Ruanda: Entre las cuatro paredes de la 1930, por LitERaFRicA

15/09/2016 | Bitácora africana

Ruanda nos queda lejos, lo sé. Y, esforzándonos, lo más que logramos asociar con este país es el genocidio tutsi. Aquellos 100 días que comenzaron el 6 de abril de 1994 y que nos vendieron como una “lucha étnica”, de esas matanzas medievales que solo se dan en África, olvidando que nada surge de la noche a la mañana, que siempre hay un pasado y que manejar la historia sin conjugar más de dos factores, es trampearla. Luego está nuestro eterno sentimiento de culpa por no hacer. Ruanda pareció quedarse congelada para todos en aquellos brutales días, hasta el punto de ser recordada por “la tierra donde esos africanos se matan a machetazos”.

El país parecía que iba a ser incapaz de acabar con su terrorífica imagen. Pero el milagro ocurrió. Han pasado más de veinte años desde entonces y es uno de los lugares que más crecen en el mundo. The Economist calificó a su presidente Paul Kagame como “uno de los líderes más exitosos de la historia de África”. Kagame es un tutsi, fundador del Frente Patriótico Ruandés (FPR) conocido por haber puesto fin al genocidio. Su mandato se inició en 2000 y finalizará en 2017 -haced cuentas- aunque ya se ha reformado la constitución para que pueda ostentar un tercer mandato, que podría llegar hasta 2034. Con él daba la impresión de que esta nueva narrativa cogía impulso. El país prosperaba, el gobierno era estable y fuerte, recibían elogios de todas las partes del planeta y la reconciliación entre hutus y tutsis se decía asegurada. Ruanda, pues, próximo destino de vacaciones… Sin embargo, nada es simple, nada es sencillo.

Aparecieron otras voces que hablaban de otra parte de la historia no revelada. Las voces críticas con el gobierno de Kagame fueron surgiendo y algunas fueron silenciándose (una de ellas, la del ex jefe de inteligencia de Kagame, Patrick Karageya, que fue estrangulado en la habitación de un hotel sudafricano). Otras como la de Rusesabagina, que suena más conocido si digo que es el nombre del héroe-protagonista de “Hotel Ruanda” (la película que se basó en la historia verdadera del hutu que salvó a 1.268 personas, la mayoría tutsis, de morir a machetazos), aún hoy se oyen. Según él, sería necesario hacer una segunda parte del film “para contar qué está pasando hoy en Ruanda y también en Congo, pero no creo que el Gobierno ruandés lo permitiera“. Lo sabe bien él, que dice haber sufrido varios intentos de asesinato para silenciarle; “En los campos de refugiados del Congo los soldados tutsis del FPR no mataron a los genocidas, supuestamente jóvenes y fuertes. Mataron ancianos, mujeres, niños y gente enferma”, replica. “Ésos no son los genocidas”.

Lo sabe bien también Victoire Ingabire Umuhoza.

Tras 16 años de exilio en Holanda, Victoire decidió regresar a su país. “Todo comienza a mi regreso a Ruanda” (pág.13) escribe para comenzar su libro, que relata su vida durante 3 años (de 2010 a 2013) y que condensa en ese “todo” lo que iba a vivir a partir de entonces. Fundadora del FDU-INKINGI en el exilio, Victoire cree que ya es tiempo de volver a su lugar de nacimiento y emprender un nuevo camino. Y así lo hace el 16 de enero de 2010, con la intención de inscribir su partido para participar en las elecciones a la presidencia.

En su ingenuidad, según sus palabras, nada más aterrizar se dirige al Memorial del Genocidio de Kigali en Gisozi. Allí habla sobre el genocidio tutsi pero también sobre la necesidad de hacer justicia con la memoria de los hutus asesinados tanto en Ruanda como en el este de la RD Congo. Sus palabras son consideradas “ideología del genocidio, minimización del genocidio y divisionismo”.

A partir de ese momento comienza un recorrido de pesadilla. En su libro describe el “sistema judicial ruandés” desde dentro. Interrogatorios, trampas continuas en las que cae, personas que la golpean, amenazas, los intentos por registrar su partido, la prohibición de visitar a su familia en los Países Bajos lo que conlleva los primeros baches emocionales al no poder acudir al cumpleaños de su hijo de ocho años…el ingreso en la cárcel y el miedo; “Estamos en un estado bananero, sin fe ni ley. Esos políticos son despiadados. Hay motivos para tener miedo a vivir en este país. Vengo de pasar más de doce horas entre rejas por no haber hecho nada. (pág.73).

Victoire comienza a vislumbrar que su vuelta ha hecho zozobrar la imagen que Kagame ha logrado gracias a “los elogios que le dedicaron por haber puesto fin al genocidio”, las felicitaciones por los grandes edificios y la pulcritud de las calles. Sigue una segunda detención, pasa 72 horas esposada de pie, sin dormir. Hasta el 26 de octubre en el que se produce la orden de ir a prisión.

El color rosa del uniforme que Victoire usará a partir de entonces significa que está pendiente de ser procesada. Chantal, una joven de 22 años, será su primera compañera de celda. Después vendrán otras, sobre las que hablará, contará sus vidas e incluso intentará ayudar, a pesar de saber que trabajan en su contra y la espían. La vida en prisión con toda su monotonía, algunos momentos de humor, y duras condiciones se impone.

Se la acusa de “difusión de la ideología del genocidio, complicidad con actos de terrorismo, sectarismo e intentar socavar la autoridad del estado”. Siendo uno de los puntos claves la inculpación de Ingabire en el intento de formación de un brazo armado del partido que ella fundó. Lo anterior se sustenta en el testimonio de cuatro hombres que aporta la fiscalía, entre ellos Vital (ex-FDLR) que declara que Victoire le había entregado dinero para la desestabilización del país. Ella, en cambio, se reafirma en la convicción de que “el último crimen que he cometido es criticar al gobierno“. Y trata de mostrar las diferencias con el FPR de Kagame, “invito a mis compatriotas a que tengan el valor de mirar la verdad de nuestra historia a la cara. Los invito a que reconozcan nuestra propia responsabilidad en la gestión de ese problema en vez de querer echarla sobre los extranjeros” (pág.135).

En relación a la complicidad con los actos de terrorismo, Ingabire confiesa en el libro que “la opción de crear una organización politico-militar también estuvo sobre la mesa” (pág.171) pero que, sin embargo, optaron por la vía pacífica, y añade: “sus testigos-habla al fiscal- pueden decir lo que usted les dice que digan, no encontrará en ningún lugar, ni en mis escritos, ni en mis discursos, nada donde preconicemos el recurso a la lucha armada”.

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Estamos en 2016 y Victoire Ingabire sigue en la cárcel, con una condena de 15 años. Según afirman diversas ONG y organizaciones como Amnistía Internacional no ha tenido un verdadero acceso a la justicia y su proceso está plagado de irregularidades y fallas, además “sus condiciones de encarcelamiento han empeorado significativamente desde que recurrió ante la Corte africana de derechos humanos y de los pueblos, y desde que se publicó el libro Entre las cuatro paredes de la 1930, escrito en la cárcel y sacado de la misma bajo riguroso secreto.”

Mi único arrepentimiento es que haya supervivientes del genocidio que se han sentido heridos porque haya sido en el memorial de los tutsis donde he evocado los crímenes contra la humanidad perpetrados sobre los hutus. Que estén tranquilos, no fue mi intención herir a nadie. Incluso pido perdón a quienquiera que se haya sentido ofendido por mis palabras. Pero sigo convencida de que para llegar a una reconciliación efectiva del pueblo ruandés hay que hablar explícitamente de todos los crímenes cometidos en Ruanda, sin ningún tabú. (pág. 170)

Ficha:

Título original: Entre les quatre murs du 1930 (2015)

Idioma: Original: Francés (Editorial Scribe)

Prólogo: Judi Rever

Traducción al castellano: Editorial Tal y Cual (2016)

Traductor: Juan Carlos Figueira Iglesias

Lugares de venta: En la sede de Comités Umoya http://umoya.org/ De lunes a viernes de 9:30 a 13:30. C/Argumosa, 1. 5ºA. Madrid. (Junto al metro Lavapiés)

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Original en: LitERaFRicA

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