Recibí este cuento hace muchos años de una compañera que había pasado muchos años en África del Este. El fondo del cuento pertenece a la tradición bemba. Este pueblo originario de la región de Kola en RDC, se extiende por Tanzania, Zambia, Zimbabwe y Malawi.
El cuento pone en escena a dos animales muy distintos por su morfología: La liebre y la tortuga. Simbolizan respectivamente la rapidez y la lentitud. Los dos tienen en común y representan la inteligencia y la astucia, pero los vicios que encarna la primera: vanidad y precipitación hacen que pierda la apuesta de vencer en una carrera. El cuento quiere dar una lección de lo importante que es la solidaridad y la unión
“Todos sabéis que la tortuga es el animal más lento que existe y la liebre uno de los más rápidos”.
El viejo bemba carraspeó para atraer la atención de sus nietos que, como cada tarde, se reunían para escuchar las interesantes historias que contaba y de las que aprendían tantas cosas.
¿Pensáis que la tortuga puede ganar una carrera a la liebre?
Carcajadas y protestas de los mayores.
¡Imposible! ¡No! ¡No!
Los pequeños abrían los ojos como platos.
Se hizo silencio y el viejo continuó:
Pues bien, un día la tortuga ganó una carrera a la liebre.
Escuchad como sucedió.
Cada vez que la liebre encontraba a la tortuga se mofaba de ella:
-“! A ver cuando aprendes a correr!
Y así un día y otro día. Y otro y otro…La tortuga estaba hasta el mismísimo caparazón de tantas bromas y tantas burlas, pero como era muy astuta decidió dar una lección a inteligente y vanidosa liebre, que tan cruel era con ella.
Un día la esperó en el camino y le dijo:
-Liebre, siempre te estás burlando de mi diciendo que no se correr..
¡Apuesta lo que quieras a que te gano una carrera!
La liebre, torciéndose de risa aceptó la apuesta y apostó un ternero.
Segura de su triunfo, la liebre dejó que la tortuga fijara el itinerario el día y la hora de la carrera. Con mucha seriedad la tortuga dijo:
-Correremos hasta aquella palmera, luego hasta el charco; del charco a la peña del prado y volveremos aquí.
La tortuga buscó a su marido y le explicó la situación.
-¿Cómo harás si no puedes correr?
-Llama a mis hijos y os explicaré lo que hay que hacer.
Papá tortuga y sus hijos escucharon atentamente la explicación de mamá tortuga. El día convenido al salir el sol, la liebre y la tortuga se reunieron. La liebre se lanzó con gran ímpetu y cuando llegaba cerca de la palmera, oyó con sorpresa la voz de la tortuga:
-¿Dónde estás amiga liebre?
La liebre continuó corriendo aún más deprisa. No podía comprender cómo la tortuga estaba tan cerca de ella.
Cuando se acercaba al charco oyó de nuevo:
-¿Dónde estás amiga liebre?
Al llegar a la piedra grande oyó otra vez:
-¿Dónde estás amiga liebre?
Sin comprender lo que pasaba y al límite de sus fuerzas corrió aún más deprisa hasta el punto de partida, en dónde una voz burlona la interpelaba:
-¿Qué te pasa hoy perezosa, no decías que me ganarías la carrera?
Avergonzada y muy cansada la liebre tuvo que reconocer que la tortuga había ganado la carrera y le entregó el ternero.
¿Que había pasado?
La tortuga que no puede correr había elaborado un plan con la ayuda de los suyos para vencer a la liebre.
No se había movido del punto de partida.
La liebre, con las prisas por correr, y segura del triunfo, no se había dado cuenta que quienes le habían hablado en la palmera, en el charco, en el peñón, no había sido la tortuga, habían sido su marido y sus hijos. Ellos la esperaban allí, mientras la tortuga madre estaba tranquilamente en el punto de partida.
La familia de la tortuga que se había unido para ganar a liebre se unió para festejar el triunfo comiéndose el ternero.
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