También el reciente viaje africano del Papa Francisco ha terminado con una traca final, con las respuestas espontáneas del papa a los periodistas en el avión de vuelta a Roma el pasado 5 de febrero. Christopher White, periodista del “National Catholic Reporter” (NCR) resumía así lo más llamativo: “Según Francisco la muerte de Benedicto XVI ha sido `instrumentalizada´ por algunos dirigentes de la Iglesia”. Y “Francisco se unió a los dos líderes cristianos que le acompañaban [Justin Welby, arzobispo anglicano de Canterbury, y Iain Greenshields, Moderador de la Asamblea General de la Iglesia de Escocia, presbiteriana] en el condenar a quienes criminalizan a las personas LGBTQ”. En ese momento los líderes religiosos sobrevolaban un continente en el que todavía 27 países reprimen y condenan la homosexualidad, y en cuatro de los cuales se condena a muerte a quienes mantienen relaciones sexuales con personas del mismo sexo.
El 3 de febrero, mientras Francisco, terminada su estancia en la RDC, se dirigía a Sudán del Sur, Radio Okapi citaba desde Kinshasa un artículo aparecido en “Laprosperiteonline”: “Fin del viaje apostólico, Papa Francisco: ¡Misión cumplida en RDC!”. Cierto, el millón de fieles que habían asistido el día 1 a la misa celebrada en el aeropuerto de Ndolo de la capital, habían confirmado lo que el director de cine alemán Wim Wender, en 2018, tras entrevistarlo cuatro veces, había dicho sobre Francisco: “El Papa tiene la misma prestancia que algunas de las grandes estrellas de cine con las que he trabajado”. ¿Ha sido ese su “triunfo”? Porque en realidad ¿qué esperaba obtener Francisco con esta visita? ¿Qué esperaban de Francisco los habitantes de la RDC y Sudán del Sur? ¿En qué podía beneficiar este viaje al conjunto de la Iglesia Católica?
Mientras que Europa occidental se ha convertido en una de las regiones más seculares del mundo, el cristianismo, en sus diferentes denominaciones, está creciendo en toda África. El Pew Research Center predice que para 2060 más de cuatro de cada 10 cristianos serán africanos subsaharianos. El 20 % de los católicos del mundo son hoy africanos, en su mayoría jóvenes. África tiene la población católica de más rápido crecimiento en el mundo. De ahí la importancia para el futuro de la Iglesia Católica del “cristianismo inculturado en Africa”. La visita de Francisco ha tenido lugar en un momento crucial. Francisco ha convocado una consulta mundial, el “proceso sinodal”, sobre el futuro de la Iglesia Católica. Comenzó en 2021 y concluirá en 2024. Es el diálogo más ambicioso jamás emprendido para lograr cambios en las creencias y prácticas católicas desde las reformas del Concilio Vaticano II en 1965. Esos posibles cambios emocionan a los católicos reformistas, pero angustian a los católicos conservadores. Y algunos líderes católicos africanos se sienten incómodos con la agenda de Francisco, la apertura hacia los católicos homosexuales, la condena del privilegio y el poder clerical y la inclusión de las mujeres en el liderazgo. Con todo, los católicos africanos no están simplemente creciendo en número. Están reinventando y reinterpretando el cristianismo. Dado su número y su juventud, están llamados a proporcionar una comunidad de esperanza allí donde el tejido de la sociedad es débil debido a la guerra, los desastres humanitarios y las enfermedades. Llamados a ser un motor central de la vida social, política y espiritual. Y a contribuir más que hasta ahora en esa regeneración de la Iglesia Católica que busca Francisco con su “Proceso Sinodal”.
En ese contexto, Francisco ha programado su viaje para estimular y al mismo tiempo desafiar, ciertamente a los líderes africanos, pero sobre todo y ante todo a los propios católicos. Comenzó el 31 de enero advirtiendo a los líderes mundiales y a los grupos étnicos en guerra que dejen de explotar los vastos recursos naturales de África y privar a su pueblo de un «futuro de paz y prosperidad«. En la misa multitudinaria del 1 de enero instó a los católicos a ser una conciencia de paz en un país cansado de las guerras. Ese mismo día, en una emotiva reunión con víctimas y desplazados internos, Francisco pidió a quienes se benefician de la violencia que “dejen de enriquecerse con recursos y dinero manchados de sangre”. Al día siguiente, en su encuentro con 65.000 jóvenes les instó a “resistir la venenosa tentación de la corrupción”. Ya en Sudán del Sur, con Justin Welby y Iain Greenshields, en una histórica visita ecuménica, lanzaron un llamamiento conjunto y apasionado por la paz: “No más derramamiento de sangre, no más conflictos, no más violencia”. Y el 4 de enero, durante un servicio ecuménico de oración, Francisco invitó a los cristianos a rechazar el tribalismo y abrazar la no-violencia: “Quienes dicen ser creyentes no deberían tener nada más que ver con una cultura basada en el espíritu de venganza”.
¿Misión cumplida? Absolutamente no, si los tres líderes religiosos pretendían que su presencia iba a producir paz y reconciliación inmediatas. En abril de 2019, Salva Kiir Mayardit y Riek Machar, líderes sudaneses en conflicto, junto con otros vicepresidentes del gobierno, acudieron al Vaticano para un retiro predicado por Justin Welby. Aún se recuerda el gesto de Francisco, besando los pies de los líderes sud-sudaneses, implorándoles que hicieran la paz entre ellos. No le hicieron caso, y cuatro años más tarde, con dos tercios de la población de Sudán del Sur necesitando ayuda humanitaria, esos mismos líderes siguen en guerra, escuchando una vez más las súplicas de los líderes religiosos. En cuanto a la reacción de los líderes de la RDC, “Congo Nouveau” ha resumido así la situación: “Felix Tshisekedi y los líderes de la oposición han perdido una oportunidad para la reconciliación”. Más concreta todavía la crónica de “Laprosperiteonline” que notó que Joseph Kabila no había asistido a la misa del Papa, y que, durante esa misa, Tshisekedi no había saludado a los miembros de la oposición.
Claro que Francisco, Welby y Greenshields son sembradores. Y aunque tengan que cumplir con los protocolos diplomáticos (que no siempre lo hacen), en esta visita sus verdaderos interlocutores han sido las gentes, las víctimas, los desplazados, los jóvenes, y los creyentes que llevan años, especialmente en la RDC, defendiendo la paz y la justicia. Y como sembradores, sí cabe esperar que parte de su semilla haya caído en buena tierra.
Ramón Echeverría
[CIDAF-UCM]