La elección presidencial, prevista para finales de 2016, se aleja. Los retrasos acumulados en su preparación corren el peligro de abrir un periodo de incertidumbre y provocar una inestabilidad general. ¿Pueden todavía Joseph Kabila, la oposición, la comunidad internacional evitar lo peor?
La tensión política crece a medida que las elecciones se alejan. La elección presidencial de finales de 2016 es cada vez más improbable. La Comisión Electoral (CENI) ha anunciado que necesitaría de 13 a 16 meses para renovar el fichero electoral e integrar en él a los nuevos mayores de edad. Este retraso “técnico” acarrearía la prolongación del mandato de Joseph Kabila más allá de finales de diciembre. La Constitución prohíbe que Kabila pueda optar a un tercer mandato y la oposición acusa al poder de “deslizar” conscientemente el calendario electoral y conducir al país hacia un periodo de transición política; algo extremadamente peligroso a la vista de la represión que se abate contra los opositores, tal y como ha quedado patente en las manifestaciones de enero y febrero.
Mayoría presidencial: ¿Hacia una transición impuesta?
¿Cómo salir del atolladero? Kabila, la oposición y la Comunidad internacional, tienen cada uno su estrategia. Para el presidente la solución pasa por un diálogo nacional entre todos los actores políticos, incluida la sociedad civil, con el objetivo de dar con un consenso negociado sobre el retraso de las elecciones y sobre un nuevo calendario electoral. Para la oposición esta propuesta de diálogo no es más que una trampa para mantener a Kabila en la presidencia más allá de 2016. ¡Pero claro!, las cosas han cambiado después de que la CENI haya afirmado que no podrá organizar las elecciones. El 20 de diciembre termina el mandato de Kabila y habrá que ponerse de acuerdo para resolver el tema de la gobernanza: prolongación del mandato, transición, presidente interino… El G7, formado por disidentes de la mayoría, había avanzado la idea de una transición de 3 meses con la presidencia interina de, Presidente del Senado, Léon Kengo. Kabila podría también salir de su silencio (por ahora jamás se ha expresado sobre esta cuestión) y garantizar a los congoleños que no se presentará a una nueva elección. Al retrasar las elecciones, Kabila presiona a la oposición para que participe en el diálogo.
La Oposición: solo cuenta con la fuerza de la calle
¿Puede la oposición parar la crisis política? Sí, si participa en el diálogo propuesto por Kabila, otorgándole una prolongación del mandato, tras negociar con él puestos ministeriales. Pero la Oposición no está dispuesta a ello, considera que la responsabilidad de los retrasos es de Kabila, del Gobierno y de la CENI, que no han podido depurar el fichero electoral y prever los recursos necesarios para las elecciones; reclama el respeto a lo establecido en la Constitución. Sin embargo los medios de que dispone la oposición para obligar al poder a organizar las elecciones en el tiempo previsto son limitados. Sólo cuentan con la fuerza de la calle. La represión de las manifestaciones de enero causó “al menos 42 muertos”, lo que obligó a la oposición a lanzar con cierto éxito la movilización de febrero “ciudades paralizadas” y la del 3 de marzo, de éxito limitado, invitando a la población a hacer ruido (silbatos y cacerolas). Acciones menos peligrosas pero también menos eficaces para lograr modificar los planes del gobierno y de la CENI.
Una comunidad internacional cada vez menos escuchada
El término “Comunidad internacional” se va vaciando de contenido a medida en que los países occidentales se van despreocupando. La doctrina de la ONU que consiste en “encontrar una solución africana a cada problema africano” va avanzando lentamente, pero la ONU es cada vez menos escuchada. El único país que sube el tono contra Kinshasa son los EEUU, instando a Kabila que respete la Constitución y acepte la alternancia pacífica. Barack Obama ha hablado por teléfono con Kabila; John Kerry ha estado en Kinshasa; los enviados especiales para los Grandes Lagos, Russ Feingold y Tom Perriello han visitado la RDC varias veces para trasmitir el mensaje. Llamamientos ignorados. ¿La amenaza norteamericana de aplicar sanciones si Kabila no abandona el poder a finales de 2016 bastará para removerlo del poder? No parece que sea así, ya que los numerosos caciques del sistema sacan ampliamente provecho de la situación. Los países europeos se muestran más bien discretos. Francia y Bélgica han denunciado la condena a dos años de cárcel a militantes del movimiento LUCHA (Lutte pour le changement), reclamando que la RDC “respete la libertad de expresión y garantice un debate democrático”; nada inquietante para Kinshasa, que inmediatamente ha denunciado “una injerencia” en sus asuntos.
Camino de una situación “podrida”
Kabila no cejará en su propósito de hacer que se sienten en torno a su mesa el máximo de opositores para negociar una prolongación de su mandato. Su arma: retrasar el calendario electoral y colocar a la oposición ante la obligación de negociar. La fuerza de la oposición sigue siendo la calle, pero deberá organizar acciones originales para desmontar la fuerte represión y las detenciones de opositores; puede encontrar en los movimientos ciudadanos como FILIMBI y LUCHA, influyentes entre los jóvenes, un relevo de sus exigencias. Algunos sueñan con un escenario similar al de Burkina Faso, pero por ahora la capacidad de movilización de estos movimientos permanece limitada. En cuanto al tercer actor, la comunidad internacional, su peso es cada vez menor. En consecuencia, Joseph Kabila sigue siendo dueño del juego y según su costumbre juega a que la situación se pudra. Es una estrategia peligrosa en un contexto económico y social propicio al desbordamiento en la calle. A la vista de la represión de enero, el balance humano de una explosión sería dramático. Kabila es quien tiene los medios para calmar y apaciguar la crisis…, rompiendo su silencio
Christophe RIGAU
Afrikarabia
[Resumen/traducción, Ramón Arozarena]
[Fundación Sur]
