Los medios, incluida Fundación Sur, han resaltado estas últimas semanas dos importantes nombramientos políticos de mujeres africanas. La primera, la nigeriana de 66 años Ngozi Okonjo-Iweala, economista y experta en desarrollo internacional, ha sido nombrada Directora General de la Organización Mundial del Comercio. La otra es la primera mujer presidenta de Tanzania, Samia Suluhu Hassan, de 61 años, que ha jurado su cargo tras la muerte el 17 de marzo de John Magufuli, de quien Suluhu Hassan era vicepresidenta. Los seis años de gobierno de Magufuli, en particular sus tendencias autoritarias y su negacionismo del Covid 19, han conseguido dividir y polarizar a la población y aislar internacionalmente a Tanzania. Y dado que Samia Suluhu Hassan es conocida por su talante dialogante y conciliador, su presidencia ha suscitado muchas esperanzas dentro y fuera del país. Tanzania’s Samia Hassan has the chance to heal a polarised nation (La Tanzana Samia Hassan tiene la oportunidad de curar a una nación polarizada), tituló The Conversation el pasado 22 de marzo. Al día siguiente, Fundación Sur publicaba un artículo del periódico tanzano Daily News que reproducía la felicitación que la vicepresidenta estadounidense Kamala Harris había enviado a Samia Suluhu Hassan. Pero con Samia Hassan, como con el tándem estadounidense Biden-Harris, no conviene alimentar excesivas esperanzas para no sentirse eventualmente decepcionados.
Se espera que Hassan continúe la política económica y el combate contra la corrupción de los primeros años del mandato de Magufuli, pero sin imitar su autoritarismo dictatorial que terminó asustando a inversores locales y extranjeros. Se espera igualmente que desaparezcan la agresividad hacia la oposición, los arrestos abusivos y la represión de la sociedad civil. Parecen indicarlo las primeras declaraciones de la presidenta y los cambios en el gobierno llevados a cabo en esta primera semana de abril, en los que Hassan ha reintroducido en el gobierno a personajes importantes que Magufuli había cesado, y apartado a algunos de los más directos colaboradores del difunto presidente.
¿Abandonará también la política del Covid de su predecesor, tal como lo auspicia la comunidad internacional? En junio de 2020 Magufuli declaró que, gracias a la oración, Tanzania había vencido a la pandemia. Y ante los casos de Covid, los sanitarios se vieron obligados a no reconocerlos oficialmente como tales, mientras procuraban seguir las indicaciones de la OMS. A día de hoy siguen vigentes las estadísticas presentadas entonces, según las cuales se han dado en Tanzania un total de 509 casos de Covid, de los que 21 fallecidos, así como la ley aprobada en 2018 por la que puede castigarse con penas de prisión a quienes cuestionen las estadísticas oficiales del gobierno. Ojeando esta semana la prensa tanzana, impresiona ver cómo todavía en las reuniones del gobierno y actos oficiales, y hasta en mítines para promover la emancipación de la mujer, brillan por su ausencia mascarillas y distancia social. Sin embargo el 1 de abril se pudo leer en Al Jazeera que el Ministerio de Sanidad había publicado en su página web instrucciones justificadas científicamente para el tratamiento del Covid, entre las que se incluían el PPE (Equipo de protección personal) para los sanitarios y mascarillas para los pacientes. Parece que algo cambia, pero tímidamente, para evitar la impresión de que la presidenta barre de un plumazo ese pasado del que también ella formó parte.
A lo que sí puede contribuir Samia Hassan es al fortalecimiento y normalización de las relaciones entre Tanganica continental y Zanzíbar, las dos partes que constituyen la “Jamhuri ya Muungano wa Tanzania” (República Unida de Tanzania). Sus raíces históricas y económicas en Yemen y Omán, las relaciones comerciales con los países del Mar Indico, y el provechoso tráfico de especias y esclavos, hicieron que Zanzíbar fuera hasta comienzos del siglo XX el principal polo del desarrollo económico y cultural de África Oriental. Tras la independencia en 1963 (fue protectorado inglés desde 1890), la “Revolución de Zanzíbar”, en la que miles de árabes e indios murieron o fueron expulsados, y la proclamación de la “República de Zanzíbar y Pemba”, Zanzíbar se unió a Tanganica en 1964 para formar la actual Tanzania. Aunque, más que unirse, Zanzíbar fue subsumida o integrada, algo que la población zanzibarí, musulmana en casi su totalidad y consciente de su rica historia, nunca ha asumido del todo, a pesar de que Zanzíbar, con su propio parlamento y presidente, mantiene una importante autonomía. A muchos zanzibaríes les resulta avasallante la injerencia del gobierno central en los asuntos de la isla, y a los habitantes del continente les parece excesiva la influencia de los políticos zanzibaríes en la República Unida de Tanzania, influencia favorecida desde los tiempos de Nyerere para fomentar una mayor cohesión entre las dos partes del país. En 1977 se unieron TANU (Unión Nacional Africana de Tanganica), el partido de Nyerere que había gobernado desde la independencia, y el ASP (Partido Afro Shirazi) que gobernaba entonces en Zanzíbar, para constituir el Chama cha Mapinduzi (CCM, Partido de la Revolución). Se prohibieron los demás partidos políticos. En 1992, cambios en la constitución hicieron de Tanzania un estado multipartidista, pero CCM sigue todavía en el poder. En el continente, lidera la oposición CHADEMA (Partido de la Democracia y el Desarrollo). En Zanzíbar lo hace CUF (Frente Cívico Unido, Chama cha Wananchi), partido con una fuerte base local, que en todas las elecciones (locales y de la Unión) se ha enfrentado a CCM (siempre más o menos victorioso), acusándolo de fraude y prepotencia. La última fue la de noviembre de 2020 en la que Magufuli pretendió haber sido elegido con una abrumadora mayoría.
Samia Suluhu Hassan nació en Makunduchi, en el extremo sureste de Unguja (el nombre swahili de la mayor isla de Zanzíbar), una antigua ciudad en la que, siguiendo tradiciones que llegaron a África Oriental desde Shiraz (Sudoeste de Irán), se celebra con el nombre de “Mwaka Kogwa” (espectáculo del año) el nuevo año persa. El año 2000 entró en el parlamento de Zanzíbar, y durante 10 años ocupó diferentes ministerios en el gobierno zanzibarí de Amani Karume, hasta que en 2010 fue elegida como miembro del CCM en el distrito de Makunduchi para el parlamento de la República Unida de Tanzania. Fue Ministro responsable de los Asuntos de la Unión bajo el presidente Jakaya Kikwete. Se pudo apreciar el carácter conciliador de Hassan cuando en noviembre de 2017 visitó en un hospital de Nairobi al líder del CHADEMA, Tundu Lissu, que había sobrevivido a un atentado del que muchos culpaban al presidente Magufuli. Ahora Samia Suluhu Hassan es el primer ciudadano zanzibarí, y por ende la primera mujer tanzana, que preside la República Unida de Tanzania. Es una ocasión única para que, como titulaba The Conversation, la nueva presidenta tanzana aproveche la oportunidad que se le brinda de reforzar la unión, respetando las diferencias, entre Zanzíbar y Tanganica.
Ramón Echeverría
[Fundación Sur]
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