El 2 de noviembre, en un blog del semanario católico inglés liberal y muy “pro-Francisco”, “The Tablet”, Arthur McCaffrey, escritor católico de Boston y antiguo psicólogo en la universidad de Harvard, argumentaba que Donald Trump podría ganar las elecciones porque “aunque con muchos defectos, odioso e impopular, todavía ofrece a los americanos un futuro mejor que el de Clinton”… “Detrás del misógino y altisonante hedor de Trump, se siente el dulce aroma de la liberación del establishment corrupto representado por Hilary Clinton”. Al día siguiente de la elección, los primeros análisis indicaban que Trump había conseguido el 52% del voto católico (Obama obtuvo en 2012 casi un 51%). Y el jueves 10 de noviembre, en una entrevista en Il Giornale, el cardenal americano Raymond Burke, que Francisco había apartado de la curia en 2014 nombrándolo Patrono de la Soberana Orden de Malta, y que Religión Digital describía el 13 de abril de este año como “Capitán de la disidencia contra la “Amoris Laetitia”, declaraba a propósito de Donald Trump: “Pero ¡qué va a ser un hombre del odio! Como presidente defenderá los valores de la Iglesia”. Hilary Clinton se ha mostrado a veces hostil a posiciones católicas en el campo de la moral, y en algunos de los mails de su jefa de campaña Jennifer Palmieri se hablaba de los católicos en modo despectivo. Pero ¿cuáles serán los valores católicos defendidos por Trump? ¿Los valores del papa Francisco?
“Pienso que el Papa es una persona muy política”. “Pienso que no comprende los problemas de nuestro país”. “Pienso que no comprende el peligro de la frontera abierta que tenemos con Méjico. Creo que Méjico le ha influido porque quieren mantener la frontera como ahora. Ellos se enriquecen y nosotros perdemos”. Son las palabras de Donald Trump en el programa “Varney & Co” del Fox Business Network, la víspera del comienzo de la visita del papa Francisco a Méjico (12 al 18 de febrero 2016). Por su parte, el papa Francisco que, a punto de finalizar su visita, había querido rezar delante de una cruz erigida cerca de la frontera entre Méjico y USA, en la entrevista informal que como va siendo habitual dio en el avión de vuelta, comentó, refiriéndose a Trump: “alguien que quiere construir muros y no puentes no es cristiano”. La respuesta del todavía pretendiente a la presidencia, presbiteriano de confesión, no se hizo esperar: “¡Es vergonzoso que un dirigente religioso ponga en duda la fe de una persona!”… “Si Daech ataca al Vaticano, el papa estará muy contento de que yo sea el presidente de los Estados Unidos”. Pero tras un día de tensiones, el mismo día 19 Trump aparecía más sosegado en una entrevista en la CNN: “El papa es un tipo formidable”… “No me gusta reñir con el papa”…”Tengo mucho respeto por él”. Más conciliador también Francisco explicaba que no quería “inmiscuirse en la campaña electoral” y que se preguntaba qué había de realidad en las muchas cosas que Donald Trump decía.
Tras la elección presidencial muchos parecen compartir la perplejidad del papa sobre qué habrá de real detrás de sus inmoderadas expresiones. ¿Es ese personaje exagerado el Trump real, según sugería el viernes 11 en el telediario de TVE Juan Manuel Benítez, español residente en USA y presentador de “New York 1”? ¿Lo va a calmar el ejercicio responsable de la presidencia? El comentario de “Buttonwood’s notebook” en The Economist” de esta semana era bastante cínico: “los inversores apuestan porque Trump no va a tener en cuenta al pueblo que lo ha elegido”.
Entre tanto, el papa Francisco volvió a hablar del tema de los refugiados el 1 de noviembre en el avión que le conducía a Roma tras concluir en Malmö su visita a Suecia. “[Suecia] tiene una larga tradición de hospitalidad, y no solo recibiendo, sino también integrando”, dijo el papa, que también distinguió entre refugiados y emigrantes. “El migrante debe ser tratado con ciertas reglas, porque migrar es un derecho, pero está muy regulado. En cambio, el refugiado viene de situaciones de angustia, hambre, guerra terrible, y su estatus requiere más cuidados y más trabajo”.
De hecho, Suecia comienza a tener problemas, consecuencia en parte de su misma generosidad. La tasa de paro del 5% entre la población sueca se dispara hasta el 22’5% entre los refugiados y emigrantes extracomunitarios y, a pesar de los programas de formación e integración, existe un peligro evidente de alienación y guetización. La llegada de trabajadores extranjeros es teóricamente necesaria para que una Europa envejecida pueda mantener su sistema de pensiones. Pero en unos países como Suecia el 90% de los puestos de trabajo requieren una formación que muchos emigrantes no poseen. Mientras que en otros, como España, donde sólo el 70% lo requeriría, el paro es ya del 18% entre la población autóctona.
La solución concreta no es nunca evidente. Y Francisco, siempre en el avión hacia Roma, añadía: “No es humano cerrar puertas y corazones a los refugiados, pero también se necesita prudencia para poder acoger a todos los que pueden ser integrados de verdad ofreciéndoles casa, escuela y trabajo”. “Si un país tiene una capacidad de integración, que haga lo que pueda. ¿Cuál es el riesgo si un migrante o un refugiado no es integrado? ¡Se guetiza! Entra a un gueto, y una cultura que no se desarrolla en una relación con la otra cultura, esto se vuelve peligroso. Creo que el peor consejero para los países que tienden a cerrar las fronteras siempre es el miedo. Y el mejor consejero es la prudencia”.
Sin duda dos eventos recientes han dado un poco de optimismo a quienes luchan para que no haya refugiados que mueran en el Mediterráneo, y para que puedan vivir dignamente los que llegan hasta Europa. El martes 8 de octubre el parlamento húngaro rechazó la resolución con la que el primer ministro Viktor Orban intentaba bloquear la llegada de 1294 refugiados que le correspondían a Hungría según las cuotas decididas por la UE. Y ya había perdido por falta de quorum el referéndum que por el mismo motivo había organizado el 2 de octubre. Y El FORIM, “Forum des Organisations de Solidarité Internationale issues des Migrations », fundado en 2002 para favorecer la integración de los emigrantes, y de la que forman parte unas 700 asociaciones, ha lanzado el 10 de noviembre en Francia, en la sede de UNESCO en París, una campaña de movilización para combatir las ideas erróneas e injustas que se tiene sobre los emigrantes y refugiados.
Ramón Echeverría