¡Qué cacao!, por Ramón Echeverría

11/04/2024 | Bitácora africana, Crónicas y reportajes

 

Aunque según el refranero español a nadie le amarga un dulce, el precio del cacao, uno de los principales ingredientes del chocolate, puede dejar un regusto bien amargo en la boca”. Lo leí el 26 de marzo en un artículo de la agencia Colpisa publicado por un periódico local. Si os gusta el chocolate, habréis notado que los huevos de Pascua han costado más que el año pasado. Y llama la atención lo preocupados que están algunos medios por la subida del cacao: “¿Peligra el chocolate? El aumento del precio del cacao pone en jaque la estructura comercial” (Ámbito, 14 de marzo); “Récord histórico: ¿Por qué sube el precio del cacao en la bolsa?” (SCN Noticias, 22 de marzo); “La nueva y amarga realidad” (El Confidencial, 31 de marzo). “La tormenta perfecta del cacao que amenaza con diezmar una industria vital para Bélgica” (El Mundo, 2 de abril); “La crisis del cacao en África Occidental sacude los mercados extranjeros” (Al Jazeera, en CIDAF-UCM, 4 de abril). Aunque también hay medios que desde hace tiempo se preocupan, más que por el cacao, por la precaria situación de los productores: “El chocolate es un placer que descansa sobre un océano de miseria teñido de desastre ecológico” (La Croix, 14 de octubre 2022); “Uno de cada cinco recolectores de cacao de África Occidental no gana lo suficiente para cubrir sus necesidades básicas” (swissinfo.ch, 6 de enero 2023); “Los gigantes del chocolate cosechan enormes beneficios mientras sus promesas de aumentar los ingresos de los cultivadores caen en saco roto” (Oxfam, 11 de mayo 2023). Y todo porque el fenómeno climático de “El Niño”, añadido al cambio climático general, el envejecimiento y las enfermedades de las plantaciones, los terrenos desviados hacia la minería, y la falta de medidas gubernamentales adecuadas han hecho que últimamente haya disminuido la producción de cacao, especialmente en África (Costa de Marfil y Ghana copan más del 60 % de la producción mundial), mientras sigue imparable el aumento de su consumo en la industria chocolatera.

El mercado mundial del chocolate mueve casi 128.000 millones de dólares al año, según un informe publicado en agosto por MarketsandMarkets, una plataforma de investigación de mercado. Y “La producción es el eslabón más débil de la cadena de suministro”, explicaban Soraya Aybar y Lucas Proto en El Confidencial el pasado 31 de marzo. Los fabricantes de chocolate no emplean el cacao crudo, sino la mantequilla, el cacao en polvo y el licor de cacao suministrados por las fábricas procesadoras de los granos. Estas a su vez compran esos granos a los comerciantes locales a los que los agricultores han vendido sus cosechas. Aunque esa cadena solía responder a los altibajos de la oferta y la demanda, se ha tratado en general de un mercado bastante regulado, con precios de compra a los productores y venta a fabricantes acordados con un año de antelación, y una supervisión eficaz por parte de las Juntas nacionales del Cacao (Le CCC, Conseil du Café – Cacao en Costa de Marfil, y el COCOBOD (Ghana Cocoa Board en Ghana), creadas a partir de 1984. Eso, hasta que llegaron, primero la covid-19 y luego El Niño.

En 2018, Ghana y Costa de Marfil firmaron la “Declaración de Abiyán”, por la que se comprometían a trabajar juntos para incrementar los precios pagados a los productores. Un año después, las juntas de cacao de Ghana y Costa de Marfil (CIGCI, Côte d’Ivoire-Ghana Cocoa Initiative), aduciendo la alta calidad de sus granos, acordaron un gravamen (“DO”, Prima diferencial de origen) de 400 dólares por tonelada a las exportaciones de cacao, gravamen destinado a aumentar los ingresos de los productores y amortiguar el impacto de la volatilidad de precios. De nuevo, en 2021 ambos países acordaron un precio mínimo de mercado, pero ya la pandemia y los confinamientos habían hecho que disminuyera en Occidente la demanda de chocolate, y los fabricantes negociaron rebajas sustanciales del “DO”. En ese tira y afloja, en julio de 2022, y con la demanda de chocolate recuperándose, la CIGCI decidió que había que terminar con las rebajas a los fabricantes. Sólo que, entretanto, el vaivén de sequías y lluvias extremas causado por la crisis climática y el fenómeno de El Niño, habían hecho que varias enfermedades, especialmente la “enfermedad de la negrilla” (las vainas de cacao se ennegrecen y se pudren) llevaran un par de años atacando a los viejos cacaoteros, con la consiguiente disminución, en calidad y cantidad, de la producción de cacao en África Occidental. En febrero de 2024, la Cocobod de Ghana obtuvo un préstamo del Banco Mundial de 200 millones de dólares para rehabilitar las plantaciones afectadas por el virus de los brotes hinchados del cacao. Demasiado tarde para impedir la crisis actual. Y dado que ya se habían firmado con antelación los contratos de compra con las sociedades chocolateras, y de éstas con las procesadoras, se ha desencadenado a todos los niveles la batalla campal por conseguir granos que ha llevado al colosal aumento de los precios. El 26 de marzo, los precios del cacao superaron los 10.000 dólares por tonelada en la Bolsa de Nueva York, el doble que a principios de año, y unas cuatro veces más de lo que se solía pagar entre 2018 y 2022.

Los precios del cacao están subiendo: los países de África occidental deberían aprovechar el momento para negociar un mejor acuerdo para los agricultores” (Michael Ehis Odijie, el 4 de octubre de 2023 en The Conversation). En la actual lucha por obtener granos, ya se están beneficiando los productores de Nigeria y Camerún, que no tenían contratos previos y ahora pueden vender al mejor postor. Lo mismo ocurre con los productores de América Latina, en particular los de Perú y Republica Dominicana, productores de cacao bio. No así, al menos por ahora, los de Ghana y Costa de Marfil, con los precios fijados de antemano. También se benefician los contrabandistas que transportan los granos de Ghana y Costa de Marfil a los países vecinos. Según el subdirector de la Cocobod, ya en 2022, los contrabandistas habrían sacado de Ghana unas 150.000 toneladas de granos. Y luego están los fabricantes de “chocolate sin cacao”, o con menos cacao. Existen hoy equivalentes de manteca de cacao, diluyentes de cacao y los aromas artificiales. Así, por ejemplo, la empresa alemana Planet A Foods, líder en esta área, produce chocolate sin cacao, utilizando tecnología para transformar ingredientes como la avena y las semillas de girasol en sustitutos de la masa y la manteca de cacao. Pensando en los productores africanos, espero que los amantes del verdadero chocolate noten la diferencia.

Ramón Echeverría

CIDAF-UCM

Autor

  • Investigador del CIDAF-UCM. A José Ramón siempre le han atraído el mestizaje, la alteridad, la periferia, la lejanía… Un poco las tiene en la sangre. Nacido en Pamplona en 1942, su madre era montañesa de Ochagavía. Su padre en cambio, aunque proveniente de Adiós, nació en Chillán, en Chile, donde el abuelo, emigrante, se había casado con una chica hija de irlandés y de india mapuche. A los cuatro años ingresó en el colegio de los Escolapios de Pamplona. Al terminar el bachiller entró en el seminario diocesano donde cursó filosofía, en una época en la que allí florecía el espíritu misionero. De sus compañeros de seminario, dos se fueron misioneros de Burgos, otros dos entraron en la HOCSA para América Latina, uno marchó como capellán de emigrantes a Alemania y cuatro, entre ellos José Ramón, entraron en los Padres Blancos. De los Padres Blancos, según dice Ramón, lo que más le atraía eran su especialización africana y el que trabajasen siempre en equipos internacionales.

    Ha pasado 15 años en África Oriental, enseñando y colaborando con las iglesias locales. De esa época data el trabajo del que más orgulloso se siente, un pequeño texto de 25 páginas en swahili, “Miwani ya kusomea Biblia”, traducido más tarde al francés y al castellano, “Gafas con las que leer la Biblia”.

    Entre 1986 y 1992 dirigió el Centro de Información y documentación Africana (CIDAF), actual Fundación Sur, Haciendo de obligación devoción, aprovechó para viajar por África, dando charlas, cursos de Biblia y ejercicios espirituales, pero sobre todo asimilando el hecho innegable de que África son muchas “Áfricas”… Una vez terminada su estancia en Madrid, vivió en Túnez y en el Magreb hasta julio del 2015. “Como somos pocos”, dice José Ramón, “nos toca llevar varios sombreros”. Dirigió el Institut de Belles Lettres Arabes (IBLA), fue vicario general durante 11 años, y párroco casi todo el tiempo. El mestizaje como esperanza de futuro y la intimidad de una comunidad cristiana minoritaria son las mejores impresiones de esa época.

    Es colaboradorm de “Villa Teresita”, en Pamplona, dando clases de castellano a un grupo de africanas y participa en el programa de formación de "Capuchinos Pamplona".

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