Reunión internacional de trabajadores sexuales en Johannesburgo: “Queremos derechos, no salvación”

5/02/2009 | Crónicas y reportajes

Hombres y mujeres de 10 países africanos, heterosexuales, gays y transexuales, se reunirán para compartir sus experiencias de vender sexo en el continente más pobre del mundo, y para dar a conocer sus demandas de igualdad de derechos.

Johannesburgo, la ciudad más grande de África, será la anfitriona esta semana de la Primera Conferencia Africana de Trabajadores Sexuales de la historia.

Vestidos con una camiseta amarilla de la conferencia y unos vaqueros, la mayoría, 153 delegados se reunieron el día 3 de febrero, en un centro de investigación para la salud, en el distrito de Hillbrow.
El tono del primero de los tres días que dura la sesión era claro: Queremos derechos, no salvación”, en palabras de una joven de Kenia, mientras leía un comunicado en representación de todos los participantes.

Citando los movimientos de liberación de África como fuente de inspiración, los trabajadores sexuales están fraguando una alianza panafricana para presionar por sus peticiones y completa emancipación, incluyendo el fin de la criminalización de su mercado.

“En Uganda, los trabajadores del sexo son tratados como perros”, asegura Daisy Makato, de 27 años, que vende sexo en las calles de Kampala. “Algunos perros tienen dueños pero a nosotros se nos trata como a los perros sucios y sin dueño que deambulan por las calles”, añade.

Huérfana a una temprana edad, Daisy se metió en este mundo del mercado de sexo cuando tenía 17 años, tras quedar embarazada, para obtener algunos ingresos.

De alguna manera el comercio sexual ha sido bueno para Daisy. Con sus ingresos, alrededor de un dólar americano por cliente, se ha construido una casa para ella y su hija de nueve años, y paga la escuela de su hija, su hermano el pequeño y su hermana.

Pero la estabilidad financiera tiene un precio.

Hace algunos años, un cliente rico, un “pez gordo del gobierno”, asegura, la obligó a mantener relaciones sexuales con él sin protección, y la infectó con el VIH y Sida.

Daisy toma medicamentos antirretrovirales para ralentizar la progresión del virus e insiste en utilizar preservativo para prevenir la reinfección con otra cepa del virus VIH. Pero, en un continente donde muchos hombres se muestran reacios a utilizar un condón, el sexo con protección puede ser muy difícil de vender.

“Cuando les digo que intento protegerles a ellos tanto como a mí misma, me dicen “Estás mintiendo, tú no pareces enferma”, cuenta la joven ugandesa, alisando su pelo liso bien engominado.

Para los más pobres, el dinero extra pagado por sexo sin protección puede ser una tentación difícil de resistir. En Zimbabue, por ejemplo, donde la mitad de la población de casi 11 millones de personas se ve acechada por el hambre, renunciar a un condón puede ayudar a una madre a poner más comida en la mesa de su familia.

Y el sexo con protección puede incluso ser más caro, para los trabajadores sexuales. En Uganda, dar condones gratis está denunciado por algunos líderes de iglesias como “incentivador de la promiscuidad”. Esto obliga a algunos hospitales y clínicas a plantar un alto precio añadido a los preservativos donados por las Organizaciones No Gubernamentales, para ayudar a prevenir la expansión del Sida y el VIH.

Irónicamente, mientras que por rutina se les acusa de transmitir el VIH, los trabajadores sexuales a menudo están excluidos de las campañas para animar a la gente a conocer su estatus con respecto al Sida.

“No puedes sentirte cómodo entrando ahí [en las clínicas]”, cuenta Nelson, de 25 años, trabajador sexual en la capital de Namibia, Windhoek.

“Si tienes una infección de trasmisión sexual, se empiezan a reír de ti entre ellos, y te dicen que es porque eres un trabajador sexual”.

En los 12 años desde que empezó a meterse en el sexo transaccional, Nelson, que tiene la ambición de convertirse en un abogado, dice que ha perdido a muchos amigos por culpa del Sida.

Espera obtener consejos en la Conferencia de Johannesburgo para poner una línea telefónica para los trabajadores sexuales, a donde puedan llamar, por ejemplo cuando son detenidos.

Daisy ha perdido la cuenta de las veces que la han arrestado por “estar ahí sin hacer nada”, algunas veces después de negarse a tener sexo grais con algún oficial de policía.

“El mercado del sexo siempre ha estado ahí, y siempre lo estará. Eso es la realidad”, dice Eric Harper, director de la fuerza operante de Educación y Defensa de los Trabajadores Sexuales, SWEAT, con sede en Ciudad del Cabo, “La alianza pretende escuchar los que los trabajadores sexuales están diciendo. Y ellos dicen: déjennos elegir por nosotros mismos”.

(IOL, 05-02-09)

Autor

Más artículos de Administrador-Webmaster