Rumble in the jungle , por Rafael Muñoz Abad

10/05/2019 | Bitácora africana

rumble.jpg ¿Imaginan compartir mesa con Muhammad Ali, Don King, Mobutu Sese Seko y Richard Nixon? La grabadora echaría fuego. Mobutu fue un tipo menudo con gafas de pasta negra vestido en la sobriedad de su abacost y coronado en un gorrito de leopardo. Una indumentaria que le confería un aire siniestro. Un cuervo que supo aprovechar su oportunidad para llegar al poder y renombrar al Congo belga como Zaire. El mismo Congo que los belgas esquilmaron.

En plena descolonización africana, la capital de las democracias europeas decidió que lo que votaran los negros del Congo no era admisible; razón por la que alguien en Bruselas descolgó el teléfono de la infamia para confabular con Washington que a Lumumba, de nombre Patrice, un negro con aires de JFK y [también] gafas de pasta, había que moverle la silla. Eliminarlo en el argot de la inteligencia. Y así acontecería el golpe de estado. Lumumba, elegido en las urnas, sería acusado de comunista y a posteriori detenido por los soldados de un joven Mobutu; marioneta de la CIA y Bruselas. Pistoletazo de salida para su meteórica carrera como cleptócrata, megalómano y criminal que le convertirían en el arquetipo de dictador africano. Todo un carnicero al servicio de los intereses mineros de occidente en El Congo.

Rumble in the jungle fue la pelea del siglo entre Ali y George Foreman. El duelo entre los dos púgiles del peso pesado trascendería las cuerdas del cuadrilátero para convertirse en un episodio con una fuerte carga ideológica, política y social. Para Mobutu, una manera de promocionar Zaire por medio de dos negros millonarios en un mundo de blancos; todo un ejercicio de negritude. Para Ali, convertido al Islam y deportivamente vetado por haberse negado a ir a Vietnam, pelear en África supuso un ejercicio cargado de simbolismo. Una protesta social y de alguna manera, una venganza frente al establishment blanco de un país que enviaba a hispanos y negros a luchar al sudeste asiático y, si le quieren poner banda sonora a la cuestión, les propongo Fortunate son de los Creedence.

La velada en el corazón del continente negro sería patrocinada por Mobutu que fue quien puso la pasta y que incluso contó con tres días de musicales previos conocidos como Zaire´74. Saxo y boxeo para un pueblo hambriento. ¿Quién puede negarle al dictador de turno grandes obras propagandísticas? El 30 de octubre de 1974 ante sesenta mil almas, Ali y Foreman se subieron al ring del estadio nacional de Kinshasa en la denominada pelea de la jungla. El combate se disputó a las cuatro de la mañana hora local para poderse emitir en prime time al otro lado del océano en los EEUU y lo ganó Alí por KO en el octavo asalto. La bolsa que un aún joven Don King ofreció a los púgiles ascendía a cinco millones de dólares por barba y como les comenté, la pago el tito Mobutu.

¿Y qué fue de los cuatro comensales? El final de Mobutu hizo bueno el dicho que quien a ferro mata, a hierro muere, pues serían sus propios soldados, impagados, y un coctel de inestables alianzas internas, avivadas por la semilla del inminente genocidio de la vecina Ruanda entre hutus y tutsis, lo que precipitarían su salida al exilio en Marruecos donde moriría en 1997 dejando en la banca franco – suiza una herencia de más de cinco mil millones de dólares desvalijados a su país. ¿Y qué decir de Nixon sin cagarse o sin que te crezca la nariz?; Ali, enfermo de párkinson, murió en el 2016 en Arizona y Don King, acusado de asesinato, es el único que aún vive de los cuatro.

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Autor

  • Doctor en Marina Civil.

    Cuando por primera vez llegué a Ciudad del Cabo supe que era el sitio y se cerró así el círculo abierto una tarde de los setenta frente a un desgastado atlas de Reader´s Digest. El por qué está de más y todo pasó a un segundo plano. África suele elegir de la misma manera que un gato o los libros nos escogen; no entra en tus cálculos. Con un doctorado en evolución e historia de la navegación me gano la vida como profesor asociado de la Universidad de la Laguna y desde el año 2003 trabajando como controlador. Piloto de la marina mercante, con frecuencia echo de falta la mar y su soledad en sus guardias de inalcanzable horizonte azul. De trabajar para Salvamento Marítimo aprendí a respetar el coraje de los que en un cayuco, dejando atrás semanas de zarandeo en ese otro océano de arena que es el Sahel, ven por primera vez la mar en Dakar o Nuadibú rumbo a El Dorado de los papeles europeos y su incierto destino. Angola, Costa de Marfil, Ghana, Mauritania, Senegal…pero sobre todo Sudáfrica y Namibia, son las que llenan mis acuarelas africanas. En su momento en forma de estudios y trabajo y después por mero vagabundeo, la conexión emocional con África austral es demasiado no mundana para intentar osar explicarla. El africanista nace y no se hace aunque pueda intentarlo y, si bien no sé nada de África, sí que aprendí más sentado en un café de Luanda viendo la gente pasar que bajo las decenas de libros que cogen polvo en mi biblioteca… sé dónde me voy a morir pero también lo saben la brisa de El Cabo de Buena Esperanza o el silencio del Namib.

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