Renacimiento Africano, sexagésimo aniversario del Primer Congreso de intelectuales negros

21/09/2016 | Crónicas y reportajes

Después de la Segunda Guerra Mundial, el África colonizada empezó a trabajar en sus profundas aspiraciones por la libertad y el manejo de su propio destino histórico. Para la elite negra, la emancipación política pasaba por la afirmación de los valores culturales negros. El Primer Congreso de escritores y artistas negros, que se celebró en septiembre de 1956 y que reunió a los principales intelectuales de África y su diáspora es una de las principales etapas de esta liberación espiritual del mundo negro.

Hace 60 años se celebró en París, del 19 al 21 de septiembre de 1956, el primer Congreso Internacional de escritores y artistas negros, bajo los auspicios de la editorial Présence Africaine. Reunidos en el anfiteatro Descartes de la Sorbona, este encuentro histórico significaba la continuidad de los Congresos Panafricanos, que se habían celebrado en la primera mitad del siglo XX. Para Lilyan Kesteloot, historiadora del movimiento de liberación cultural de los pueblos negros bajo el dominio colonial francés, «el Congreso de los intelectuales negros de 1956 representó para el mundo negro lo que la Conferencia de Bandung, que tuvo lugar el año anterior, pudo representar para el tercer mundo en general».

Un vistazo a la foto de los oradores en la Sorbona da una idea de la magnitud de este «Bandung cultural», que reunió a más de un centenar de delegados de 84 países, con cincuenta y dos oradores. Entre ellos, Richard Wright (EE.UU.), Aimé Césaire y Frantz Fanon (Martinica), J. Price-Mars (Haití), Léopold Sédar Senghor (Senegal), Jacques Rabemananjara (Madagascar), por citar algunos.

Que el Congreso tuviera lugar en la Sorbona, el lugar por excelencia del pensamiento y los estudios franceses, tuvo un valor simbólico. El prestigio del lugar dio visibilidad al evento y éste entró en el gran escenario de la historia. En el cartel del congreso, pintado por Picasso, las personas de raza negra estaban simbolizadas por el perfil de una cabeza negra, con una corona de flores y espinas ceñida al cabello.

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Contexto

La iniciativa de este congreso fue de Alioune Diop, fundador de Présence Africaine que era, originalmente, una revista creada para «definir la singularidad africana y acelerar su integración en el mundo moderno», como escribió su fundador en la edición inaugural de la revista publicada en diciembre de 1947. Este proyecto fue apoyado por la elite de la intelectualidad francesa de la época, incluyendo a Jean-Paul Sartre, André Gide, Marcel Griaule, Theodore Monod y Emmanuel Mounier, que habían denunciado los males de la colonización y cuestionado, a través de sus escritos, la «misión civilizadora colonial de Occidente.» Estos intelectuales componían el prestigioso comité de la revista.

El compromiso editorial de Alioune Diop también formó parte del movimiento de renacimiento cultural negro que surgió a principios del siglo XX en los salones de la burguesía negra de Harlem y que había encontrado su relevo en Europa en la corriente «negritud». La palabra fue acuñada por el poeta Aimé Césaire, Léon-Gontran Damas y Léopold Sédar Senghor, estudiantes en París, en la década de 1930. Según la leyenda, el trío se basó en el término que se dedicaba a los negros como un insulto, para hacer de ello un símbolo histórico de la dignidad recuperada de la raza negra.

Definida inicialmente como «el conjunto de los valores culturales del África negra,» la negritud se convirtió, bajo las talentosas plumas, en un arma cultural para la liberación cultural y política del mundo negro humillado, explotado y dominado durante muchos siglos por el imperialismo europeo. Los artistas, los pensadores y los escritores de la Negritud encuentran en las páginas de la revista Présence Africaine un espacio para expresar su conocimiento.

En 1949, convertida en editorial, Présence Africaine, puede dar más protagonismo a este movimiento, no sólo mediante la publicación de las obras que han contribuido al reconocimiento de la negritud, sino también a la afirmación de la dignidad de los pueblos de raza negra colonizados, allanando el camino para la independencia de los estados africanos que se produjo en la década de 1960.

Debates

Es en las oficinas de Présence Africaine, durante una charla entre el editor Aloune Diop y el poeta-diputado de Martinica, Aimé Césaire, donde nació la idea del Congreso que reuniría a intelectuales negros de todos los orígenes. En los albores de la descolonización, la urgencia era hacer un balance de las contribuciones de la civilización africana y determinar las responsabilidades de los intelectuales negros para sacar a sus pueblos de la crisis espiritual en la que los siglos de esclavitud y colonización los tuvieron hundidos, privándoles de su cultura, sus creencias y su libertad. Designados por Aimé Césaire como “guías de almas», los representantes de la cultura negra estaban llamados a desempeñar el papel de guías espirituales de sus pueblos y a «preparar bien la descolonización».

Pronunciando el discurso de apertura del congreso de la desde la Sorbona el 19 de septiembre, Alioune Diop recordó a los que le acusaban de haber hecho de la negritud un criterio de admisión al Congreso que si el color de la piel no era más que un accidente, “este color no es menos responsable de los acontecimientos, instituciones y leyes éticas, que han marcado de forma indeleble nuestras relaciones con el hombre blanco». Y el editor explica: «los negros de los Estados Unidos, el Caribe y el continente africano, independientemente de la distancia que separa nuestro universo espiritual tenemos en común que somos descendientes de los mismos ancestros».

El primer día del congreso estuvo dedicado al inventario de la cultura negra, el segundo a la propia crisis y el último al futuro.

Las Actas del Congreso, publicadas en un número especial de Présence Africaine, reflejan la riqueza y diversidad de lo expuesto durante esos tres días. Sin embargo, estas actas no permiten medir las divisiones que surgieron durante la conferencia entre las diferentes concepciones sobre el mundo negro y las causas de las crisis que lo atraviesan. Estas discrepancias fueron lo suficientemente graves como para que la delegación de Estados Unidos amenazara con abandonar. Cabe recordar que en aquel momento se estaba en plena Guerra Fría y muchos intelectuales no obtuvieron el visado de salida para asistir al Congreso, que había arrojado una nube de sospecha sobre que la delegación de Estados Unidos estaba infiltrada por la CIA.

Francia, por su parte, desconfiaba de esta reunión anticolonialista, con la guerra de independencia de Argelia en pleno apogeo. «No sabíamos hasta el último minuto si teníamos permiso para celebrar el congreso en la Sorbona», recuerda Christiane Diop, esposa del fundador de Présence Africaine. Por otra lado, contrariamente a la costumbre, el presidente de la Sorbona canceló su asistencia a la sesión de apertura de la conferencia y no participó en el resto del programa. Probablemente con razón, ya que los debates entre colonizadores y anticolonialistas, comunistas y católicos fueron muy arduos.

El público asistente se dividió entre los que creían en la singularidad de la civilización africana negra (posición defendida por Senghor en el podio), y los que preconizaban una visión menos esencialista de la cultura y proponían abordarla como una suma de identidades vinculadas a las diversas situaciones de las comunidades negras en el mundo: esta era la posición de Richard Wright. Las divisiones también tenían que ver con la relación entre lo cultural y lo político, revelando las antiguas divisiones dentro de la intelectualidad negra, entre los marxistas que llamaban a una sublevación total e inmediata contra los colonizadores y los escritores de la negritud, para los que la liberación política pasaba necesariamente por la toma de conciencia del valor de su cultura. Fue necesaria toda la diplomacia, experiencia y “saber hacer” de Alioune Diop para alcanzar una posición de consenso, que permitiera sugerir en la resolución final la «solidaridad» de los oprimidos y el necesario diálogo de las culturas.

A pesar de las divisiones y controversias, este primer Congreso es una fecha importante en la historia cultural del mundo negro. «Fue importante porque se reunió en la capital francesa a todos los intelectuales del mundo negro, apunta Lilyan Kesteloot. Este Congreso dio una visibilidad sin precedentes a la cultura y al pensamiento de África y su diáspora y puso en marcha un movimiento de afirmación que el mundo ya no podía ignorar”.

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