Revoluciones árabes y miopías occidentales

28/02/2012 | Entrevistas

Protestas de las clases populares y las clases medias, soft power, el lugar de la mujer, realpolitik… Vincent Geisser, politólogo, investigador del Instituto francés para Oriente Próximo, habla sobre la pluralidad de las situaciones de protesta y las motivaciones de los actores revolucionarios del mundo árabe actual.


A.M.: ¿Por qué esta sorpresa general, véase ceguera, sobre todo en Europa pero también en los países árabes, al principio de los movimientos?

Vincent Geisser: Existen múltiples razones para esta miopía occidental sobre el mundo árabe. Pero la principal probablemente reside en esa herencia ideológica del orientalismo del siglo pasado que tiene tendencia a presentar a los pueblos árabes como políticamente inmaduros y las sociedades de la región como esclerosadas por la tradición y la religión. Desde esta perspectiva, el hecho dictatorial estaba naturalizado, considerado como un rasgo dominante del mundo árabe, al que se supone ser prisionero de sus valores culturales y religiosos. Es el mito del Homo Arabicus Dictator que ha sido vehiculado por ciertos intelectuales y personalidades políticas occidentales en distintas versiones pero que se aúnan en un punto: las dictaduras serían regímenes en consonancia con el estado de desarrollo político del mundo árabe, pareciendo que la democracia es superflua y demasiado precoz. Este prejuicio era reforzado por el hecho que numerosos líderes occidentales opinaban que era mejor apoyar dictaduras secularistas y modernistas (que en realidad no lo eran) que, según ellos, constituían la mejor muralla contra el fundamentalismo musulmán y el islamismo radical. De hecho, en Europa durante largo tiempo se ha estimado que las únicas revoluciones posibles en el mundo árabe eran las “revoluciones islámicas”. Es en nombre de esta creencia que la gran mayoría de los gobiernos europeos y norteamericanos han apoyado regímenes autoritarios como los de Ben-Ali y Mubarak, presentados como “ejemplares” en su lucha contra el integrismo islámico. Por el contrario, los occidentales se negaban a plantearse la hipótesis de “revoluciones democráticas”, ya que la democracia era percibida como ajena a la cultura política árabe. Este orientalismo también ha hecho estragos en ciertas élites políticas e intelectuales de Oriente Próximo y del Medio Oriente que contribuyeron a legitimar la representación culturalista y peyorativa de la inmadurez democrática de los pueblos árabes.

Usted habla de Renacimientos. ¿Por qué esa palabra y por qué ese plural? ¿Cómo calificar el mundo árabe anterior a esas revoluciones?

Hemos utilizado el término “renacimientos” en plural para diferenciar mejor los movimientos de protesta actuales del movimiento de la Nahda (en árabe, Renacimiento) del final del siglo XIX, que era sobre todo animado por élites religiosas e intelectuales (Abdou, Afghani, Kawakibi, etc.) que buscaban conciliar Islam y modernidad. Hoy, es obligado constatar que la oposición a la dictadura en el mundo árabe es menos un hecho de las élites intelectuales y de los ulemas que de individuos que generalmente pertenecen a las clases populares y medias, que padecen de lleno la desclasificación social y la humillación política. Por otra parte, esos movimientos de protesta difieren mucho de un país a otro, movidos por valores ciertamente universales pero extremadamente heterogéneos: dignidad, libertad, democracia, lucha contra la corrupción, aspirar a una mejor distribución de la riqueza pero también de valores más conservadores ligados directamente a la moral y a la religión. De este modo, con “renacimientos” buscamos poner en evidencia la pluralidad de las situaciones de protesta y las motivaciones de los actores revolucionarios del mundo árabe de hoy.

¿Cuál ha sido el papel del estamento militar en esta Primavera Árabe?

No se puede hablar de “Ejército árabe” con una gran “E” mayúscula ya que la postura de los militares es muy diferente según qué país. Desde este punto de vista, el pequeño ejército tunecino, formado en su mayoría por reclutas y técnicos, no tiene absolutamente nada que ver con los poderosos ejércitos egipcios y sirios, que disponen de un auténtico poder de influencia en su sociedad. Aún así, es posible evidenciar evoluciones comunes en el conjunto de los ejércitos árabes: su tecnificación y su “civilización”, en el sentido de que funcionan cada vez más según normas civiles comparables a las otras instituciones del Estado. Incluso en los países árabes extremadamente militarizados, los oficiales rara vez están en el poder. Desde hace tiempo, los regímenes árabes ya no son “regímenes militares”, “Estados cuartel” como dicen los expertos anglo-sajones. Por esta razón, no es sorprendente que parte de los suboficiales y de los oficiales de esos ejércitos tengan la tentación de unirse a estos movimientos de protesta para salvar sus privilegios pero también porque viven cada vez más como ciudadanos corrientes que aspiran a un cambio democrático.

¿Esta Primavera Árabe es el triunfo de un cierto soft-power (redes sociales, sociedad civil, medios de comunicación…)? ¿Cuáles son los tópicos, las imágenes de Épinal*, que han atravesado el imaginario mediático en torno a esta Primavera Árabe?

Algunos comentaristas han hablado de “revoluciones numéricas”, subrayando así el papel central de las nuevas tecnologías. Si es innegable que redes sociales como Facebook o Twitter son vectores de información y movilización, no dejan de ser únicamente “medios”. Las razones profundas de la “cólera árabe” existen independientemente de las nuevas tecnologías. Hablar de “revolución Facebook”, por ejemplo, es querer dar una imagen normalizada y dulzona de las revoluciones, considerando la frialdad numérica como el factor “número uno” que habría desencadenado todo. No hay que olvidar que en Sidi-Bouzid, Kasserine, El Cairo, Sanaa o Homs, fueron cuerpos humanos los que cayeron bajo las balas de las fuerzas de seguridad y no teclados de ordenador o teléfonos móviles.

¿El lugar de la mujer en estas revoluciones no ha sido únicamente visto con el prisma de un cierto exotismo y orientalismo? (bloguera contra la mujer con velo de los barrios populares).

La mujer es fuente de numerosas fantasías en el imaginario occidental, reforzando esa visión dicotómica de mujer sumisa / mujer rebelde. De hecho, los medios de comunicación europeos tuvieron tendencia a tan sólo interesarse por las mujeres árabes que se remitían a sus propios criterios de emancipación social y política (joven, urbana, occidentalizada, francófona o anglófona, luchando contra la tradición, etc.). Sin embargo, el análisis sociológico de los actuales movimientos de protesta en el mundo árabe muestra sobradamente que se trata de un tópico: las mujeres de las revoluciones provienen de todos los medios sociales, de horizontes religiosos y filosóficos muy heteróclitos, jóvenes graduadas en paro de los suburbios populares codeándose con las burguesas de los barrios altos, mujeres con hidjab o niqab caminando al lado de las feministas de izquierda… Los medios de comunicación sólo han querido quedarse con las jóvenes blogueras sexy, ignorando todas las demás figuras femeninas de los movimientos anti-dictadura, porque según su visión de las cosas una mujer con velo, a menos que sea una fanática, no puede tener conciencia política. Hay que esperar que la imagen de mujeres con velo coreando eslóganes a favor de la democracia y la libertad, contribuirá a darle la vuelta a esos tópicos orientalistas y exóticos sobre la mujer “árabe-musulmana”. Siempre se puede soñar.

¿Por qué Argelia parece estar relativamente preservada? ¿El ángulo muerto de la Primavera Árabe?

No soy experto en Argelia. Por lo tanto sólo puedo emitir hipótesis. Además de la configuración de la seguridad pública de Argelia que ha demostrado su eficacia represiva en los últimos meses (pero ¿por cuánto tiempo más?), también debe ser mencionado el trauma de la guerra civil. En Argelia las heridas de diez años de conflicto fratricida todavía no se han cerrado. El recuerdo de la violencia militar e islamista todavía está muy presente en las mentes. Además, el terreno político argelino está en plena reconstrucción. Las líneas divisorias distan de ser nítidas y aquellos que al principio intentaron abanderar las protestas anti-régimen – sobre todo la Alianza para la Cultura y la Democracia de Saïd Saadi – no tienen realmente credibilidad entre las masas populares. En este aspecto, opino que en Argelia así como en el resto del mundo árabe, el viento de la rebelión anti-dictadura vendrá primero de las clases populares. Ya no creo en las “fuerzas de protesta” de las élites argelinas.

¿La Realpolitik, juego de las potencias e intereses, jugó particularmente con las revoluciones frustradas de Bahrein, Yemen y en menor medida de Arabia Saudí?

Sí, es incontestable. La postura de las monarquías del Golfo es más que ambivalente. Se dicen protectoras de las aspiraciones democráticas de los pueblos árabes (sobre todo en Siria), mientras que en sus casas rechazan la más mínima apertura política y practican alegremente la represión sobre sus propias oposiciones. Sin embargo en la actualidad los países occidentales cierran los ojos sobre la situación sociopolítica de estas monarquías que distan de ser modelo de democracia y derechos humanos. Es todavía una forma de miopía occidental que corre peligro de costarnos muy caro, ya que un día u otro, el viento de la revolución soplará también sobre las monarquías petrolíferas.

Para el futuro, sus expectativas, sus temores (sin jugar a ser adivino, claro).

El error sería pensar que el paso de la dictadura a la democracia se hará de la noche a la mañana. Es un proceso muy largo y que puede padecer vicisitudes, periodos de restauración parcial de los antiguos regímenes, resistencia de antiguos sectores (ejército, policía, altos cargos del partido único, etc.). El mundo árabe todavía está atravesando una zona de incertidumbre sociopolítica en la cual las lógicas autoritarias heredadas de la dictadura coexisten con las lógicas democráticas traídas por las revoluciones. Aún nos hallamos en la “zona gris”. Pero una cosa es segura, y esto ya nadie podrá pararlo: el miedo ha cambiado de bando. Antes de la revolución tunecina eran los pueblos los que tenían miedo de los dictadores. Después y de aquí en adelante, son los dictadores los que tienen miedo de su pueblo. Y créanme, ¡Tienen buenas razones para tener miedo!

Hassina Mechaï

(Coautor con Michaël Béchir Ayari de “Renacimientos árabes. Siete preguntas clave sobre las revoluciones en marcha”, Ediciones de L´Atelier, 2.011).

Entrevista publicada en “Africa Time”, 8 de febrero de 2012.

Traducida para Fundación Sur por Juan Carlos Figueira Iglesias.

Nota del traductor:

* «l´image d´Épinal» es una expresión francesa que no tiene ninguna traducción aproximada al español. Según wikipedia: Las imágenes de Épinal fueron estampas de temática popular y vivos colores que se produjeron en Francia durante el siglo XIX. Su nombre deriva del de la primera empresa que las lanzó, «Imagerie d’Épinal». Ésta había sido fundada en 1796 por Jean-Charles Pellerin, un nativo de la ciudad francesa de Epinal.
Con el paso de tiempo, la expresión ha adquirido un sentido figurado en francés, designando una visión tradicionalista y naif de las cosas que se decanta únicamente por su lado bueno.

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