Puntualidad

16/09/2019 | Opinión

La noticia fue publicada por Africanews el 14 de marzo de este año: Debido a la falta de puntualidad en sus aeropuertos, unos 41.000 retrasos en 2018, se cancelaron en Nigeria ese año más de 700 vuelos nacionales e internacionales, con un coste para la economía de varios miles de millones de dólares.

La hospitalidad ha sido, y sigue siéndolo en buena parte, una cualidad distintiva de los africanos. Os invitan a entrar, os ofrecen bebida y comida, aunque para hacerlo tengan que vaciar la despensa. Y para recibiros dejarán de lado lo que estaban haciendo o tenían que hacer. Relacionarse con los demás es lo más importante, y la tarea entre manos le cede el puesto. Sobre todo porque en caso de problemas, las buenas relaciones suelen ser casi siempre parte de la solución. Algunos occidentales acusan a los africanos de falta de puntualidad. Estos a su vez consideran que los modales occidentales son inhumanos. O como apareció en la publicidad de la compañía ugandesa Kabiza Wilderness Safaris, “La cultura occidental no nos prepara para explorar otros mundos. Nos formamos juicios que nos impiden entrar en el mundo que visitamos. Sólo tocamos la superficie, como la persona que quiere nadar, pero se limita a chapotear en la rampa sin entrar del todo en la piscina”.

De todos modos, comprendan o no los occidentales lo que África vive en profundidad, la falta de puntualidad se da en África demasiado a menudo. De ahí que, hace ya algunos años, me llamaron la atención las diversas reacciones de los oyentes africanos a una pregunta que se hacía un periodista de la BBC: “Can Africa keep time?” (¿Puede África ser puntual?). Quisiera compartir en estas líneas algunas de esas reacciones.

mango_airlines.jpgEl periodista, tras citar a Shakespeare, “Mejor tres horas pronto que un minuto tarde”, recordaba la visita de Otumfuo Osei Tutu II, Jefe de los Ashanti, la etnia más importante de Gana, al Alexandra Palace, en el norte de Londres, con ocasión de la Ghana Expo 2003. Su llegada estaba anunciada para las 11 de la mañana, y allí estaban esperándole numerosos periodistas. Pasado un tiempo se anunció que el jefe Ashanti llegaría a las 14 horas. Llegó finalmente a las 16, cuando los periodistas ya se habían marchado.

Así reaccionó a la noticia Mike Ikem, alemán de origen Ibo (Nigeria): “Puede que el Rey Osei Tutu II llegara con un retraso de cinco horas. Pero también los presidentes Clinton y Boris Yeltsin aparecieron una hora y un día tarde respectivamente a sus citas anunciadas…”. Y Nick, residente en Gran Bretaña: “Eso pasa no sólo en África: mi mujer acudió a una boda en Portugal a comienzos de este año. Y el sacerdote llegó con una hora de retraso”. Más contundente fue Chima Okezue, desde Gran Bretaña: “Pienso que la idea misma de que los africanos son incapaces de ser puntuales es extremadamente racista”.

Por el contrario, otras reacciones defendían la necesidad de cambiar la mentalidad. Bade Iriabho desde Nigeria: “Ya es hora de que los africanos se den cuenta de que ser puntual no es sólo una expresión de respeto, sino que la puntualidad refleja también integridad de la persona”. Elías Mutungi, ugandés en Estados Unidos: “La gestión del tiempo es una de las enfermedades incurables de África. Se considera el tiempo como si fuera un recurso renovable y lo gestionamos mal, como tantos otros recursos. En África se valoran las relaciones más que el tiempo. Como no haya una fuerte campaña en favor de una mejor gestión del tiempo, África llegará tarde a todo”.

Muchos comentarios intentaban explicar la actitud africana hacia el tiempo. Así Longa, desde Canadá: “¿Puede África ser puntual? Ciertamente, cuando les conviene. Hombres y mujeres se levantan con el cantar de los gallos para ir a los campos o llevar el ganado a los pastizales. Pero hay momentos en los que se ridiculiza y hasta se condena la puntualidad. Entre los Kakwa del norte de Uganda, uno tiene que llegar tarde a la fiesta para así mostrar que es persona importante. Y no debe llegar pronto a los funerales porque podrían acusarlo de haber causado la muerte del difunto”. Y Mary Wanjiku, keniana en Alemania: “Estoy de acuerdo en que algunos africanos no son muy puntuales, pero también hay quienes lo son. La falta de puntualidad puede a veces atribuirse a factores incontrolables, como son los erráticos medios públicos de comunicación, los atascos o las carreteras en mal estado…” Y viviendo en Estados Unidos, el ghanés Kofi Nyandeh proponía una solución fácil para luchar contra la falta de puntualidad: “El problema de África es que la gente no cobra por horas y por ello no respetan los tiempos”.

Para completar este abanico de reacciones, la ironía de Timothy Musajjakawa, ugandés en Gran Bretaña, no tiene desperdicio: “Me obsesiona la puntualidad y a veces riño con mi mujer para quien el tiempo es un “período” más que un momento. Pero para muchos africanos hacer esperar es poder y les hace sentirse con el control de la situación. Tengo la impresión de que mi mujer nunca es puntual para poder sentir que me controla, pues sabe que nunca pondré en marcha el coche sin ella. ¿Tal vez se trate de “poder femenino”?. Uno de estos días tendré que marcharme sin esperarla, a ver si se le va esa sensación de que me puede controlar”.

Y puesto que he comenzado estas líneas mencionando los vuelos cancelados en Nigeria, quiero concluirlas con una noticia muy reciente. La OAG (Official Aviation Guide, con base en Gran Bretaña y con sedes en US, Japón, Singapur, China y Lituania), publica regularmente información sobre compañías, aeropuertos, haciendas gubernativas y compañías que trabajan en el sector de la aviación comercial. En su reseña de enero 2019 sobre la puntualidad de las aerolíneas de todo el mundo, Mango Airways, compañía aérea low cost de vuelos domésticos, propiedad de South African Airways, aparecía en el cuarto lugar entre las mejores aerolíneas low cost del mundo, y en el puesto 19 en la lista global. La OAG considera que un vuelo sale o llega a tiempo si lo hace en con menos de un cuarto de hora respecto al horario programado.

Longa, desde Canadá, opinaba que los africanos pueden ser puntuales si lo quieren. Daba el ejemplo de los agricultores que saben levantarse temprano. Ali Mazrui, el pensador de Mombasa, solía explicar que el Islam, con sus cinco oraciones diarias, trajo a los africanos la puntualidad en lo religioso. El ejemplo de Mango Airways muestra que África puede también ser puntual en la modernidad en la que se está adentrando.

Ramón Echeverría

[Fundación Sur]


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Autor

  • Investigador del CIDAF-UCM. A José Ramón siempre le han atraído el mestizaje, la alteridad, la periferia, la lejanía… Un poco las tiene en la sangre. Nacido en Pamplona en 1942, su madre era montañesa de Ochagavía. Su padre en cambio, aunque proveniente de Adiós, nació en Chillán, en Chile, donde el abuelo, emigrante, se había casado con una chica hija de irlandés y de india mapuche. A los cuatro años ingresó en el colegio de los Escolapios de Pamplona. Al terminar el bachiller entró en el seminario diocesano donde cursó filosofía, en una época en la que allí florecía el espíritu misionero. De sus compañeros de seminario, dos se fueron misioneros de Burgos, otros dos entraron en la HOCSA para América Latina, uno marchó como capellán de emigrantes a Alemania y cuatro, entre ellos José Ramón, entraron en los Padres Blancos. De los Padres Blancos, según dice Ramón, lo que más le atraía eran su especialización africana y el que trabajasen siempre en equipos internacionales.

    Ha pasado 15 años en África Oriental, enseñando y colaborando con las iglesias locales. De esa época data el trabajo del que más orgulloso se siente, un pequeño texto de 25 páginas en swahili, “Miwani ya kusomea Biblia”, traducido más tarde al francés y al castellano, “Gafas con las que leer la Biblia”.

    Entre 1986 y 1992 dirigió el Centro de Información y documentación Africana (CIDAF), actual Fundación Sur, Haciendo de obligación devoción, aprovechó para viajar por África, dando charlas, cursos de Biblia y ejercicios espirituales, pero sobre todo asimilando el hecho innegable de que África son muchas “Áfricas”… Una vez terminada su estancia en Madrid, vivió en Túnez y en el Magreb hasta julio del 2015. “Como somos pocos”, dice José Ramón, “nos toca llevar varios sombreros”. Dirigió el Institut de Belles Lettres Arabes (IBLA), fue vicario general durante 11 años, y párroco casi todo el tiempo. El mestizaje como esperanza de futuro y la intimidad de una comunidad cristiana minoritaria son las mejores impresiones de esa época.

    Es colaboradorm de “Villa Teresita”, en Pamplona, dando clases de castellano a un grupo de africanas y participa en el programa de formación de "Capuchinos Pamplona".

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