El pasado 6 de marzo del 2012, un avión de Turkish Airlines se convirtió en el primer vuelo comercial en aterrizar en lo que aún pudiera quedar en pie del aeropuerto internacional de Mogadiscio. La web de la compañía de bandera turca es una de las contadas aerolíneas regulares que ofrecen vuelos a Somalia. Previamente, el 19 de agosto del 2011, el presidente Tayyip Erdogan, se convirtió en el primer jefe de estado no africano en visitar Somalia en las últimas dos décadas. El viaje de Erdogan no fue ligero pues acudió a los campos de refugiados y significó la entrega de más de 500 millones de dólares en materia de ayuda humanitaria. Descartando, por razones que [evidentemente] no hacen falta explicar, el interés turístico del Cuerno de Africa, que potencialmente lo tiene, sólo acierto a entrever una raíz a tan arriesgada apuesta “comercial”: Turquía busca presencia internacional y en especial en los mercados africanos; viendo en Somalia, tras décadas de guerra civil y caos, un escenario donde todo está por construir; más bien por reconstruir. También podría tratarse de una “inversión altruista”, previa a otras empresas, de cara a la galería en un páramo donde nadie quiere invertir. Un arriesgado envite de futuro. Lo cierto es que, a día de hoy, se conectan treinta capitales africanas con vuelos directos desde Ankara y Estambul. Toda una apuesta por el continente.
El estado otomano es un país bisagra entre occidente y oriente. Una potencia regional, miembro de gran valor estratégico para la OTAN, aspirante a la Union Europea y posiblemente, un serio candidato al club de los denominados estados emergentes. Turquía es un estado geográficamente central y razonablemente equidistante entre los ejes comerciales de Asia – Atlántico. Su visión en materia de asuntos exteriores ofrece la vertiente comercial y la humanitaria; siendo esta última de especial relevancia para sus relaciones en Africa ¿Pudiera encontrarse cierta similitud con la estrategia conectiva en la que están embarcados los Emiratos Árabes Unidos de cara a tornarse en el gran hub mundial del transporte aéreo? Igualmente, situado a medio camino de cualquier parte del mundo, no parecen presentar [los EAU] la profundidad de penetración en las esferas africanas que sí que está ofreciendo Turquía. En otras palabras, Fly-Emirates conecta terminales y Turkish sale a la calles de Jartum, Nairobi o Jo’burg. Turquía declaró el 2005 como el año de Africa; coincidiendo con la primera visita de un jefe de estado turco a un país del Hemisferio Sur [Africa del Sur]; y en el 2008, se celebró en Estambul una cumbre diplomática a la que asistieron cincuenta representaciones africanas. La cita se organizó bajo la intención de crear un marco económico, con su soporte jurídico, para catalizar el intercambio comercial entre Turquía y los estados africanos asistentes; y el compromiso de reforzar la presencia diplomática como paso previo a la creación de futuros lazos comerciales y de cooperación. Esfuerzos que le supusieron convertirse en un miembro permanente en calidad de observador en la Union Africana.
Los cambios en política exterior turcos también son relevantes y justifican la apuesta africana del país otomano. Una actitud aperturista respaldada por cierta bonanza económica, estabilidad institucional y unos innegables lazos históricos en forma de cultura y religión. No perdamos de vista que las influencias del Imperio Otomano se extendían a lo largo de la cornisa norteafricana y tapizaban partes de la península arábiga, la costa africana del Mar Rojo, ambas orillas del Nilo y la franja más septentrional del actual Chad y Níger. Incluso – anecdóticamente – en 1861 se estableció una oficina consular en la meridional Ciudad del Cabo; Union Sudafricana por aquel entonces. El establecimiento de la primera república turca (1923) significó un periodo de retraimiento respecto a Africa. Estadío que a lo largo de la denominada Guerra Fría era tutelado en función del alineamiento de Ankara con Washington contra el comunismo. Axiomas que hacen sentir a la presencia turca en la zona como un invitado no “invasor” y al que no se le ve de la misma manera que, pueda tener la presencia china o rusa. Comensales [igualmente] ansiosos de sentarse a las mesas africanas pero que sí que levantan más recelos y cuyo establecimiento hace violentar las capas más conservadoras; por ejemplo, aquellas donde el Islam es un valor muy influyente en la sociedad. Sentencia que abarca prácticamente medio continente africano al norte del ecuador. Y es en esa materia, donde Turquía parece poder esgrimir una clara ventaja sobre resto de competidores en la nueva carrera por Africa y sus recursos. No obstante, la injerencia turca no ha estado libre de críticas o del ejercicio de una moral de geometría variable. Un buen ejemplo es lo acontecido en Sudán: mientras el ejecutivo de Ankara no esconde sus intereses petrolíferos, su posicionamiento de cara a la crisis humanitaria de Darfur es señalada como un ejercicio de pasividad; no estando en consonancia con su difundida vocación humanitaria en un conflicto que tangentea el genocidio.
Carente de bagaje colonial y centrando sus intereses en los estados del Magreb, Egipto y Sudán, se suma a las alianzas comerciales el gran gigante comercial africano: Sudáfrica. Una asociación que genera actuaciones de doble sentido. Sudáfrica ostenta un poderoso y dinámico sector bancario que diversifica sus inversiones y operaciones de manera global; no siendo Turquía una excepción al respecto; pues varias entidades bancarias ya han pasado a la órbita de la banca sudafricana. El militar es el otro gran polo [sudafricano] que genera el interés turco. Pretoria, forzada por años de embargo militar a causa del regimen segregacionista del apartheid, desarrolló una poderosa industria militar en el sector aeronáutico y de los blindados. La necesidad de helicópteros de combate para la guerra del Chaparral en Angola y Namibia, acrecentó la iniciativa y originó entes como Armscor o Denel. Compañías de reconocido prestigio que están detrás del diseño de excelente Rooivalk. Un helicóptero anti carro fuertemente armado que apenas ha logrado pedidos de exportación y por el que se interesó Turquía. Solicitudes, que esgrimiendo la cuestión kurda y la violación de los derechos humanos, fueron canceladas por la entonces administración Mandela. Actúateme, sin haberse materializado ni la venta ni la fabricación bajo licencia ni el roll out del Rooivalk, sí que se han subscrito muchos otros contratos de colaboración militar.
Ankara ejerce una exitosa diplomacia cultural. No en vano, la sociedad [turca] es un crisol social que aparentemente vive en un substrato de tolerancia. En palabras del Dr. Mehmet Ozkan, se puede hablar del binomio Neo-otomanismo y del denominado Poder Blando; ambas, canalizadas a través de las agencias de colaboración al desarrollo. La AFAD (agencia de ayuda ante desastres y estados de emergencias), TIKA (agencia de cooperación al desarrollo) y la Media Luna Roja o KIZILAY, enarbolan los nombres propios de las entidades u organizaciones de ayudas al desarrollo exterior. También es digna de mención la inversión en becas donde los estudiantes africanos comparten prioridad con los asiáticos.
Un magnífico ejemplo es la proliferación de los centros Yunus Emre ( http://yee.org.tr/turkiye/en/anasayfa ); entidades similares a los Institutos Cervantes que buscan proyectar la imagen de la cultura turca en las ciudades donde tienen sede. Lógicamente, no podemos desligar la iniciativa cultural y la ayuda al desarrollo respecto del interés comercial y geoestratégico. Los productos alimenticios y las exitosas series de televisión o culebrones turco-arabizados donde modernidad y tradición conjugan un coctel sensual y triunfante, que ofrece a mujeres exitosas y hermosas en una sociedad patriarcal, representan la correa de transmisión de esa colonización cultural proyectada hacia del mundo árabe. Tramas reales y culturalmente próximas, con pinceladas de las mil y unas noches, que las mujeres saudíes, pese a que ellas no pueden ni conducir, ven con devoción. Todo un fenómeno social y de masas con una audiencia que en el arco comprendido entre Riad y Casablanca sienta frente a las pantallas a casi cien millones de telespectadores. Quizás un muy buen ejemplo de la sutil penetración cultural turca en su área de influencia histórica.
El ganar proximidad y estrechar lazos con los estados africanos, más allá de la faceta humanitaria y lucrativa, también ha sido explicada como parte de una estrategia para ganarse la simpatía de futuros votantes respecto a las aspiraciones turcas de ocupar un puesto rotativo en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. A día de hoy, Turquía cuenta con una treintena de embajadas y delegaciones comerciales en el Africa subsahariana, el Magreb, Etiopia, Sudán y Sudáfrica. Aceptando la vertiente de la ayuda al desarrollo y la cooperación, la política africana de Ankara esconde una segunda derivada que no es otra si no consolidar una presencia en los mercados africanos de cara a diversificar su economía. Eje que tradicionalmente ha sido dependiente del marco ruso – europeísta y norteamericano en su vertiente militar. La globalización económica hace ver en Africa y, sus estados sedientos de inversión, una inmejorable oportunidad de erguirse como una potencia que trascienda el tradicional área de influencia otomana y apostar por la diversificación y la expansión en mercados aun sin “ocupar”. Turquía en Africa rivalizará con la aún poderosa inercia de la françafique, la insaciable voracidad China, y el gradual despertar africano de India y Moscú. Todo un ejercicio de dinamización y globalización de un país emergente en un continente que también busca emerger.