Salvajes, en el corazón de los zoos humanos, por Afribuku

22/10/2018 | Bitácora africana

Autor: Olivier Barlet (Africultures)*

como salvajes. Más de mil millones y medio de visitantes observaron a 35.000 personas, exhibidas en todo el mundo. A través del recorrido de seis esas personas, la película “Sauvages” analiza el fenómeno de los zoos humanos. La película se podrá ver online en el canal francés Arte hasta el 28 de noviembre.

pueblo_senegales.jpg Postal con la imagen de un “pueblo senegalés”, en la exposición de Nancy, 1909.

Lo que apasiona de “Sauvages” es que permite comprender cómo el racismo hacia los colonizados se hizo popular mientras su etapa científica estaba comenzando. Se recreaban fiestas populares en aldeas indígenas en el Jardín de Aclimatación de París o en las exposiciones universales con fascinantes extranjeros a los que se forzaba a fingir comportamientos y costumbres que supuestamente les definían. El éxito de esta invención del primitivo fue enorme: en un momento en que el cine no existía todavía, las familias iban juntas a conocer otras partes del mundo y así se construían una imagen deformada, despectiva y reductora. Estas distracciones a gran escala en Europa en lo que reagrupamos bajo el término genérico de zoos humanos forjó una representación que en definitiva tenía la función de legitimar la aventura colonial, es decir, la dominación de las grandes potencias sobre otros pueblos del mundo.

Había que civilizar al “salvaje” y para ello convencer de su inferioridad racial. La colonia se convertía desde entonces en una obra humanista, el “peso del hombre blanco”. De esta forma, alrededor de 35.000 hombres, mujeres y niños fueron desplazados con el fin ser exhibidos como animales en una feria, en su “animalidad”, ¡a mil millones y medio de visitantes! Para evitar estudiar con distancia el fenómeno y permanecer en el nivel más humano, aunque sus nombres se hayan olvidado en la mayor parte de los casos, los directores han querido detenerse en seis de esas personas, de orígenes diversos, emblemáticos y con un destino a menudo dramático. Es un desafío difícil de llevar a cabo, pues incluso han buscado y encontrado a sus descendientes alrededor del mundo para que den el testimonio de su memoria, aún viva, dolida y humillada.

Para la narración de la película se eligió a Abd al Malik, no solo para que se escuchara su voz sino para que se elaborasen los comentarios con él. Abd al Malik no se muestra neutro, puesto que él es a la vez rapero y escritor. La película no es solo una advertencia histórica: propicia una profunda reflexión.

El título es emblemático, molesto, provocador, se abre a la cuestión del salvaje en el mundo actual. ¿A quién se sigue calificando como salvaje en el mundo actual? El inmigrante, el refugiado, el africano… Y sobre todo, ¿qué es un salvaje? ¿No es un concepto que se impuso por oposición al “domesticado” o al “civilizado”? En la lengua de signos que permitía que diferentes tribus indígenas que se comunicaran entre ellas, el gesto que interpretaríamos como “salvaje” significaba más bien como “ser ellos mismos”. Ser uno mismo, autónomo, no quiere decir estar desligado de todo, sino estar vinculado, en una interdependencia equilibrada. (1) Los indígenas fueron calificados como salvajes en función de una jerarquía racial elaborada en base a la superioridad racial del hombre blanco y de una universalidad pensada en función de este último. Al igual que hemos moldeado la naturaleza según nuestras propias necesidades, con todas las secuelas que descubrimos hoy en día, hemos forjado al Otro para dominarlo mejor y esto no ha ocurrido sin consecuencias, ni para él ni para nosotros. El proyecto colonial fue, como continuidad de la esclavitud y de la trata de esclavos, un ejercicio de dominación basado en la reducción imaginaria del Otro para legitimar su explotación. Para anclar esos estereotipos en la mente de la población, era necesario mostrar al salvaje, no en su realidad sino revestido en un atuendo folklórico instrumentalizado para evocar un supuesto salvajismo (canibalismo, etc.). Antes incluso de ir a las colonias, el colono debía tener una idea bien precisa del colonizado y de su propia superioridad.

Achille Mbembe, Lilian Thuram, Benjamin Stora, Nicolas Bancel, Gilles Boëtsch, Sandrine Lemaire, Sylvie Chalaye, etc., son eminentes especialistas convocados para analizar la invención del Otro, las raíces del mal que corroe aún la visión occidental sobre el mundo. Este documental resulta tan contundente porque es el resultado de un trabajo de más de quince años: recogida de archivos, entrevistas y encuentros en todo el mundo, organizados por un grupo de universitarios que comprendieron hasta qué punto los zoos humanos fueron desde 1810 a 1940, momento en el cual el cine toma el relevo, el instrumento para la popularización de la epopeya colonial y para el anclaje de los estereotipos raciales que la legitimaron y permitieron que los occidentales construyeran una buena opinión sobre sí mismos como seres superiores.

Postal con la imagen de un “pueblo senegalés”, en la exposición de Nancy, 1909.
No obstante, esa dominación pasa también por la fascinación por los cuerpos musculosos o radiantes de belleza, algo que se trata relativamente poco en la película pero que Pascal Blanchard y una serie de investigadores han documentado y analizado en el magnífico libro Sexe, race & colonies. La domination des corps du XVe siècle à nos jours (Sexo, raza y colonias. La dominación de los cuerpos desde el siglo XV a nuestros días), que acaba de publicar la editorial La Découverte y sobre el que hablaremos en breve. A nivel global, estos trabajos son considerables y de una extrema importancia: vamos midiendo poco a poco en qué medida la historia colonial y los conflictos actuales ha forjado el mundo. El efecto de los zoos humanos perdura: la meta del conocimiento y de la consciencia de la lógica de estos espectáculos y de sus fantasmas consiste en poder darle la vuelta al trabajo sucio que se hizo. Es urgente descolonizar los imaginarios para deconstruir el racismo y converger en la igualdad, aunque ese trabajo no tenga fin.

(1) Baptiste Morizot, Les Diplomates, cohabiter avec les loups sur une autre carte du vivant, Ed. Wildproject 2016, p. 86.

Para ver el documental completo en español, clic en este enlace.

* Olivier Barlet es redactor jefe de la revista Africultures y responsable de artículos de cine, ha colaborado con medios como Africa international, Le Nouvel Afrique Asie, Afriscope, Continental, Planète Jeunes, L’Autre Afrique, La Croix, entre muchas otros. Es el autor de libros sobre el cine africano como Les Cinémas d’Afrique noire : le regard en question (L’Harmattan, 1996) e Idrissa Ouedraogo, Carnet de la création (Editions de l’œil / Sankofa & Gurli, 2005). Ha participado en numerosos jurados, talleres y libros colectivos, además de haber traducido un sinnúmero de obras y artículos.
Traducción del francés al español: Alejandro de los Santos.

Fuente: Afribuku

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