Moïse Katumbi, gobernador de la poderosa Provincia congoleña de Katanga, hombre de negocios y muy popular por ser el Florentino Pérez congoleño, propietario del equipo de fútbol Mazembe, en su regreso a Lumumbashi, capital de Katanga, tras varios meses en Londres, ha pronunciado una frase que está siendo muy comentada: “Nos han pitado dos penaltis injustos – alusión a recientes partidos de fútbol en la Copa de África – que hemos aceptado, pero un tercero podría incitar a que el público invadiera el terreno de juego”. Como para que no se dudara del sentido y alcance de esa frase, Katumbi, aclamado por una muchedumbre en el aeropuerto de Lumumbashi, alabó “el coraje del pueblo burkinabé” que había obligado al presidente Blaise Campoaré a marchar al exilio.
Ningún congoleño ha dudado de que se trata de una advertencia al Presidente Joseph Kabila. En 2016, terminará su segundo mandato y todo parece indicar que, desde hace varios meses, el Presidente realiza maniobras diversas – incluso conformando un nuevo gobierno en el que participan algunos miembros de la oposición y de la sociedad civil – para optar, en flagrante contradicción con lo establecido en la Constitución (“El Presidente de la República es elegido por sufragio universal por un mandato de cinco años renovable solo una vez”, art. 70.1), a un tercer mandato; sus decisiones apuntan claramente hacia ese objetivo y, dado el control sobre los aparatos del Estado, salvo rebelión cívica – invasión del terreno de juego – similar a la producida en Burkina Faso, Kabila puede perfectamente ser “elegido”.
La comunidad internacional ha expresado en varias ocasiones su disconformidad con los presuntos proyectos de Kabila de modificar la Constitución y así poder optar a un tercer mandato. El presidente francés, François Hollande, fue especialmente explícito sobre la perversa tendencia de no pocos líderes africanos a perpetuarse en el poder en la última reunión de jefes de Estado de la “Francophonie”, no sin irritar a alguno de los aludidos, como el ruandés Paul Kagame. Son numerosos los gobernantes africanos (Zimbabue, Angola, Chad, Uganda, Congo, Ruanda…) que se consideran imprescindibles. El procedimiento para perdurar más usado últimamente es el de la modificación de la Constitución. La reacción de dichos líderes enojados ante lo que juzgan injerencias occidentales adquiere tonos engañosamente anti-imperialistas y anti-neocolonialistas: “De nuevo los blancos quieren dictarnos lo que debemos hacer y fijar las normas que nos deben regir; somos nosotros los dueños de nuestros destinos”. Se trata, casi siempre, de pura retórica.
Hasta ahora, en la República Democrática del Congo, el no a la posibilidad de un tercer mandato de Joseph Kabila ha estado impulsado por la oposición política interior, más o menos dividida y/o concertada, por la llamada “sociedad civil” (agrupamiento de centenares de organizaciones sociales de base) y muy particularmente por la Conferencia Episcopal Congoleña que se ha expresado en repetidas ocasiones con claridad y contundencia en favor del respeto a lo establecido constitucionalmente. La reciente configuración del prometido “gobierno de cohesión nacional”, con la incorporación de ministros provenientes de partidos de la oposición y/o de la sociedad civil, trataría por un lado de ampliar la llamada mayoría presidencial y por otro de cuartear y debilitar los bloques opositores, en aras a legitimar política y socialmente las modificaciones constitucionales que al parecer se pretenden.
Moïse Katumbi, considerado hasta ahora como cercano y aliado de la mayoría presidencial y gobernador de la Provincia – Katanga – originaria de Joseph Kabila, parece haber dado un paso de gran trascendencia. No son pocos los observadores que lo consideran como el primero que le conduciría hacia una candidatura a la presidencia de la República. Los líderes de la oposición han aplaudido las palabras, sin duda bien pensadas y sopesadas, que Katumbi ha pronunciado en Lumumbashi. Algunos ya han pronosticado “que los días de Kabila están contados” y que el campo de la mayoría presidencial ha comenzado ya a vaciarse; la implosión de la misma estaría a punto de producirse. Mientras tanto, la inestabilidad y la violencia persisten en el Este del país y el proceso de pacificación – desarme, desmovilización y reinserción de los numerosos grupos armado-, sigue pendiente.
Ramón Arozarena