El cuento del secreto del corazón del hombre, es presentado por Damiba (1) como una lección formando parte de la enseñanza iniciática de los Mina y sigue la estructura clásica común a muchos cuentos de diversas culturas en los que se trata de ver quién es el mejor candidato para suceder al rey, pero la enseñanza de este cuento va más allá: quiere responder a una pregunta existencial importante: ¿Qué riqueza puede colmar el corazón del hombre simbolizado por una choza?
De este cuento, iniciados y no iniciados pueden sacar muchas lecciones. La de prudencia que nos da el rey para garantizar la paz y prevenir las luchas internas por el poder después de su muerte. También y sobre todo nos enseña que nada material puede colmar totalmente el corazón humano. Sólo la luz puede hacerlo sin dejar el mínimo resquicio.
«Se cuenta que un día, un rey que no tenía hijos, convocó antes de morir a sus tíos, primos y sobrinos y les dijo:
-Me voy de este mundo sin dejar ni hijos ni hijas, como Dios lo ha querido. Me voy feliz de haber cumplido mi deber de padre y de juez de este reino. Pero me voy con una gran inquietud: que, llegado el momento de mi partida, os desgarréis para ocupar el trono y heredar mis riquezas. He aquí lo que os propongo: todos conocéis esta choza que está delante de vosotros. En ella os he recibido cada día para escucharos y recibir vuestras ofrendas. Aquel de entre vosotros que pueda llenarla de modo que no quede ni un solo resquicio vacío, heredará mi trono.
La primera persona marchó a cortar paja y la amontonó en la choza hasta el techo, pero el rey le hizo ver que la choza no estaba completamente llena pues él pudo introducir una brizna. La segunda persona la llenó de arena y también se vio rechazar el poder, pues todavía había espacio para unos granos. La tercera la llenó de polvo de carbón y él mismo se proclamó vencedor, pero el rey le manifiesto su insatisfacción probando que se podía introducir aún una pizca de carbón en polvo.
Así se fueron sucediendo, grandes, medianos y pequeños. Al fin se presentó un hombre con aspecto tranquilo. No traía nada para llenar la choza. Se limitó a cerrar todas a aberturas hasta dejarla completamente a obscuras. Después encendió un fuego y dijo:
– ¡Oh Rey, mira, toda la choza está llena de luz!
Fue él a quién el rey confió su trono y sus riquezas.” (1)
Traducido y presentado por Paquita Reche, mnsda.
(1) François Xavier Damiba, “Dieu n´est pas serieux”, ed.L´Harmatan, 1999, p. 145.