Rajoy en Guinea., por Rafael Muñoz CENTRO DE ESTUDIOS AFRICANOS DE LA ULL

3/07/2014 | Bitácora africana

Leía hace algún tiempo algo acerca de un debate en el que se discutía si los negritos de aquella Guinea española tenían que llevar o no ropa interior. Paternalista. Quijotesco. Surrealista. Lo cierto es que el tema no iría a mayores si repasamos las aberrantes consideraciones que el Rey Leopoldo ya tenía con los súbditos de su finca congoleña.

La reciente cumbre africana celebrada en Guinea ecuatorial escenifica los muchos desafíos a los que Africa se enfrenta. Retos medioambientales por la carencia de una legislación al respecto que limite los desmanes ecológicos que las multinacionales del petróleo y la minería cometen en Congo, Nigeria o Níger. La periodicidad de las crisis humanitarias y sus terribles derivadas en forma de desplazados o genocidios no aprendidos; o los repuntes del islamismo y la insaciable expansión de los intereses chinos. De la corrupción mejor no hablar; aunque estamos en España [buenos] para dar ejemplo alguno; o de las constantes amenazas de guerras civiles, la explotación de menores y un sinfín de horrores varios.

Los líderes africanos cuentan esta vez con una rara avis como invitado. Un charlatán lector del Marca que hace dos días pensaba que Santa Isabel era una parroquia de su Santiago de Compostela y que una vez más, haciendo gala de su locuacidad, no ha tenido mejor diarrea mental que hablar de democracia en Guinea ecuatorial o que Africa debe “avanzar” hacia una integración similar a la europea. La ex colonia española flota sobre un mar de petróleo y, ante eso, parece que con tal de sacar tajada, cualquier disparate verbal parece justificable. Aunque lo más vergonzoso, es que en dos décadas sea esta la primera visita del inquilino de La Moncloa al ex protectorado; lo cual pone en liza el peso [pluma] de nuestra política africana.

Guinea es parasitada por Obiang y el retrasado de su hijo; amigo de los excesos y de coleccionar Lamborghinis y zapatos de Louis Vuitton. Una dictadura sangrienta, cuya bicefalia son los alumnos aventajados de los Amin, Mobutu o Mugabe, que viene a completar el póker de las más rentables cleptocracias negras. Rajoy en Guinea suena a comic de Tintín; pero las sonrisitas y la falta de decoro del señor de los hilillosh tienen la galanura donde empieza la lordosis. No sé si Don Mariano es consciente de lo que sucede en Guinea; quiero pensar que si, pues ya en las honras fúnebres por Adolfo Suarez, evitó retratarse con el tito Obiang. Ahora, con los intereses españoles amenazados por la françafique que rodea Guinea, parece que se intenta retomar el “compromiso” – si es que alguna vez existió – de la ex metrópolis. Aunque para ser sincero, ya el Kissinger español, entiéndase Bono, solio ser habitual del vuelo de Iberia a Malabo; imagino que sólo iría a por cacao…

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Autor

  • Doctor en Marina Civil.

    Cuando por primera vez llegué a Ciudad del Cabo supe que era el sitio y se cerró así el círculo abierto una tarde de los setenta frente a un desgastado atlas de Reader´s Digest. El por qué está de más y todo pasó a un segundo plano. África suele elegir de la misma manera que un gato o los libros nos escogen; no entra en tus cálculos. Con un doctorado en evolución e historia de la navegación me gano la vida como profesor asociado de la Universidad de la Laguna y desde el año 2003 trabajando como controlador. Piloto de la marina mercante, con frecuencia echo de falta la mar y su soledad en sus guardias de inalcanzable horizonte azul. De trabajar para Salvamento Marítimo aprendí a respetar el coraje de los que en un cayuco, dejando atrás semanas de zarandeo en ese otro océano de arena que es el Sahel, ven por primera vez la mar en Dakar o Nuadibú rumbo a El Dorado de los papeles europeos y su incierto destino. Angola, Costa de Marfil, Ghana, Mauritania, Senegal…pero sobre todo Sudáfrica y Namibia, son las que llenan mis acuarelas africanas. En su momento en forma de estudios y trabajo y después por mero vagabundeo, la conexión emocional con África austral es demasiado no mundana para intentar osar explicarla. El africanista nace y no se hace aunque pueda intentarlo y, si bien no sé nada de África, sí que aprendí más sentado en un café de Luanda viendo la gente pasar que bajo las decenas de libros que cogen polvo en mi biblioteca… sé dónde me voy a morir pero también lo saben la brisa de El Cabo de Buena Esperanza o el silencio del Namib.

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