Seguimos muy lejos, por Rafael Muñoz Abad – Centro de Estudios Africanos de la ULL

15/03/2013 | Bitácora africana

No basta con la cercanía física para ser esa plataforma de entrada a Africa con la que tanto se les llena la boca a nuestros políticos. Más, cuando en lo emocional aún no hemos creado un vínculo estable con esta. Hace poco falleció El Hadji Amadou Ndoye. Ilustre profesor de literatura española en la Universidad Cheikh Anta Diop de Dakar. El que subscribe, tuvo la suerte de charlar con Amadou en el aula Francisco Tomás y Valiente de la Facultad de derecho: “…los canarios, tradicionalmente, habéis vivido de espaldas al continente; aún arrastráis un prejuicio en forma de desconocimiento y por consiguiente, un miedo a todo lo que suene al Africa que aquí al lado os espera…” Discurso causal. No sé si para buena parte de nuestro toril político, el difunto Amadou era un auténtico desconocido o no; y tal vez sea esta una buena explicación de por qué aún estamos lejos de ser esa puerta hacia Africa. Bravo por los empresarios que invierten en Cabo Verde, Mauritania o Senegal; pero con eso no basta. La “Teoría del alfiler” es una humilde reflexión [propia] que explica el camino que un alfiler recorre desde los puertos franceses hasta llegar a una mercería de Bamako, Malí. El fortísimo nexo cultural y económico, a menudo ajustado bajo la generosa geometría variable del término françafique, que Francia tiene con sus excolonias, es uno de los monopolios [infranqueables] con los que tendríamos que competir. Los mercados africanos próximos a Canarias los alimentan las navieras francas. Entes comerciales diseñados ex profeso para nutrirlos de manufacturas sin necesidad de escala alguna o plataforma tricontinental de distribución previa. Pensamiento [este último] que sólo encarecería el precio del alfiler; pues seriamos un intermediario. Y con esto no afirmo que no haya opciones; sí que las hay; lo que no hay es voluntad estatal. Los puertos franceses son la verdadera plataforma logística de entrada a Africa, y que no les cuenten divagaciones acerca de lo que podría ser Canarias respecto a un mundo, al que sino de espaldas, aún sí muy de perfil andamos.

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Autor

  • Doctor en Marina Civil.

    Cuando por primera vez llegué a Ciudad del Cabo supe que era el sitio y se cerró así el círculo abierto una tarde de los setenta frente a un desgastado atlas de Reader´s Digest. El por qué está de más y todo pasó a un segundo plano. África suele elegir de la misma manera que un gato o los libros nos escogen; no entra en tus cálculos. Con un doctorado en evolución e historia de la navegación me gano la vida como profesor asociado de la Universidad de la Laguna y desde el año 2003 trabajando como controlador. Piloto de la marina mercante, con frecuencia echo de falta la mar y su soledad en sus guardias de inalcanzable horizonte azul. De trabajar para Salvamento Marítimo aprendí a respetar el coraje de los que en un cayuco, dejando atrás semanas de zarandeo en ese otro océano de arena que es el Sahel, ven por primera vez la mar en Dakar o Nuadibú rumbo a El Dorado de los papeles europeos y su incierto destino. Angola, Costa de Marfil, Ghana, Mauritania, Senegal…pero sobre todo Sudáfrica y Namibia, son las que llenan mis acuarelas africanas. En su momento en forma de estudios y trabajo y después por mero vagabundeo, la conexión emocional con África austral es demasiado no mundana para intentar osar explicarla. El africanista nace y no se hace aunque pueda intentarlo y, si bien no sé nada de África, sí que aprendí más sentado en un café de Luanda viendo la gente pasar que bajo las decenas de libros que cogen polvo en mi biblioteca… sé dónde me voy a morir pero también lo saben la brisa de El Cabo de Buena Esperanza o el silencio del Namib.

    @Springbok1973

    @CEAULL

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