Salas de cine, internet y series turcas

25/04/2018 | Opinión

35 años después de haberlas prohibido, Arabia Saudí ha decidido permitir de nuevo las salas de cine. Una proyección “inaugural”, a la que se accedía por invitación, tuvo lugar el pasado 19 de abril en el Centro Financiero Rey Abdalá de Riad. El que los medios de comunicación lo hayan mencionado como noticia indica tanto la cerrazón del Islam wahabita, impuesto y patrocinado hasta ahora por el régimen saudí, como los deseos de “liberalizar” el país por parte del actual heredero y primer ministro Mohammed bin Salman. Algunos comentaristas, para darle un poco de morbo a la cosa, se han preguntado por qué se ha escogido para esa proyección inaugural la película Black Panther, en la que el protagonista T’Challa, hereda el reino de Wakanda y tiene que oponerse a Killmonger, soldado despiadado y resentido que ha acabado con cientos de vidas humanas. ¿Paralelo de T’Challa con Mohamed bin Salman, el heredero saudí? También han notado que la censura ya ha comenzado, eliminando 40 segundos de la película. Y por último se han preguntado si una vez que las proyecciones de cine se hayan hecho habituales, las mujeres se sentarán separadas de los hombres.

Como todo en el Oriente Medio, el simbolismo de lo ocurrido es muy importante y la realidad es mucho más rica y complicada de lo que aparece a primera vista. A ese propósito, varias cosas llaman la atención. En primer lugar una buena parte de los jóvenes saudíes ya han visto Black Panther en sus casas, gracias a internet y al pirateo, del que los jóvenes árabes son especialistas. Si se tratara sólo de ver películas no habría hecho falta abrir de nuevo las salas de cine. La decisión de Mohamed bin Salman ha sido ante todo de carácter mediático y de imagen. El que la sesión inaugural fuera por invitación, la convirtió en un acto de postureo social, muy a tono con las costumbres del Oriente Medio. Es probable que entre los saudíes, “ir al cine” se convierta rápidamente en un acto social, un poco como ya lo es el “ir de compras”.

Por otra parte, no cabe duda que para el heredero y primer ministro, “business is business”. El gobierno saudí quiere romper la dependencia de su país del petróleo. No sólo favoreciendo otros negocios, sino también abriendo la compañía petrolífera nacional ARAMCO a inversores extranjeros. En el caso de las salas de cine, la Development and Investment Entertainment Company, perteneciente al Public Investment Fund of Saudi Arabia, ha firmado un contrato con la americana AMC Entertainement Inc. (American Multi-Cinema), una de los cuatro empresas del sector que no quebraron durante la recesión del 2001-2002, para que inaugure 40 salas de cine en los próximos 5 años, llegando hasta las 100 en 2030. AMC domina los mercados más importantes de Norteamérica, y tiene filiales en Canadá, Reino Unido, Francia y Hong Kong. En realidad desde 2015 la AMC es propiedad del grupo chino Dalian Wanda, y el contrato de las salas de cine sería la prueba de que los sauditas quieren dar mayor importancia a sus relaciones comerciales con China.

mohammad_bin_salman_al_saud.jpgTambién hay que tener en cuenta que el director general de AMC es Adam Aron, judío americano. No puede ser coincidencia que el 2 de abril, unos días antes del anuncio de la liberación de las salas de cine y del tratado con AMC, Mohamed bin Salman declarase en una entrevista muy sonada que también Israel tiene derecho a ser un estado con territorio propio, oficializando así un cambio radical en la política saudí. En este momento, Irán es para Arabia el enemigo que hay que vencer, e Israel se está convirtiendo en aliado. Y a Arabia le conviene poder utilizar el saber tecnológico de Israel en su guerra larvada contra el poder chiita.

Y por último, la decisión saudí de liberalizar las salas de cine ha sido tomada un mes después de que Mazen Hayek, portavoz de MBC (Middle East Broadcasting Center), con 18 cadenas de televisión en árabe e inglés, entre las que destaca el canal de noticias Al Arabiya, hiciera pública la decisión de excluir en todas sus televisiones la totalidad de los programas que las televisiones turcas producen para el Oriente Medio.

Desde la llegada de Erdogan al poder, y en especial desde que en 2009 en Davos el presidente turco abandonara la reunión tras criticar duramente a los israelitas, lo turco ha ganado muchos admiradores entre los árabes. Ha aumentado considerablemente el turismo árabe en Turquía, y coincidiendo con un bajón en la calidad de los seriales egipcios y libaneses, las series turcas han sabido ofrecer a los árabes lo que éstos pedían: escenarios que mezclaban el Oriente y el Occidente, Islam y laicismo, modernidad y autenticidad orientales, y actores representativos de la belleza eslavo-oriental. Las series turcas son hoy las preferidas por los árabes, especialmente en Ramadán (comienza este año el 16 de mayo), calculándose que los productores turcos ganaron en 2016 unos 600 millones de euros.

En septiembre de 2017, durante la campaña “contra la corrupción”, las autoridades saudíes nacionalizaron la MBC, perteneciente hasta entonces al Jeque Walid Al-Ibrahim. Y la están utilizando ahora en su campaña contra los turcos a los que acusan de defender a los Hermanos musulmanes y de aliarse con el enemigo qatarí. Será difícil impedir que sus ciudadanos vean las series turcas en otras televisiones. “La actitud saudí nos convence de que estamos en lo cierto”, declaraba Oztürk Oran, presidente de la Cámara de Comercio de Istanbul. “Lo que les molesta es que nuestras series gusten a la gente. Y lo que van a conseguir es que baje la audiencia de la MBC”.

Es decir que las nuevas salas de cines no conseguirán impedir el que los jóvenes sigan abriéndose al mundo a través de internet. Ni tampoco la decisión de la MBC impedirá que siga aumentando la influencia de Turquía en el Oriente Medio. Claro que estas no son más que dos batallas en la guerra político-religiosa actual en curso en la región.

Ramón Echeverría

[Fundación Sur]


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Autor

  • Investigador del CIDAF-UCM. A José Ramón siempre le han atraído el mestizaje, la alteridad, la periferia, la lejanía… Un poco las tiene en la sangre. Nacido en Pamplona en 1942, su madre era montañesa de Ochagavía. Su padre en cambio, aunque proveniente de Adiós, nació en Chillán, en Chile, donde el abuelo, emigrante, se había casado con una chica hija de irlandés y de india mapuche. A los cuatro años ingresó en el colegio de los Escolapios de Pamplona. Al terminar el bachiller entró en el seminario diocesano donde cursó filosofía, en una época en la que allí florecía el espíritu misionero. De sus compañeros de seminario, dos se fueron misioneros de Burgos, otros dos entraron en la HOCSA para América Latina, uno marchó como capellán de emigrantes a Alemania y cuatro, entre ellos José Ramón, entraron en los Padres Blancos. De los Padres Blancos, según dice Ramón, lo que más le atraía eran su especialización africana y el que trabajasen siempre en equipos internacionales.

    Ha pasado 15 años en África Oriental, enseñando y colaborando con las iglesias locales. De esa época data el trabajo del que más orgulloso se siente, un pequeño texto de 25 páginas en swahili, “Miwani ya kusomea Biblia”, traducido más tarde al francés y al castellano, “Gafas con las que leer la Biblia”.

    Entre 1986 y 1992 dirigió el Centro de Información y documentación Africana (CIDAF), actual Fundación Sur, Haciendo de obligación devoción, aprovechó para viajar por África, dando charlas, cursos de Biblia y ejercicios espirituales, pero sobre todo asimilando el hecho innegable de que África son muchas “Áfricas”… Una vez terminada su estancia en Madrid, vivió en Túnez y en el Magreb hasta julio del 2015. “Como somos pocos”, dice José Ramón, “nos toca llevar varios sombreros”. Dirigió el Institut de Belles Lettres Arabes (IBLA), fue vicario general durante 11 años, y párroco casi todo el tiempo. El mestizaje como esperanza de futuro y la intimidad de una comunidad cristiana minoritaria son las mejores impresiones de esa época.

    Es colaboradorm de “Villa Teresita”, en Pamplona, dando clases de castellano a un grupo de africanas y participa en el programa de formación de "Capuchinos Pamplona".

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