Las reflexiones en torno a las problemáticas africanas que se exponen aquí recorren las grandes líneas de la “introducción” de un libro que hemos publicado recientemente y que incluye distintas vertientes de debates en torno a los sistemas políticos africanos y sus implicaciones. Las referencias del libro referido son las siguientes: Maguemati Wabgou (2007) (compilador & ed.): Sistemas políticos africanos. Debates Contemporáneos en Colombia desde la Ciencia Política, Universidad nacional de Colombia, Grupo Migraciones y Desplazamientos, Grupo de Estudios Afrocolombianos (GEA-CES), Bogotá.
1) Uno de los temas que suscitan debates sobre el futuro de África y sus sistemas políticos se define en torno a las identidades y el poder. En este sentido, las expresiones identitarias frente al ejercicio del poder central en el África al Sur del Sahara y en la confrontación surgida entre las identidades saharaui y el Estado marroquí siguen siendo temas de actualidad. Esto implica, por un lado, analizar los mecanismos de funcionamiento de los poderes (tradicional y moderno) en sociedades marcadas profundamente por una pluralidad étnica, clánica, de familias extensas, linajes y castas. La manera como las poblaciones negroafricanas se amoldan a las exigencias derivadas de la lógica estatal, mientras intentan resistir a la modernidad también merece mucha atención puesto que la gestión política del Estado se ejerce desde el poder central pese a la ruptura existente entre éste y las formaciones sociales integradas por pueblos campesinos y trabajadores, principalmente. Además, el impacto del legado colonial del poder sobre la gestión política en el subcontinente explica el hecho de que existen dificultades e incoherencias entre el modo de asumir el poder y las realidades tradicionales. En consecuencia, las alternativas para África deben ser centradas en una nueva clase política que, con una aguda visión política, un sentido de respeto al pueblo y una voluntad política inquebrantable, oriente las transformaciones requeridas en la región.
Por otro lado, ubicándonos en el África del Norte, aludimos a la complejidad de las tensiones que caracterizan las relaciones entre la República Árabe Saharaui Democrática –RASD- y Marruecos, teniendo en cuenta el peso de la opinión internacional que, en su mayoría encabezada por la ONU, no reconoce a esta república como el Estado que se reivindica. Los argumentos utilizados por Marruecos para seguir “invisibilizando” al Sahara Occidental en el orden mundial; argumentos que se contraponen a los de la RASD y del Frente Polisario (su facción armada) hasta tal punto que es legítimo preguntarse si ¿se puede considerar a Marruecos como un país imperialista o poscolonialista? De todos modos, lo cierto es que la anexión del Sahara occidental a Marruecos expresa la lógica imperialista de expansión territorial del Estado marroquí por motivos geopolíticos y económicos, a la vez que agudiza el conflicto armado e incrementa los desplazamientos forzosos de las poblaciones saharauis.
2) Otra temática de interés para el debate se centra en los conflictos que golpean al continente africano, desencadenados e incrementados por razones que traspasan las cuestiones étnicas e identitarias para adentrarse en los intereses económicos, políticos e ideológicos. Con una reflexión sobre la situación conflictiva reinante en distintos países africanos, se presentan las problemáticas de índole estructural de Angola en el periodo que va desde 1975 hasta la actualidad, pasando por 2002 (cuando las fuerzas rebeldes de la UNITA – Unión Nacional para la Independencia Total de Angola- suscribieron un tratado de paz militar con el ejército del gobierno angoleño). Angola ha sido el escenario de enfrentamientos político-étnicos y económicos; alimentados por la transnacionalización de las economías basadas en el tráfico de armas y la presencia de mercenarios. Además de la corrupción y el enriquecimiento focalizado en el gobierno del Movimiento Popular para la Liberación de Angola -MPLA- y en la UNITA, las consecuencias de este conflicto han sido nefastas para las poblaciones porque han generado prácticas que degradan la esencia y la libertad humanas, además de envilecer la identidad de todo un pueblo.
A continuación, los debates abarcan la situación de Liberia, Ruanda, Sudán y Chad; definen los casos de Ruanda y Liberia como conflictos de sucesión, con particularidades étnicas, políticas y económicas; mientras que en Sudán son de carácter político y económico, con un fuerte componente étnico-racial y religioso; y en Chad se muestran como predominantes los factores políticos y de sucesión, aun cuando existan características religiosas muy latentes y económicas relacionadas con el control de zonas petrolíferas. En el caso de Sierra Leona, las operaciones beligerantes que se han desplegado en este país africano encajan dentro de la caracterización de las “nuevas guerras”; por ello, se presentan hechos que corroboran la financiación de este conflicto por medio del tráfico de diamantes, el negocio y las ganancias de la explotación de sus minas. En consecuencia, la guerra en Sierra Leona ha generado un alto costo a nivel internacional y una profunda crisis humanitaria que ha afectado a Guinea Conakry y a Liberia, países convertidos en refugio para numerosas personas sierraleonesas mientras que se desarrolla el proceso de paz y de reconstrucción social posconflicto.
En todos estos países, es necesario poner en marcha procesos de paz, reconciliación y reconstrucción con el fin de consolidar el acceso democrático y el reparto equitativo de los recursos nacionales.
3) A continuación, también se elaboran reflexiones en torno a la globalización, sus impactos económicos en África como continente, sus efectos ideológicos sobre la diversidad de las poblaciones y sus implicaciones socioculturales de carácter general. Mientras África se inserta en el mercado mundial, el bajo nivel de las fuerzas productivas, el desmoronamiento de la agricultura por la concentración exportadora, el déficit alimentario de las poblaciones, el fracaso de la industrialización por la sustitución de importaciones, la depreciación de materias primas en el exterior y la pobreza rural creciente, siguen su imparable reproducción. Se abordan discusiones sobre la cooperación internacional con especial énfasis en el papel de China tras presentar una revisión teórica sobre la globalización con el fin de centrarse en sus aspectos económicos y culturales; y de buscar alternativas a la mayor crisis económica provocada por las prácticas neoliberales en África. En consecuencia, se requieren profundos cambios de mentalidad y de los modelos de cooperación si se quieren fortalecer los conocimientos tradicionales y realizar programas conformes a la realidad local que está afectada por la crisis socioeconómica y la pobreza. Estos dos últimas temáticas se sitúan al centro de la discusión sobre el continente africano en la escena global ya que permiten entender las situaciones de marginación vivida por el continente africano en el sistema mundial a causa de la imposición de un modelo de Estado neo-colonial, la pervivencia de estructuras económicas de tipo colonial y la dependencia material e ideológica del mundo occidental. Es aquí donde se cuestiona el carácter marginal de la inserción de África en el sistema internacional, situándose entre la Conferencia de Berlín (1884-1885) y la época postcolonial. A partir de una crítica al concepto de Estado-nación, se presenta un análisis del proceso mediante el cual se desarrollan las formas de organización política en África y se abren las posibilidades de inserción de los Estados africanos al sistema internacional.
Por último, se pretende mostrar la realidad del discurso político del Islam en el Magreb en este mundo globalizado, con énfasis en Argelia, Libia, Marruecos y Túnez. De allí, se presenta una crítica a los enfoques occidentales que tienden a desprestigiar la importancia de la religión en los análisis políticos y se hace hincapié en la diversidad de regímenes en el mundo musulmán como expresión de las relaciones entre el Islam y lo político. Se presentan las formas como cada Estado del Magreb ha reaccionado frente a la emergencia de los fundamentalismos teniendo en cuenta las realidades de cada país, la naturaleza de las relaciones entre gobierno y fundamentalistas, el peso de la presión de la comunidad internacional y la personalidad de los jefes de Estado.
4) Considerar los retos a los cuales se enfrenta el continente africano en el sistema global conduce a proponer alternativas de solución a los problemas enfrentados. Aunque el panorama es tan complejo como la realidad africana, se identifican debates entre afro-pesimistas y afro-optimistas que reconocen la lejanía del “fin de las guerras y las revoluciones sangrientas” y denuncian que las necesidades de niñas, niños, hombres, mujeres, jóvenes y personas mayores no se ven satisfechas mediante la mera actividad económica. Por lo tanto, cualquier intento de cambio se ha de estructurar con nuevas formas de percibir a África como continente y a la diversidad de su población, hasta ahora estereotipados en términos de incivilidad, ignorancia, conflictos, corrupción, miseria, hambre y desesperación. Es necesario combatir esta actitud basada en el “afropesimismo” mediante los medios de comunicación que, en buena medida vehiculan estas imágenes, con el fin de contrarrestar los efectos nocivos de los prejuicios, transformar los patrones repetitivos que pretenden configurar la perpetuación de estereotipos y revalorizar las culturas africanas por sus aportes al resto del mundo.
Además, retomando la idea de la mirada del “Otro” para situarla en el centro del debate contemporáneo desde la perspectiva de los estudios poscoloniales, se hace una crítica a la tradición eurocentrista y anglo-americana utilizada para identificar a África y a lo africano como el “Otro” contradictorio o negativo de lo opuesto, un “Otro” que necesita ser impregnado de civilización y desarrollo occidental, un “Otro” que es ignorante por no seguir los cánones epistemológicos de la ciencia. Entre las alternativas enunciadas, se destaca la ruptura analítica en la dimensión socio-cultural, mediada por un fuerte discurso y una carga simbólica que mantiene a África sometida al proyecto eurocentrista y anglosajón de modernización occidental; en la dimensión económica, con el papel de los organismos internacionales, las políticas de ajuste estructural y la reforma fiscal que desconocen las especificidades del continente; y en la dimensión política, con los procesos democráticos occidentales y las posibilidades del panafricanismo como vía de integración regional y continental en el mundo globalizado. En este misma orden de ideas, la consolidación de las relaciones entre África y América Latina se presenta como una salida para contrarrestar los impactos nefastos de la globalización en ambos continentes y, sobre todo, para dejar de depender de los países europeos y de los norteamericanos retomando sus potencialidades geopolíticas, una forma de “mirarnos a nosotros mismos”, y denunciando la marginalidad a la que han sido sometidas las relaciones África-América Latina. Una marginalidad que se vive en la academia por razones institucionales y por la falta de la institucionalización de los estudios africanos en las universidades del mundo en general, y occidental en particular: es entonces urgente la ruptura respecto de la posición víctimas-victimarios y de los paradigmas epistémicos occidentales con el fin de afianzar el diálogo sur-sur frente a la globalización dominante y extendida por el pensamiento occidental.