Re-conociendo al pueblo afroboliviano

3/07/2020 | Crónicas y reportajes

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Danzas, ritos y costumbres son parte de las tradiciones de sus antepasados que los afrobolivianos atesoran y guardan celosamente. Es su cultura viva.

Cae la tarde sobre el verde de los cerros yungueños, el aroma a café y a coca se mezclan en el aire tibio.

El calor y la humedad dan la bienvenida a todo aquel que visita la comunidad de Tocaña, en los Yungas de La Paz. A lo lejos se escuchan unos tambores y cantos, pero no suenan como la conocida saya, este ritmo es distinto…

Los pobladores dicen que la vestimenta es distinta a la de la saya y que, combinada con algunos pasos, se asemeja a algún baile africano: es la semba, la danza de fertilidad que unas parejas afro interpretan. La semba es sólo una de las tantas manifestaciones culturales que este pueblo guarda celosamente y que aún practica.

Existen dentro de la cultura afroboliviana distintas manifestaciones culturales. Entre éstas están las danzas, las costumbres y los rituales que representan su identidad, pero que –con excepción del baile de la saya, que ha servido para la visualización de la comunidad afrodescendiente en Bolivia– son aún desconocidos para el resto de la población.

El tiempo y las malas experiencias hicieron que el pueblo afroboliviano creara un recelo hacia su cultura. Son celosos guardianes de su legado cultural, por lo que no cualquiera puede experimentar a plenitud sus ritos y expresiones. Esto, sumado a factores como la discriminación, desembocó en que se mantuvieran en una suerte de estado oculto para la sociedad urbana y quedaran dentro de sus comunidades.

La humedad y el calor de Nor Yungas se acompañan mejor con una bebida caliente, es así como Raymunda Rey Pérez, afroboliviana nacida en Tocaña, pasa su tarde en el patio de la casa de un amigo y vecino, tomando un mate de coca ardiente, acompañada de su hijo Nilo Vásquez Rey, encargado del Centro Cultural de Tocaña.

Me ofrecen coca, azúcar y agua caliente para acompañarlos. Sentados alrededor de una puerta antigua que sirve como mesa, repasan entre risas y pesares algunas anécdotas y conocimientos.

Hace poco más de 20 años, los pobladores afrobolivianos de la región iniciaron un esfuerzo por recuperar las costumbres y tradiciones de su cultura, en pro de revalorizarla y revalorizarse a sí mismos. Sin duda lograron sentar presencia en la agenda pública, logrando su reconocimiento como pueblo en la nueva Constitución Política del Estado, aprobada en 2009, pero aún queda mucho camino por recorrer para dar a conocer más su cultura.

Entre algunas expresiones culturales suyas sobre las que conversan se encuentran danzas como la semba, el baile para la fertilidad humana y agrícola, el baile de tierra y el huayño negro, que forman parte de los ritos matrimoniales y las ceremonias funerarias del mauchi. Todo esto es apenas una parte de la rica cultura afroboliviana, que abarca desde la gastronomía hasta su propia lengua.

Tocaña, ubicada en Nor Yungas, es una de las pocas comunidades que pudo conservar las manifestaciones culturales, en comparación a Sud Yungas, donde éstas se perdieron o no se practicaron con la misma intensidad.

En la ciudad de La Paz, Juan Carlos Ballivián Vásquez, ejecutivo del Concejo Nacional Afroboliviano (Conafro), exadjunto de la Defensoría del Pueblo y nacido en Tocaña, dice: “Yo soy de la comunidad afroboliviana de Tocaña, una de las comunidades que ha sabido mantener los ritos y costumbres, entre ellos el mauchi, que es una ceremonia fúnebre; la semba, el baile de tierra y el matrimonio negro, entre otros”.

Muchos afrobolivianos concuerdan en que fue difícil conservar elementos de su cultura por la falta de comunicación y porque quienes tenían estos conocimientos los guardaban con recelo. Aunque tuvieron la oportunidad de un aprendizaje vivencial, muchos tuvieron miedo a la burla, la discriminación y a que se tergiversaran sus costumbres.

“Siempre supimos sobre nuestra cultura por experiencia. Hubo un cierto recelo; por ejemplo, si eras muy chiquito no podías hablar con el tío o con el abuelo. Eso hizo que no aprendamos”, explica Nilo en Tocaña, desde uno de los extremos de la mesa donde se encuentra. Su madre lo escucha atentamente y con sus gestos y ademanes aprueba lo que dice.

En un café en la ciudad de La Paz, Omar Barra, líder del grupo de danza Tambor Mayor, cuenta que dejaron de practicar sus danzas por el miedo a la discriminación. “Siempre nos contaban los tíos y abuelos que los jóvenes dejaron de hacerlo porque antes la gente se burlaba; incluso, en algunas fiestas, como la del Gran Poder, se burlaban cuando los veía bailar y por ese miedo se dejaron de practicar (algunos bailes). Los jóvenes decían ‘Yo no soy payaso para estar bailando’”, cuenta Barra.

La invisibilización de la cultura afroboliviana también es consecuencia de la fuerte presencia aymara en la región de los Yungas. A esto se suma la necesidad de mimetizarse y adaptarse, lo que llevó a que danzas y otros rituales fuesen perdiendo protagonismo en las vidas de los afrodescendientes.

En la sala de reuniones de las oficinas de los diputados supraestatales de la Asamblea Legislativa, Mónika Rey Gutiérrez, diputada supraestatal y activista por los derechos del pueblo afroboliviano, concuerda con que una de las razones de que estas expresiones culturales fueran invisibilizadas y hubiesen estado en riesgo fue la discriminación.

“La pérdida de los valores culturales tiene que ver con la carga racista y discriminatoria que hubo. Dejaron de practicar sus creencias porque tenían que adaptarse a lo europeo”, explica.

Fernando Cajías de la Vega, historiador y docente universitario, considera que este pueblo mantuvo durante tiempo su identidad oculta, declarando: “Tenían su identidad cultural hermética, cerrada. Se oponían a mostrarla por el miedo a que se perdiera, por la esclavitud y luego la servidumbre”.

El pueblo afroboliviano se vio históricamente subyugado culturalmente, igual que en sus derechos humanos debido a la forma en la que su gente llegó al continente americano. En su condición de esclavitud y posteriormente viéndose obligados a vivir en un contexto sociocultural diferente al de su origen, los afrobolivianos tuvieron que fundir sus costumbres, tradiciones y lengua con las de los indígenas bolivianos.

Omar Barra explica que Tambor Mayor está esforzándose por visibilizar danzas y ritos afrobolivianos a través del trabajo cultural. “Siempre tratamos de difundir estas danzas que son desconocidas. Todavía estamos en ese proceso de que conozcan estas demás danzas –muy aparte de la saya– cuidando su preservación y que no sean tergiversadas”.

La visualización no involucra el hacer un espectáculo de las manifestaciones culturales afrobolivianas, sino darles el reconocimiento que se merecen, a través de la investigación y la elaboración de políticas públicas, en busca de la protección y preservación de una cultura que aportó a la historia de Bolivia. Al respeto, Mónika Rey expresa: “Para esto hay que seguir luchando contra el racismo y la discriminación en este Estado Plurinacional, en el que vivimos diferentes naciones”.

Mientras tanto, Raymunda y Nilo continúan sentados, esperando lo mejor para su pueblo, para su comunidad y para su cultura. Un sorbo del mate de coca, entre risas y anécdotas, y Raymunda recuerda lo que vivía, veía y escuchaba de niña. Rememora a su madre y tíos bailando, susurrando secretos guardados. Tiene guardados momentos felices y tristes, y también conocimientos de su cultura, pero que poco a poco se van empolvando en su mente, como en la de los demás afrobolivianos de su edad.

Otro sorbo de mate y su mirada se pierde en el paisaje verde. La mujer de trenzas y pollera deja escapar una sonrisa tímida, que parece ser la esperanza de recuperar y mantener viva siempre su cultura.

Fuente: Página siete – Imagen: Wikimedia-De Italian boy

[Fundación Sur]


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