Ruanda: simulacro de justicia y verdadero atentado terrorista

11/04/2016 | Opinión

HabyarimanaNtaryamiraplane.jpgDesde hace más de 20 años, todo el mundo habla del «genocidio tutsi», pero nadie quiere hablar del atentado que, según las Naciones Unidas, fue el acontecimiento desencadenante de la tragedia ruandesa. Hay que recordar que en este atentado, ocurrido el 6 de abril de 1994, murieron dos jefes de Estado africanos con sus colaboradores y el conjunto de la tripulación francesa. El Tribunal Penal Internacional para Ruanda (TPIR) ha rechazado investigar sobre este acto terrorista. Louise Arbour, primer fiscal de origen canadiense de este tribunal, echó tierra sobre este dossier y los abogados del TPIR que han querido que la justicia internacional arrojara luz sobre este atentado han chocado con una negativa cerrada. Al contrario del entusiasmo y celo del TPIR con relación a cuanto iba en el sentido de criminalizar al conjunto de los hutu.

La comunidad internacional, antes de iniciar investigación alguna, sostenía que se había producido “un genocidio contra los tutsi” y que el TPIR debía detener a cualquier sospechoso de haberse opuesto al Ejército Patriótico de Ruanda de los rebeldes tutsi. Los hutu, por ser hutu, eran necesariamente o potencialmente sospechosos, salvo los calificados de “hutu moderados”. Este ha sido el planteamiento que la rebelión tutsi, apoyada por EEUU y Gran Bretaña, ha impuesto a los medios de comunicación desde 1994. No ha sido posible poner en cuestión e investigar el atentado que desencadenó la tragedia y hundió a Ruanda en el abismo, La historia oficial había clasificado a los ruandeses en dos campos: los buenos (los tutsi, rebeldes o no) y los malvados (los hutu, responsables políticos, militares, milicianos). Para ser oído y ser creíble, hay que hablar únicamente de los sufrimientos de los tutsi y parece no tener importancia alguna que entre los tutsi haya responsables de millones de muertos en Ruanda y en la República Democrática del Congo. No es necesario subrayar que hay víctimas tanto entre los tutsi como entre los hutu, del mismo modo que hay autores de crímenes contra la humanidad entre los hutu y entre los tutsi. Que solamente sea juzgado un grupo a pesar de los documentos de la ONU, de los informes de expertos y de las organizaciones de derechos humanos, descalifica a la justicia internacional y a quienes se aferran a la historia oficial. Esta ceguera compromete cualquier posibilidad de reconciliación entre ruandeses; ésta era, sin embargo, la misión que la ONU había confiado al TPIR. Lamentablemente, ha fracasado.

El atentado terrorista del 6 de abril de 1994, sigue siendo, hoy, un verdadero problema. ¿Cómo explicar que siga sin aclararse este hecho “desencadenante”?. En 1997 fue llevado ante los tribunales franceses por las viudas de la tripulación francesa y las familias de las víctimas están agotadas a la espera de los resultados de una instrucción que no acaba de terminar. El dossier es objeto de vanas polémicas y de conjeturas delirantes, con objeto de no señalar jurídicamente a los verdaderos culpables. Ni los que han pretendido endosar el atentado a los malvados hutu (que además de masacrar a los tutsi habrían realizado el atentado con ayuda de los franceses) ni los que están en desacuerdo con la versión oficial políticamente correcta de la tragedia ruandesa, se explican por qué la justicia francesa pena en sacar conclusiones sobre los autores del atentado.

Sin embargo, todos los elementos están disponibles y los jueces poseen los medios para obtener una idea precisa de lo que realmente sucedió. Somos varios los que hemos ido acumulando numerosos elementos sobre este dossier y no tenemos la más mínima duda sobre los verdaderos autores y cerebros del atentado. En 2002 publiqué un primer libro en el que identifiqué al responsable número uno y principal sospechoso, que ha sido el beneficiario directo de este atentado: el actual jefe de Estado ruandés, Paul Kagame. Tras haberse querellado éste contra el autor de esta obra (contra mí) y contra el editor, optó por la retirada frente a las pruebas y testigos que teníamos. Posteriormente, han sido sus propios colaboradores los que se han explayado sobre la responsabilidad de Kagame en el atentado. Algunos han sido asesinados, otros han sido secuestrados o han desaparecido. Todo ello resulta extraño para un acto terrorista que habría sido cometido, según el régimen actual ruandés, por unos hutu apoyados por François Mitterand.

Mediapart

Charles ONANA

[Traducción y resumen, Ramón Arozarena]

[Fundación Sur]

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