En todo esto, la historia de estabilidad política de Senegal es un factor importante. En sus más de 50 años de independencia, Senegal sólo ha tenido tres presidentes y no ha registrado un solo golpe militar. En una región plagada de golpes de estado, este hecho permite el arraigo de las instituciones importantes, las leyes y las prácticas de toda la sociedad de este país, predominantemente rural. Es esta característica la que ha salvado al país en diferentes ocasiones. En 2000, el país se enfrentó a la posible continuación del gobierno socialista, bajo el régimen del ex presidente Abdou Diouf. Pero en la segunda vuelta de las disputadísimas elecciones, los partidos de la oposición y sus candidatos, como en 2012, pudieron subordinar los intereses de partido y las ambiciones privadas para salvar la nación. Todos unieron su apoyo a Wade, entonces el principal candidato de la oposición, para terminar con el reinado del gobierno socialista. En otra demostración de fuerza de la democracia en Senegal, el país ha manejado el polémico tema de la candidatura de Wade de una forma poco usual, que ha hecho que pareciera simple. Con la aprobación del Consejo Constitucional, parecía que Wade estaba listo para ganar las elecciones. Alentado además por la aprobación de los Talibanes, (Hermandad musulmana que hacía reverencias al presidente), detenerle parecía una tarea hercúlea. Pero a pesar de que hubo violentas protestas, que no fueron nada parecido a lo que puede llegar a pasar en los países vecinos, parecía que la mayoría del electorado sólo estaba esperando a las elecciones para usar su voto para decidir el destino del país.

En una región donde es anatema para la oposición trabajar unida, la oposición de Senegal ayudó a evitar un “golpe civil” que podría haber reescrito significativamente el curso de la democracia en el país. La importancia reside no solo en la rareza de la oposición trabajando unida en la región; es importante que haya tenido lugar en tres semanas, después del final de la primera ronda de las elecciones. Ha sido superlativo ver a los partidos de la oposición, dejar a un lado sus diferencias y para sus candidatos, muchos de ellos que nunca tendrán otra oportunidad de optar al cargo, dejar a un lado sus ambiciones personales para salvar la nación.

La democracia en África se beneficia de una serie de marcos importantes en materia de elecciones y gobernanza. Un objetivo inherente es la promoción del orden constitucional y la sucesión mediante las urnas. Pero una nueva práctica de “golpe civil”, como el que intentó dar Wade, es un fenómeno emergente y peligroso. El tercer mandato que Wade intentó gobernar era un “golpe”, solo que fue cometido por un gobierno electo. Sin embargo es condenable como el golpe militar, que ahora ha hecho retroceder a Mali en el camino hacia la democracia. En Senegal, Wade instrumentalizó las instituciones democráticas y procesos que había creado y o las debilitó mediante varios cambios a la constitución. Una vez aprobado por el Consejo Constitucional, estaba listo para perpetuarse a sí mismo contra la voluntad popular.

Como el intento en Senegal, una situación en la que el presidente que jura proteger la constitución termina jugando con la misma, con un referéndum Kangaroo, para eliminar los límites de mandatos, y presentarse a un tercero, cuarto y tantos como quera -como ha sido el caso en Níger, Camerún, Chad, Nigeria, Burkina Faso, Gabón-, es condenable y no merece ser llamada democracia. Es un “golpe civil” y no menos condenable que los golpes de estado militares. Sin embargo, tristemente ni la Unión Africana ni ECOWAS [Comunidad Económica de los Estados del África Occidental] y las varias comisiones regionales que han condenado firmemente el golpe militar en Mali, por el capitán Sanogo y sus aliados, no han visto nada malo en la serie de “golpes civiles” que se están extendiendo ahora por todo el continente. El silencio y la no condena ni sanción por parte de estos organismos de loa “golpes civiles” está envalentonando a otros jefe de estado africanos y está planteando cuestiones morales sobre la UA, la ECOWAS y otros organismos de control de la democracia. En Níger, el ex presidente Mamadou Tandja utilizó el parlamento para aprobar el resultado de un desacreditado referéndum y no fue detenido más que por un contra-golpe militar. Algo parecido pasó en Chad, donde Idriss Deby eliminó los límites de mandato (con la aquiescencia de un parlamento influenciado). En este caso, el referéndum salió adelante y Deby ahora ocupa la presidencia por cuarta vez. En Nigeria, el intento del ex presidente Olusegun Obasanjo sólo fracasó gracias a la resistencia del pueblo nigeriano. Paul Biya de Camerún se ha convertido en presidente de por vida después de eliminar los límites; lo mismo para Burkina Faso, Gabón, Uganda y Zimbabue. Ninguno de estos “golpes civiles” ha sido sancionado por la Unión Africana. Ni tampoco lo varios instrumentos previstos por esta nueva tendencia, lo cual hace de ella algo seguro y atrayente para los jefes de estado africanos.

Aunque Toure fue acusado de incompetencia en Mali, es obvio que la democracia no está cumpliendo las expectativas de libertad económica y política en muchas partes de África. En Senegal, las ganas de cambio proceden de la corrupción y la mala gestión que impide al pueblo el acceso a las necesidades básicas y empobrece a la mayoría. Ambos casos apuntan al problema al que se enfrentan muchas democracias africanas donde en lugar de dar libertad económica a los ciudadanos, los presidente electos, gobernadores y alcaldes privatizan los recursos del estado al servicio de sus familias y amigos, mientras que hacen miserable la vida de los ciudadanos.

Como se ha demostrado en Senegal, el principal pilar de la democracia es la ciudadanía, que debe estar educada en los principios democráticos y éticos para interpretar este importante papel y proteger la democracia contra las fuerzas antidemocráticas que dirigen y controlan muchos partidos políticos en África. De forma importante, el África Occidental y el continente en general necesita una Unión Africana y comisiones regionales valientes y vigilantes, para proteger la santidad de los marcos, normas y prácticas democráticas, sancionar las ambiciones antidemocráticas y evitar el descenso del continente hacia una nueva era de gobierno arbitrario, que un tiempo fue su característica definitoria. El riesgo de este descenso es real y empeora con la continuidad del desempleo, la corrupción y de la falta de acceso a diversos recursos al que se enfrentan los ciudadanos a diario en el continente.

Dayo Olaide

Olaide, es un experto en gobernabilidad que reside en Dakar, Senegal.

Publicado en The Punch, Nigeria, el 09 de abril de 2012.

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