RUANDA, ENTRE REALIDADES Y QUIMERAS : Crecimiento económico espectacular, pero no es menos espectacular el de las desigualdades

4/02/2010 | Crónicas y reportajes

Las cifras del crecimiento actual de la economía en Ruanda son impresionantes, pero ocultan, por un lado, que significan una recuperación de las cifras del PIB de los años 80 (sin que se haya alcanzado el pico de 1983) y por otro, que en gran parte se deben a la ayuda internacional. Peor todavía, esas cifras no se traducen, antes al contrario, en una reducción de la pobreza.

En 2002, el 60,3% de ruandeses situados por debajo del umbral de la pobreza representaba a 4,8 millones de personas, mientras en 2006, con un porcentaje menor respecto a la población total, el 56,9%, la cifra de ciudadanos ruandeses por debajo del umbral de la pobreza era de 5,4 millones. El crecimiento demográfico ha provocado ha provocado el aumento del número absoluto de pobres. En lo que respecta a esta cuestión, el coeficiente que mide el grado de desigualdad, coeficiente gini corrobora este análisis. En los años 80 giraba en torno a 0,30; en 2001 alcanzó 0,47 y en 2006 ha superado la barrera de 0.51 (un coeficiente 0,50 o más es considerado expresión de una fuerte desigualdad).

Se puede dividir la población ruandesa en tres sectores: el de los ricos monetariamente y/o campesino ricos, el de los campesinos autosuficientes y el de campesinos muy pobres, sin tierras. Las políticas agrícolas actuales están pensadas para el protagonismo del primer grupo, para convertirlos en empresarios agrícolas.

Una política económica ambiciosa

Los objetivos de la estrategia nacional, Vision 20/20, publicada en 1999, (en los años 80 se habría hablado de “plan”) son interesantes y sobre todo muy ambiciosos: pasar de 250$ de renta por habitante a 900$, reducir la pobreza del 60% al 25%, alcanzar la cifra de 65 años como esperanza de vida frente a los 41 años en el inicio del plan, alfabetizar el 90% de la población escolar, frente al 48 de partida. En el mismo plazo de tiempo la población pasaría de 6 a 16 millones de habitantes. Para alcanzar estos objetivos la economía ruandesa debería crecer como mínimo un 7% anual.

La estrategia requiere una transformación fundamental de una economía basada en la agricultura de subsistencia en una economía basada en las tecnologías de la información y comunicación, apoyándose en una sociedad fundada en el conocimiento, dotada de gran capacidad de ahorro y de inversión privada y de un nivel de ayuda externa reducido. La instauración de una economía orientada principalmente hacia el sector servicios exige una reforma radical y en profundidad de un modo de producción establecido desde siempre en la sociedad ruandesa. En lo que respecta a la agricultura, se trata en concreto de reducir el porcentaje de población de este sector del 85% al 50%. Esta política pasa esencialmente por la profesionalización e intensificación (monocultivos, exportación…) de la agricultura.

Una estrategia que no cuenta con los actores

El problema reside en que la ejecución de esta estrategia quema etapas y su puesta en práctica adolece de pedagogía. Y algo todavía más grave: el monocultivo intensivo, la regionalización de los cultivos, la concentración de superficies agrícolas (concentración parcelaria), la comercialización de los productos por medio de cooperativas, representa, más allá del desafío logístico, técnico y de considerable cambio cultural, un potencial de destrucción masiva del modo de vida y del modo de producción tradicionales del mundo rural. Se pide sin más, sin pedagogía ni sensibilización, a los campesinos que abandonen sus tradiciones de equilibrio de riesgos y de autosuficiencia familiar. Y en el mismo sentido, desde 1994, el concepto de cooperativa encubre una noción colectivista que hace huir al campesino.

La nueva ley de posesión y/o acceso a la tierra tiene igualmente por efecto acrecentar las desigualdades. No se puede poner en valor la tierra más que si está debidamente registrada. Pero esta gestión administrativa (más allá de los problemas que algunos pueden tener para presentar títulos de propiedad oficiales sobre sus bienes) representa un coste y no todos disponen de medios para realizarla. Ello lleva a abusos a escala local y tiene igualmente como consecuencia el resurgimiento de latifundios (amplios terrenos destinados al cultivo de exportación explotados por trabajadores en la mayoría de las ocasiones desposeídos de sus tierras). Es sin duda una etapa obligada para reducir los efectos de la disminución progresiva del tamaño de las parcelas de generación en generación, pero es ante todo una estrategia para expulsar a los más pequeños productores de su única fuente de ingresos.

Mostrar que se tiene éxito

El visitante extranjero que regresa a Kigali tras unos años de ausencia se queda impresionado por el aspecto espectacular de los cambios. No reconoce la ciudad. Además de los nuevos barrios (bautizados cínicamente como “merci Congo” construidos gracias al pillaje sistemático de las riquezas mineras congoleñas), lo que se ofrece a la vista es una ciudad totalmente transformada. Hay que impresionar al visitante, al hombre de negocios, al diplomático. La ciudad debe respirar seguridad y atraer el comercio y las inversiones (el informe de 2010 del Banco Mundial clasifica a Ruanda en primera posición en cuanto al clima favorable para los negocios y Transparency Internacional elogia los logros en materia de lucha contra la corrupción). En realidad, hay mucho de “window dressing”. ¿Cómo impulsar la instalación de supermercados?, pues, prohibiendo los vendedores ambulantes de las calles. ¿Cómo hacer seguro el tráfico rodado?, pues, creando aceras para peatones. ¿Cómo marcar la diferencia entre la ciudad y el mundo rural?, pues con leyes que prohíben ir descalzos.

La administración pública ruandesa es maestra en manejar los estándares de la cooperación internacional y sabe cómo mostrar que se han alcanzado los resultados. Así, el indicador de “llevar calzado cerrado” ha crecido fuertemente. ¿Por qué?, se ha prohibido, bajo pena de multas, pasearse por la ciudad sin zapatos cerrados. La opinión pública se hace además preguntas sobre la estupenda salud económica de una fábrica de calzado, propiedad de un hombre de negocios próximo al poder.

Turismo: lujo y seguridad

Las opciones gubernamentales en el sector turístico son un excelente indicador de la imagen que el país busca ofrecer de sí mismo. Ruanda apuesta por el lujo y la seguridad. Como ejemplo se puede señalar que el coste de acceso al parque de los Virunga (reserva que alberga los últimos especimenes de gorilas de montaña) se ha subido a 700$.

Enseñanza

En materia de enseñanza los progresos son considerables. La enseñanza para todos es una realidad legal. Desdichadamente, esta igualdad no se verifica en los hechos. Numerosos gastos anexos pesan sobre las familias (uniforme, o el hecho de que para acceder a los estudios superiores el gasto representa alrededor de 1000€). Los niveles primario y universitario son considerados como prioritarios. Las inversiones en este último nivel son 5 veces superiores a las destinadas al sector agrario. La calidad deja que desear, y la enseñanza profesional, que permitiría al país dotarse de técnicos para la ambiciosa estrategia de crear una sociedad de servicios, está abandonada. También aquí, las opciones ideológicas tienen efectos devastadores. La primacía del inglés en secundaria ha separado de este nivel a muchos profesores competentes. La obligación en primaria de poseer un certificado de aptitud pedagógica ha enviado también a sus casas a numerosos maestros experimentados.

Igualdad entre hombres y mujeres: distancias entre la estrategia y las realidades culturales

No pueden silenciarse los progresos increíbles realizados en Ruanda en materia de igualdad entre los sexos. Se lleva la palma en lo que respecta a la representación de las mujeres en el seno del Parlamento, donde las mujeres ostentan el 55% de los escaños. Por otra parte, el gobierno ha entendido que impulsando la educación de las chicas se contribuye también a alcanzar cierto número de objetivos sociales como el descenso de la fecundidad, de la mortalidad infantil, la mejora de la salud de los niños… No obstante las prácticas culturales representan un freno a esta voluntad. No es una casualidad si entre los 400.000 niños que no van a la escuela o la han abandonado, una mayoría importante son niñas.

Conclusión

La estrategia socio-económica llevada a cabo por Ruanda tiene como objetivo responder a los desafíos planteados por el agotamiento del modelo de desarrollo basado en una agricultura familiar de autosuficiencia, Sin embargo, la puesta en práctica autoritaria de principios y métodos que no tienen en cuenta las realidades de los que están concernidos en primer lugar ha predispuesto en su contra una población que no se ha repuesto del traumatismo del genocidio y a la que se pide que renuncie a lo que siempre le ha permitido hacer frente a los riesgos de la vida. Peor todavía, los primeros resultados del despliegue económico sólo benefician a cierta elite urbana y dejan totalmente en la cuneta a las poblaciones rurales, con lo que las desigualdades se profundizan.

Traducción: Ramón Arozarena
29 enero 2010

* Texto publicado (sin firma) en la revista DIALOGUE, nº 247 (2009), pp.17-27

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