RDC: Sí o no a una amnistía a los grupos armados

18/09/2013 | Crónicas y reportajes

Tratando de poner en práctica una de las recomendaciones del Acuerdo, firmado en Addis-Abeba por 11 países africanos, tutelados por la ONU y la UA, del 24 de febrero de 2013, sobre pacificación y desarrollo en RD Congo, se está desarrollando en Kinshasa, convocado por el Presidente Kabila, con ausencia de importantes sectores de la oposición, un encuentro de las fuerzas vivas de la nación – una especie de pretendida asamblea general – para abordar la indispensable reforma del Estado congoleño y los pasos a seguir para su democratización y reforzamiento de su cohesión nacional. El nombre con el que se ha designado este encuentro es el de CONCERTACIONES NACIONALES. Se han formado tres áreas en torno a las cuales se está centrando el debate. Una de ellas, no podía ser de otro modo, es la relativa a la pacificación/normalización del este de la República, el Kivu Norte y Sur, cuyos ciudadanos desde hace ya casi 20 años sólo han conocido sufrimientos: conflictos, ocupación, muertes, violaciones y desplazamientos masivos de población.

La cuestión sobre la conveniencia/oportunidad de conceder una amnistía a los dirigentes de los grupos armados, entre ellos el M23, está generando una gran controversia no solo en el grupo de debate sobre “Desarme, Desmovilización, Reintegración social y Repatriación de grupos armados”, sino en la clase política en general y en la sociedad civil. ¿Hay que indultar o amnistiar – sí o no – a los grupos armados? En el foro de discusión han surgido inmediatamente las contradicciones, sobre todo al centrarse casi exclusivamente en lo que se refiere a los dirigentes del grupo rebelde M23.

Hay que recordar que el Congo entró, ya en el año 2000, en una especie de ciclo interminable de integración de grupos rebeldes en las estructuras del Estado y del ejército. El acuerdo global e inclusivo de Sun City de 2002 es un ejemplo; acuerdo que algunos consideran que abrió la caja de Pandora. Un buen instrumento de hacerse un hueco en la vida política congoleña, fue poseer una fuerza militar lo suficientemente desestabilizadora como para forzar una negociación y la cesión de alguna parcela de poder. Muchos congoleños se preguntan ahora, si merece la pena aplicar la misma terapia fracasada, y más con relación a grupos rebeldes que cíclicamente desestabilizan el país al servicio de Estados extranjeros, cuyo principal interés parece ser la implosión y la balcanización de la RDC.

Una amnistía y la integración en las fuerzas armadas nacionales o en los servicios de seguridad de dirigentes de los grupos armados, internacionalmente calificados como criminales de guerra, no es entendible para la gran mayoría de congoleños, por mucho que, al parecer, algunos miembros de este grupo de debate en la Concertaciones nacionales consideren que ello constituye la única salida viable a la situación actual. La sospecha de que elementos infiltrados por Ruanda o Uganda en los debates y negociaciones se extiende peligrosamente entre la opinión pública congoleña. Los más osados hasta denuncian cierta connivencia de Kabila con los intereses de Ruanda.

La existencia de esta controversia en los foros oficiales de debate y en las negociaciones choca, por otra parte, con la clara posición de la enviada especial del Secretario general de la ONU, Mary Robinson, que excluía taxativamente la amnistía e integración del M23 y de los grupos armados: “Estamos convencidos de que no debe haber amnistía para las personas acusadas de haber cometido crímenes graves y de que esas personas no deben ser integradas en las fuerzas armadas; no repetiremos los errores del pasado”. Las prácticas en este sentido del pasado no han hecho sino consolidar un clima generalizado de impunidad y ofrecer un cheque en blanco a cuantos han matado y saqueado el este de la RDC.

Al calor de estas controversias en el seno de las Concertaciones nacionales, centradas sobre todo en el M23, algunos grupos armados han reclamado su presencia y participación en los debates; exigen ser asociados a las discusiones y a las posibles resoluciones sobre pacificación, estabilización, desarme, desmovilización. Once grupos armados de los Kivu Norte y Sur y de Ituri han formado la coalición “Consejo superior de los grupos armados autóctonos en el este de la RDC”; estiman que sin su participación no podrá lograrse la paz y seguridad: “Pensamos que los actores deben estar implicados para que las decisiones sean duraderas y aplicables sobre el terreno”, ha dicho el secretario de la coalición. Estos once grupos, que se autodefinen como “autóctonos”, no entienden que el M23, movimiento rebelde apoyado por Ruanda y por ende al servicio de intereses extranjeros, negocie directamente con el gobierno congoleño en Kampala, y ellos, autóctonos, sean excluidos de las concertaciones nacionales. Si ellos son calificados de “fuerzas negativas” con las que no se puede negociar (“No vamos a sentarnos en la misma mesa de las Concertaciones nacionales con gentes que matan a nuestros compatriotas”, ha declarado el portavoz gubernamental Lambert Mende) y a las que hay que, simplemente, eliminar, no parece razonable que la también “fuerza negativa” M23 tenga el trato – negociaciones directas en Kampala – que se le está dando.

¿Las presiones de unos y otros harán que se repetirán los errores del pasado?

Ramón Arozarena, 17.09.2013

Fuente: Le Potentiel, Agencia Xinhua.

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