RDC-Angola: El petróleo en el medio de la crisis

29/10/2009 | Opinión

Las expulsiones recíprocas entre la RD Congo y Angola no son más que la punta visible de un Iceberg. En el fondo las relaciones entre los dos estados vecinos hay una tensión relacionada con el control de las zonas petrolíferas en su frontera en aguas del Océano Atlántico. El conflicto se ha visto complicado con la exposición de la legislación congoleña sobre “la delimitación de las fronteras marítimas” el pasado mayo en las Naciones Unidas.

La RD Congo había ya hecho saber a la Comisión los límites de la plataforma continental “Zona de la plataforma continental…. Objeto de una ocupación de facto por Angola», de acuerdo con un documento de los expertos congoleños que prepararon el estudio que condujo a la ley bajo querella.

El legislador ha extraído todas las consecuencias para recuperar 200 millas marinas del espacio marítimo compartido con Angola. Luanda respondió categóricamente. “El gobierno de Angola rechaza este acto que pretende la delimitación unilateral de todas las zonas marítimas, comprendida la plataforma continental…. La República de Angola no se considera ligada por los efectos de la “Ley dirigida a la delimitación de los espacios marítimos de la República Democrática del Congo. El gobierno de la República de Angola…. hará conocer posteriormente su posición a este respecto”, escribió en embajador de la Angola en las Naciones Unidas, en una carta firmada el 31 de julio pasado. Tomando todo en consideración la crisis no ha hecho más que empezar. Un puerto en aguas profundas en Soyo, otro en Banana, esto no gusta a Luanda. Así las cosas, hay que recordar que hay muchos otros asuntos que enfrentan a Kinshasa y a Luanda. Empezando por el proyecto de Joseph Kabila de construir un puerto en aguas profundas en Banana.

Dos Santos hubiese preferido que su homólogo le dejara la exclusividad en materia de puertos en aguas profundas, que está construyendo en alta mar, en Soyo.

Idilio con M’zee

Ya los dos países conocen, de forma recurrente, conflictos ligados a la delimitación de sus fronteras. El más épico es el de Kahemba, donde los angoleños se permitieron retroceder algunos kilómetros los postes fronterizos. Un gran desorden envuelve este litigio donde el gobierno de Kinshasa y su parlamento han presentado puntos de vista divergentes. Hasta el punto que el informe de la Asamblea Nacional sobre la cuestión fue presentado a puerta cerrada sin que la opinión congoleña sepa cual ha sido la decisión definitiva.

Otro conflicto oponía a los dos estados en la provincia del Bajo-Congo, en las localidades de Sava Ina y Kuzi con una intromisión angoleña. Las ambiciones geoestratégicas tendrían igualmente una parte de responsabilidad en el deterioro de las relaciones entre Luanda y Kinshasa. Algunas fuentes explican que Dos Santos se habría tomado a mal el reacercamiento entre Kabila y Paul Kagame, además de que la pretensión angoleña de liderar la región, no encaja muy bien con el sucesor de Laurent Désiré-Kabila. Éste último está completamente en deuda con los angoleños cuyas tropas jugaron un rol determinante en la última fase de la rebelión del AFDL. Santos, quien combatía las tropas de la UNITA, aliadas al Mariscal Mobutu, volcó todas sus fuerzas en la caída del régimen de Mobutu sin ulterior consideración. Es además él quien salvará a M’ Zee bajo la amenaza del avance de los hombres de la RDC, aliadas a la armada ruandesa, a partir del Bajo-Congo. Tomando la base de Kitona, la armada angoleña priva a los rebeldes de cualquier oportunidad de reabastecerse y en consecuencia, de disponer de suficiente fuerza para proseguir con la aventura, con alguna oportunidad de obtener la victoria final. La primera nota discordante se registró durante las 24 horas que precedieron a la sucesión de Laurent-Désiré Kabila. El día mismo del asesinato de M’Zee, Angola se mostró pronta a declarar su apoyo al autoproclamado coronel Eddy Kapend. Antes del anochecer, los Zimbabuenses entraron en la fiesta.

El nuevo Kabila

Al día siguiente todo se tambalea. Joseph Kabila es presentado en la televisión en el sofá del presidente rodeado de todos los dignatarios del régimen kabilista original. Pero JKK permanece muy ligado a Luanda.

¿Tenía acaso otra opción con la amenaza ruandesa al este y la presencia de un vecino angoleño demasiado poderoso para arriesgar un pulso con él?

Desde entonces, muchas cosas han cambiado y puede que Joseph Kabila esté sacando las consecuencias. Hará falta que llegue a romper con ese complejo angoleño de creer que la RD Congo es ese eterno niño al que salvó de las garras de Mobutu. Un gran hermano salvador, vamos. Una especie de “complejo de hermano mayor” que ha envenenado por mucho tiempo las relaciones entre Yoweri Museveni y Paul Kagame. Por haber ayudado al FPR a tomar el poder en Kigali en 1994, el presidente Ugandés continuó creyendo por mucho tiempo que le correspondía a él dictar a su antiguo protegido lo que tenía que hacer. Kagame se mantuvo firme. Hoy día, las relaciones entre Kampala y Kigali están marcadas por el respeto mutuo.

A Kabila le corresponde darse cuenta que ya es tiempo de que los batallones angoleños, es decir los cerca de 1.000 hombres acantonados en la base de Kitona, tomen el camino de regreso. Hace varios años que se encuentran ahí, fuertemente armados, con carros y baterías antiaéreas, a pesar de que habían venido bajo el pretexto de una asistencia militar. “De hecho, este batallón garantiza la seguridad del territorio angoleño a partir de nuestro territorio. Es incomprensible después del desmembramiento de la UNITA”, declara un antiguo oficial formado en la Real Escuela Militar en Bélgica. Entre ese batallón y los Tigres de los combatientes congoleños que combatieron en la armada de Dos Santos contra la UNITA – existe una gran intimidad. Los Tigres rumian desde que fueron “remitidos” a Kabila sin que Dos Santos retribuyese los sacrificios admitidos por su régimen. Si no hay ninguna autoridad, no dudarán en pasar su cólera sobre los batallones angoleños de Kitona. Estos Tigres constituyen, en total, siete brigadas dentro de la armada angoleña, una en Luanda, otra en Malange y otra más en Sur-Kwanza. Como suele ser común en los conflictos entre Estados, son las poblaciones las que sufren. Angola ha decidido expulsar a los congoleños para fastidiar a su vecino que le correspondió, aunque actuando bajo las normas de respeto a la dignidad humana. De Matadi a Lukala, los angoleños fueron censados y constreñidos a volver a su país. En la capital del Bajo-Congo, más de un millar de compatriotas de Dos Santos fueron reconducidos a la frontera. Las personas que vivían en armonía ya de un lado ya del otro de la frontera, personas que se sentían en casa por haber invertido in situ hasta el punto de haber formado familia con las poblaciones locales, se encuentran ahora errantes sin comprender que son víctimas de la locura de los “regentes”.

Escrito por Freddy Mulumba Kabuayi

(Le Potentiel, 14-10-09)

Traducido por Carmen Martín del Campo, para Fundación Sur.

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