En el día en el que los líderes de las dos partes en disputa en el Sur Sudán finalmente se encontraban cara a cara y firmaban un acuerdo de alto el fuego en Addis Abeba, la foto que muchos medios presentaron como más representativa de ese crucial encuentro fue la que presentamos hoy como acompañamiento de esta entrada.
En ella, se ve al primado anglicano Daniel Deng (de frente) y el arzobispo de Yuba Paulino Lukudu (de espaldas) tomando de las manos al presidente Kiir y al ex-presidente y líder rebelde Riek Machar en un momento de oración y recogimiento previo a las conversaciones de paz.
Mirando la foto, me da la impresión que los dos líderes en conflicto tienen un semblante desafiante… si fuera así, qué pena que ninguno de los prelados – que cuando llega el momento tampoco tienen pelos en la lengua – no les dieran a los políticos una colleja bien merecida por el desastre humano que han provocado en las últimas semanas, pero bueno… se limitaron a hacer sus deberes y a rezar como siempre por todos los pecadores, máxime si éstos son líderes que, con el poder que tienen en sus manos, tienen mucho más potencial para hacer tanto el bien como el mal.
Esta foto me hace recordar en insustituible papel que con frecuencia los líderes religiosos han tenido a la hora de construir puentes, especialmente en situaciones desesperadas y altamente peligrosas donde nadie daba un duro por el futuro de la empresa en cuestión. Mons. Paride Taban, un obispo sudanés retirado que había participado en numerosas iniciativas de paz y mediación, me contaba una vez de que eran precisamente los líderes religiosos los que casi siempre comenzaban los procesos… una vez que la cosa estaba más o menos encarrilada, otras organizaciones internacionales acudían a ayudar ante las mejoradas perspectivas de éxito y llegaba un momento en el que se hacían cargo de todo, especialmente de la parte logística, lo cual suponía el cambiarse a un hotel de mejor calidad, el dar unas subsidios o dietas a los participantes y organizar también una mejor cobertura mediática… esto hacía que los componentes de las comisiones pronto se acostumbraran “a la buena vida” de las conversaciones de paz y se olvidaran de quiénes habían sido los que habían ayudado a dar los primeros pasos cuando nadie daba un duro por la situación, llegando incluso al hecho de menospreciarlos “a toro pasado” simplemente por no poder tener la posibilidad de ofrecer mejores condiciones a las partes en conflicto.
Y como siempre pasaba, cuanto se terminaba el proceso volvía la calma y la estabilidad, se olvidaba lo que costó la paz y en otro momento dado comenzaban de nuevo las disputas, las tensiones y rebrotaba la violencia en la misma región o e otra diferente… se hacían llamados a la comunidad internacional para que actuara y, como tardaban en actuar, los únicos que se movían y se ponían a hacer algo eran los líderes religiosos, los cuales comenzaban de nuevo, con infinita paciencia, a traer orden en el caos… precisamente hasta que llegaban otras organizaciones y volvían a tomar la iniciativa.
Toda una labor ingente, callada, y completamente desinteresada… que apenas se ha reconocido internacionalmente porque los laureles y los honores se los llevan otros y no está en el DNA de las iglesias el demandar un reconocimiento público. En la historia de esta región – no sólo del Sur Sudán – hay un puñado de iniciativas de mediación que consiguieron su objetivo y se alcanzaron con el esfuerzo de unos hombre movidos sólo por su fe y por la dedicación a su pueblo. Esta foto, aunque sea sin palabras, es para mí un merecido homenaje a los que, con paciencia y fe infinitas, siguen creyendo que la paz es un regalo precioso de Dios.
Postdata: Un último pensamiento provocador… ¿se imaginan en nuestra liberal Europa a dos arzobispos tomando de la mano públicamente al presidente y al líder de la oposición de un país y haciendo un momento de oración con ellos?
Original en : En Clave de África