RDC: El desconcierto de un pueblo humillado

13/12/2012 | Opinión

Humillación. La palabra está en todas las bocas. Se reconoce sin disimulo. El golpe asestado por el enemigo ha hecho daño. Los congoleños han heredado de la intrepidez legendaria de Patrice Lumumba y también de la aplastante figura de Mobutu un gran orgullo nacional. Este es el “mayor denominador común” sin el cual la balcanización tantas veces anunciada de uno de los países más vastos y ricos de África ya se habría consumado.

La caída de Goma en manos de los rebeldes del M23 ha sido vivida como una humillación y según un diplomático congoleño “nos ha alcanzado en pleno corazón”. Los rebeldes se han retirado de la ciudad, no sin prometer que podrían regresar con la misma facilidad como se han ido. Palabras que han herido tanto como las balas.

Kagame, «rey de los Grades Lagos»

Los congoleños, cuando abrieron las fronteras en 1994 a los refugiados ruandeses, para nada pensaban que acababan de de ofrecer al poder tutsi ruandés el pretexto para desestabilizar su país y sobre todo para que se apoderara de las riquezas mineras del Kivu, fronterizo con Ruanda. El este del Congo ha pagado durante estos 16 años un pesado tributo ante las veleidades hegemónicas del régimen de Kigali.

Evocar la implicación de Ruanda en la tragedia del este del Congo es como echar abajo una puerta abierta. Numerosos informes al respecto llenan los cajones del Secretario de la ONU. El último no hace sino reavivar la cólera de los congoleños; cólera que es proporcionalmente inversa a la incapacidad de su gobierno para obtener éxitos diplomáticos o militares.

Un informe de lo más apabullante

El jueves pasado, desde Toronto, The Globe and Mail se hacía eco de este último informe. Uno puede constatar que las fotos por satélite que apoyan las acusaciones del equipo de investigadores de la ONU son apabullantes. Se observa en ellas “en la densa selva, a la sombra de un volcán, un sendero bien trazado… que conduce directamente desde una base militar ruandesa fronteriza al cuartel general de la milicia rebelde del M23”. Sendero de 15 km. de largo y 4 de ancho utilizado para transportar el material militar y los reclutas del ejército ruandés que sirvieron para tomar la ciudad de Goma. Imágenes recogidas por los investigadores que revelan que Ruanda ha violado el embargo sobre armas y su apoyo directo al M23.

Pero las pruebas de cargo contra Ruanda no se paran ahí. El informe señala que todo un batallón entero ruandés habría sido desplegado desde finales de octubre. Siete compañías de las fuerzas armadas ruandesas habrían apoyado a los hombres del M23 en su ofensiva del 17 de noviembre sobre Kibumba. El informe se hace eco de disparos de artillería realizados desde Ruanda contra las FARDC congoleñas, bajo la mirada de los cascos azules de la MONUSCO.

Pero todavía hay algo más grave: el coordinador de los expertos de la ONU afirma que el mando de la ofensiva sobre Goma ha estado en manos de ruandeses; el general ruandés Ruvusha habría supervisado el ataque sobre el terreno y planificado el mismo conjuntamente con el general Kaberebe, ministro de Defensa de Ruanda y el general Kayonga, jefe de estado-mayor ruandés. Mientras tanto, los presidentes ruandés y ugandés, Kagame y Museveni, juraban en nombre de todas las divinidades que nada tenían que ver con una guerra calificada de “asunto entre congoleños”.

Derecho y relación de fuerzas

Frente al juego sucio de Ruanda y Uganda, los congoleños habían esperado, sin hacerse demasiadas ilusiones, un arranque patriótico por parte de su ejército. Pero las FARDC, un conglomerado heterogéneo de facciones de toda laya, han demostrado de nuevo su ineficacia. El ejército congoleño está minado por la presencia en su seno de antiguos rebeldes, responsables de las más horrendas atrocidades contra la población civil, que deben su “impunidad judicial” al credo de la reconciliación nacional. Un credo que parece que se va a repetir: el ejército congoleño parece estar presto a absorber de nuevo a los espías amigos de Kagame y Museveni, que son justamente los responsables del caos que conocemos. Es lo que sucedió con el CNDP, otra creación ruandesa y antepasado del M23. El general Amisi, destituido por Kabila porque al parecer suministraba material de guerra a sus antiguos compañeros, esos a los que debería combatir, es un ejemplo de ello.

Estos son los meandros de la tragedia que humilla a los congoleños. Evidentemente el derecho está con ellos. Pero saben que la alianza Washington – Kigali – Londres seguirá durante tiempo todavía dificultando que la cuestión congoleña sea tratada con equidad en el consejo de seguridad. A pesar de las pruebas, los americanos han rechazado que Ruanda y Uganda sean explícitamente señalados como responsables de la guerra en el Kivu Norte.

El ni – ni de los congoleños

Los congoleños no esperan nada de los padrinos occidentales de Kagame; si bien proclaman su adhesión a la integridad territorial de su Estado, no por ello, paradójicamente, son numerosos en responder al llamamiento a favor de la “unidad sagrada” lanzado por el Presidente Kabila, mal reelegido y debilitado por su calamitosa gestión de la guerra. La oposición hasta le acusa de “alta traición”.

Pero no convendría equivocarse. El rechazo a Kabila se une al, todavía más total, movimiento rebelde, que trata de atraer la simpatía de los descontentos de la calle, de la oposición y de la diáspora. Los congoleños saben que detrás de Jean-Marie Runiga, jefe político rebelde, se levanta la sombra de Paul Kagame, ese mismo personaje que está en las negociaciones entre gobierno y movimiento rebelde, en un escenario en el que el agresor, perfectamente desenmascarado, juega la función de mediador: El colmo de la humillación para los congoleños.

Desconfiar de los vencidos

El filósofo Kä Mana, ha pronunciado las siguientes palabras: “Un pueblo humillado es una fiera. Y el pueblo congoleño lo es actualmente. De manera cruel”. Otros congoleños se expresan amenazadoramente, dominados por una sorda rabia, por una impotencia temporal que sueña con un mañana que les permita aplastar las uvas de la ira contra los que se erigen en enemigos hereditarios.

El drama del Kivu, con sus crímenes, se ha convertido, ante la indiferencia de la comunidad internacional, en una bomba de relojería para la coexistencia de las poblaciones de una región donde, hace solo 18 años, daba gusto vivir.

Sobre las ruinas de sangrientos conflictos, Francia y Alemania, fecundaron la Europa de la paz. Me gustaría pensar en que esta apuesta no está por encima de las aptitudes congoleñas, ruandesas y ugandeses. Se trata de una tarea titánica. Sería indispensable un liderazgo potente en el Congo y que los regímenes totalitarios de Ruanda y Uganda, así como sus padrinos americanos y británicos, meditaran la advertencia del filósofo congoleño Kä Mana. Un pueblo humillado que rumia sus fracasos recurrentes es un peligro real para la paz futura.

Blaise Ndala

Jurista

Resumen y traducción del francés: Ramón Arozarena

(Fuente: Huffingtonpost 11/12/2012)

Autor

Más artículos de Administrador-Webmaster