El 3 de octubre, se anunció que la inglesa Sarah Elisabeth Mullally, enfermera de profesión, ordenada sacerdote en 2002 y obispo de Crediton (Condado de Devon) en 2015, se convertiría en enero de 2026 en el 106º arzobispo de Canterbury. Las mujeres obispo africanas lo celebran. La Iglesia de África del Sur calificó el nombramiento de «histórico» y que lo acogía con gran satisfacción. Pero, mayoritariamente, los tradicionalistas africanos lo consideran otro error más que pone en peligro la unidad de la Comunión Anglicana.
En 1944 en Hong Kong, durante la Segunda Guerra Mundial, Florence Li Tim-OI fue ordenada sacerdote de la Iglesia Anglicana. Su ordenación fue entonces considerada irregular por muchas provincias anglicanas, y ella renunció a ejercer el sacerdocio (aunque nunca renunció a su ordenación). Las primeras ordenaciones de mujeres reconocidas oficialmente tuvieron lugar en la Iglesia Episcopal (rama estadounidense de la Comunión Anglicana) en 1974 en Filadelfia (USA). Siempre en la Iglesia Episcopal, en Boston en 1989, Barbara Clementine Harris fue la primera mujer de la Comunión Anglicana ordenada obispo. En enero de 2026, Sarah Elisabeth Mullally será la primera mujer Arzobispo de Canterbury, referente principal de la Comunión Anglicana.
Ya hay en África 8 mujeres anglicanas ordenadas obispos (2 en Esuatini y Kenia, 1 en Sudáfrica, Sudán del Sur, Angola y Lesoto). Pero las reacciones oficiales al nombramiento de Mullaly no han sido muy positivas. El 4 de octubre, la agencia nigeriana de noticias Arise News titulaba: “Los anglicanos conservadores rechazan el nombramiento de la primera mujer arzobispo de Canterbury”. El artículo se refería a la “Fraternidad Global de Anglicanos Confesantes” (GAFCON), grupo ortodoxo de la comunión anglicana que, según Arise News, comprendería el 80 por ciento de los anglicanos de todo el mundo, incluidos los de la Iglesia de Nigeria. Arise News citaba la opinión de Laurent Mbanda, arzobispo de Ruanda y actual presidente de GAFCON: por ser mujer, y por sus posicionamientos en cuestiones matrimoniales y de sexualidad, Mullally será incapaz de mantener unidos a los miembros de la Comunión Anglicana. Más tosca ha sido la declaración a Reuters de Funkuro Godrules Victor Amgbare, obispo de Izon del Norte (Nigeria, región Delta del Níger): “Cristo es la cabeza de la Iglesia, el hombre es la cabeza de la familia, y desde la creación nunca Dios ha entregado la posición de liderazgo a la mujer”.
Una primera ruptura oficial, la ha anunciado el Christian Daily International, miembro desde 2024 de la Asociación de Prensa Evangélica, el pasado 10 de octubre: “El arzobispo Henry Ndukuba, primado anglicano de Nigeria, ha declarado que la Iglesia de Nigeria, miembro de la Comunión Anglicana, corta sus lazos espirituales y ya no puede reconocer el liderazgo de la Iglesia de Inglaterra o a su recién nombrada arzobispo de Canterbury, Dame Sarah Mullally”. En un comunicado emitido en Abuja el lunes 6 de octubre, Ndukuba declaró que el nombramiento de Mullally no había tenido en cuenta las convicciones bíblicas de muchos anglicanos que se oponen al liderazgo femenino en el episcopado, ni el que Mullally había dado su apoyo a las bendiciones de matrimonios entre personas del mismo sexo. Ese nombramiento, siempre según Ndubuka, evidencia un preocupante declive moral y una crisis teológica cada vez más profunda dentro del anglicanismo.
Como católico, los argumentos de las iglesias anglicanas de África, me recuerdan las reacciones negativas a Fiducia supplicans, el documento publicado por el Vaticano en diciembre de 2023, que, aun manteniendo la doctrina católica sobre el matrimonio, abría la posibilidad a bendiciones extralitúrgicas para parejas en “situaciones irregulares”, incluidas parejas del mismo sexo. Según las Conferencias Episcopales africanas, agrupadas en el SECAM, y tal como lo expresó su presidente, el cardenal de la RD Congo Fridolin Ambongo, en el contexto africano, ese tipo de bendiciones no pueden aplicarse sin riesgo de escándalo ni confusión para los fieles. Las personas homosexuales deben ser tratadas con “respeto y dignidad”, pero en las iglesias africanas, aunque cada obispo tenga cierta libertad para discernir en su diócesis, no habrá de forma generalizada bendiciones a parejas homosexuales. Aunque matizada y sin llegar a la ruptura, se ha tratado de una clara oposición a algunas directivas del Vaticano.
Algunos teólogos suelen hablar de “nuestra Madre la Iglesia”. Pero lo que está claro es que la Iglesia, es decir la comunidad cristiana, es también hija de su tiempo, reflejando en buena medida los valores y prejuicios de la sociedad en la que vive. Así la Iglesia primitiva adoptó la costumbre romana de la monogamia (Pablo pide en la Primera Carta a Timoteo que el obispo sea “marido de una sola mujer”), y en el siglo XX Pío XII instituyó la fiesta de San José Obrero como adaptación cristiana del Día Internacional del Trabajo. También en África, las iglesias reflejan a menudo el ambiente general en el que se mueven. En estos dos últimos años, esgrimiendo entre otros motivos el deseo de defender las tradiciones y la ética africanas, y el deber de “descolonizar” las relaciones con los países occidentales, Uganda, Ghana, Namibia, Burkina Faso y Malí han endurecido las leyes contra toda conducta homosexual, condenada con la pena de muerte en algunos casos, como el de “homosexualidad agravada” en Uganda. No puede ser mera coincidencia si muchos líderes religiosos afirman que las normas sobre sexualidad y familia deben basarse en las tradiciones africanas y valores locales, no en agendas extranjeras: “Los mismos que nos colonizaron políticamente ahora quieren colonizar nuestras conciencias”.
¿Agendas extranjeras? No toca a los occidentales el responder. Sólo que quienes así hablan son los líderes políticos y religiosos. Y sería importante escuchar y comprender qué dice y qué es lo que realmente le importa al pueblo, o a los jóvenes que se manifiestan estos días, o que quieren emigrar a Europa.
Ramón Echeverría
CIDAF-UCM


