Ruanda: un terrorismo de Estado largo tiempo tolerado por la Comunidad internacional

25/05/2011 | Opinión

Desde hace unos días, la actualidad en la región de los Grandes Lagos está dominada por las revelaciones de la prensa británica que indican que la policía de este país había advertido a algunos ciudadanos ruandeses que viven en Londres que eran objeto de amenazas por parte del régimen de Paul Kagame. Estas revelaciones han sido confirmadas por los interesados que han ofrecido detalles y exhibido ante la prensa documentos policiales en los que se les advertía de que su vida corría peligro.

Como es habitual, el régimen de Kagame ha extendido desmentidos tan torpes como inútiles que, lejos de sofocar el escándalo, alimentan el debate que ya está en los ámbitos políticos de Gran Bretaña. Algunos se plantean seriamente la cuestión de saber si Gran Bretaña, uno de los apoyos más fuerte del régimen de Kagame, debe seguir cerrando los ojos sobre las maniobras de un régimen que practica abiertamente el terrorismo de Estado.

Antecedentes

El régimen de Kagame no es ningún novicio en materia de terrorismo de Estado. Desde el momento mismo de su toma del poder en 1994, ha enviado comandos a varios países para asesinar o secuestrar ruandeses. El que fuera ministro del Interior en el primer gobierno del FPR, Seth Sedashonga, fue abatido en las calles de Nairobi por un comando enviado por Kagame. Se había exiliado, en desacuerdo con la ciega política represiva que los soldados de Kagame ejercían contra la población. Sendashonga, inteligente y competente, y, por ende, peligroso para Kagame, ya había sido herido anteriormente en una tentativa de asesinato, siendo detenido su agresor, miembro de la embajada de Ruanda, por la policía keniata. En la misma ciudad de Nairobi fue tiroteado a quema ropa el coronel Théneste Lizinde, que acababa de desertar de las filas del FPR, acompañado por un hombre de negocios.

Paralelamente a estos asesinatos se han producido, un poco en todo el mundo, secuestros ejecutados por los servicios secretos ruandeses. En 1996, Frodouald Karamira, que en su día fue vicepresidente del MDR, fue secuestrado en Etiopía, llevado a Kigali, juzgado someramente y ejecutado en público. Poco después, la antigua ministra de Justicia, Agnès Ntamabyariro, fue secuestrada por un comando en Zambia. Está en la cárcel desde entonces, sin haber sido procesada.

En Bélgica, un periodista ha revelado que el régimen ruandés le había pedido que identificara a cierta categoría de refugiados ruandeses con vistas a neutralizarlos. En Noruega, un exiliado ruandés amenazado por los escuadrones de la muerte de Kagame está bajo protección de la policía noruega. La amenaza es tan grave que esta persona lleva un brazalete electrónico para permanecer localizable en todo momento. Más recientemente, en Suráfrica, un comando ha disparado contra el general Kayumba Nyamwasa, antiguo jefe de estado-mayor del ejército ruandés.

Las amenazas directas o indirectas siguen llegando a los exiliados ruandeses que viven en diferentes países, pero pocos servicios de seguridad las habían tomado en serio y, sobre todo, no habían provocado debate político alguno. Esperamos que el caso británico haga escuela y que las policías belga, francesa, holandesa, americana, canadiense, noruega… tomen en serio los temores expresados por los exiliados ruandeses y rechacen firmemente los objetivos criminales de Kigali.

Más allá de las consecuencias policiales de este asunto de Londres, es deseable y esperable que los políticos tomen cartas en este asunto para que cesen los actos criminales del régimen de Kagame. Tal y como lo sugieren algunos parlamentarios británicos, la ayuda financiera otorgada al dictador debería cortarse, tras lo cual deberían plantearse sanciones, caso de que el terrorismo de Estado persistiera. ¿Por qué no, si Kagame se obstinara, golpear contra el ejército y sus servicios secretos? Después de todo, Muammar Gadafi es un monaguillo al lado de Paul Kagame.

Ghislain Mikeno

ECHOS D’AFRIQUE, 24 de mayo de 2011.

Traducido por Ramón Arozarena.

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