Ruanda: la deriva del «contrato de performance»

15/03/2012 | Opinión

Cada año en Ruanda, los responsables de los distritos firman con el presidente de la república un contrato en el que se fijan los resultados que se van a alcanzar en los diversos sectores de la vida nacional. Estos contratos afectan hasta el nivel de base, sector y célula, y finalmente llegan hasta el ciudadano, que se compromete ante la autoridad local a cumplir los objetivos anuales, calculados en cifras. Cada tres meses se realiza una evaluación y en diciembre se produce la evaluación global de los logros o performances.

Resulta forzoso constatar, cerca de 5 años después de la institucionalización de este modelo, algunas derivas que se están produciendo. La causa del fracaso reside en que el sistema no es participativo; es impuesto desde arriba a una población que no tiene posibilidades reales de llevarlo a la práctica ni ganas de adherirse a semejantes disposiciones. Tiene enormes dificultades para comprender las medidas que le caen encima sin ninguna preparación pedagógica. Los ejemplos son multitud: alcaldes que decretan cuáles son los cultivos que deben producirse en sus distritos. El monocultivo que cae en paracaídas sobre las aldeas no funciona y el hambre causa estragos en muchos rincones del país.

Los recalcitrantes reciben regularmente la visita de los agentes del gobierno que recorren las colinas y devastan los campos arrancando los cultivos no autorizados. Con el noble objetivo de mejorar el habitat, los alcaldes han fijado una fecha tope para que cada ciudadano posea una casa construida en materiales duraderos, cubierta de chapa de zinc o de tejas. Una vez pasado el plazo, muchos, sin recursos económicos para construir una vivienda de ese tipo, han visto destruida su choza cubierta de hierbas o paja. Los militares han participado en la destrucción de estas chozas en todo el país. El resultado: muchas familias duermen al raso, sin techo.

Otra causa de la deriva del modelo, y no de las menores, es el temor a las sanciones que podrían caer contra los dirigentes “no performantes”, no exitosos. A fin de año. Cuando sea la evaluación no es satisfactoria. El alcalde de un distrito es cesado y se le reprocha que ha saboteado el programa gubernamental. Para no llegar a esa situación, el dirigente político actúa con un celo exagerado y reclama a los responsables de sector o célula que están bajo sus órdenes que aprieten a la población. El ciudadano es maltratado con multas intempestivas e incluso golpeado a bastonazos por no haber alcanzado los objetivos fijados en el contrato de “logros”. La prensa local en Ruanda ha mostrado a miembros de una familia golpeados a muerte por haber cosechado maíz en sus campos para su comida diaria. Para las autoridades, lo que hay que hacer es secar el maíz, cosecharlo y llevarlo a los almacenes, que posteriormente harán las estadísticas de las toneladas producidas en el distrito y de ese modo el alcalde podrá exhibir el éxito ante el presidente de la república, a quien debe rendir cuentas en una sesión anual de evaluación.

Los efectos deletéreos del “contrato de performance” se han manifestado en la enseñanza. En este terreno, la evaluación de los objetivos se basa en la tasa de logros realizada por un docente. Para lograrlo y tener todas las bazas en la mano, el docente no duda en impulsar a los alumnos a que hagan trampas en los exámenes para poder alcanzar la tasa de éxito a la que se ha comprometido en el contrato de distrito. En 2011, un grupo de unos 15 profesores han sido despedidos por no haber alcanzado lo fijado en el contrato. El fraude en los exámenes es tolerado tanto en la enseñanza primaria y secundaria como en los institutos superiores y universidad. Es evidente que la calidad de la enseñanza sufre un severo golpe, ya que los profesores hinchan las cifras de aprobados para evitar ser despedidos.

El “contrato de performance” constituye uno de los capítulos de la “VISION 2020”, que muchos observadores han mostrado que no es sino una engañifa. Un comentarista sagaz ha señalado que “Vision 2020” es comparable al “Objetivo 80” del desaparecido Mobutu Sese Seko. Éste decía a su pueblo: “Todo debe cambiar, todo va a cambiar, nada será ya como antes”. Y, de hecho, todo se convertía en algo peor que antes, como en el modelo de “contrato de performance” del régimen ruandés.

Gaspard Musabyimana

15/03/2012

Traducción de Ramón Arozarena

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