Abiy Ahmed Ali, primer ministro de Etiopía, recibió el Nóbel de la Paz en 2019 tras haber puesto fin al conflicto fronterizo con Eritrea y restablecido relaciones diplomáticas con este país. Seis años más tarde, un artículo de Crisis Group afirmaba hace un mes: “Etiopía y Eritrea se acercan a la guerra en medio de la agitación en Tigré”. Y hace unos días The Economist titulaba: “Un nuevo `golpea y coge´ (smash and grab) para los puertos del Mar Rojo”. Y es que la “paz” de 2018 dejó sin resolver dos cuestiones muy importantes: una posible salida al mar de Etiopía (causa de tensiones con Eritrea) y las relaciones entre la región de Tigré y el resto del país. Y quedaron también pendientes otras cuestiones: las relaciones entre Tigré y Eritrea, de la que son ciudadanos numerosos tigrinos; el despertar autonomista en diversas regiones etíopes; o las interferencias de los ricos países árabes del entorno, especialmente Arabia Saudí y UEA en los asuntos de Sudán y el Cuerno de África.
Entre 1991 y su muerte en 2012, fue el militar y político tigrino Meles Zenawi quien gobernó Etiopía como una autocracia, con el respaldo de una coalición dominada por el TPLF. Y, naturalmente, los amharas y los oromo se sintieron marginados. Durante el gobierno de Zenawi, Etiopía estuvo en guerra con Eritrea de 1998 a 2000. A la guerra le siguió una situación conflictiva de casi veinte años, que paralizó política y económicamente a ambos países. Tras el fallecimiento de Zenawi en 2012, el TPLF siguió gobernando hasta 2018, cuando las numerosas protestas populares hicieron que se nombrase primer ministro al oromo Abiy Ahmed Ali. La guerra de Tigré (2020 – 2022) se inició después de que el TPLF (Frente de liberación Popular de Tigré) celebrara elecciones en septiembre de 2020, desafiando al gobierno federal de Adís Abeba, que había pospuesto las elecciones en todo el país debido a la pandemia de COVID-19. Durante el conflicto, Adís Abeba pudo contar con la ayuda de Eritrea, así como de las milicias de la región etíope de Amhara. Un Acuerdo de Cese de Hostilidades tuvo lugar en noviembre de 2022, y en 2024 Etiopía inició el proceso de desmovilización de sus combatientes. Pero siguió sin aclararse la relación entre los tigrinos y el Estado central. Y entre tanto, se enfrió el apoyo a Adís Abeba por parte de Eritrea y Amhara, molestos por no haber participado en las negociaciones de paz, de las cuales habrían querido sacar alguna ventaja.
Una disputa entre facciones políticas en Tigray estalló poco después del cese de hostilidades en 2022. Abiy impidió que Debretsion Gebremichael, líder de Tigray en tiempos de guerra y jefe del TPLF, tomara las riendas de la nueva administración regional. El TPLF se vio obligado a nombrar para el puesto a Getachew Reda, ganador por un solo voto en la elección interna del comité central del TPLF. Ahora las facciones de los dos líderes se acusan mutuamente de excesiva connivencia con el gobierno federal y de mala gestión en los acuerdos que llevaron a la paz. Y aunque Debretsion lo niegue, el sentimiento en la región es que existe un pacto con el presidente de Eritrea, Isaías Afwerki, para conseguir la caída de Getachew. Y, de hecho, en medio de temores de un nuevo conflicto, el pasado 8 de abril Abyi ha cesado a Getachew Reda y nombrado nuevo jefe de la administración interina de Tigré a Tedesse Worede. “Puede que la Guerra de Etiopía haya terminado, pero la crisis de Tigray no”, ha sido la conclusión de Assefa Leake Gebru, profesor de Ciencia Política y Estudios Estratégicos de la Universidad de Mekelle, en The Conversation del pasado 18 de marzo.
Como tampoco se ha solucionado la salida al mar para Etiopía. Sus ambiciones marítimas se remontan al antiguo Reino de Axum (siglos I al VII), que controlaba la costa del Mar Rojo, en particular la ciudad portuaria de Adulis (unos 45 km al sur del actual puerto de Massawa en el norte de Eritrea), así como el puerto de Zeila (en Somalilandia, 250km al norte del puerto de Barbera, y a 300km de la capital Hargeisa). De ahí que el deseo de acceso al mar esté grabado en la historia de Etiopía y entrelazado con la identidad y el orgullo nacional del pueblo etíope. En el siglo XVI los turcos otomanos tomaron el control de la costa del Mar Rojo, incluido el importante puerto de Massawa, que pasó a manos egipcias en 1875. Eritrea se federó con Etiopía en 1952 mediante la ratificación de la Resolución 390 de la Asamblea General de las Naciones Unidas y, por un tiempo, Etiopía pudo utilizar los puertos eritreos de Massawa y Asab. Pero la resolución de Naciones Unidas había ignorado los deseos de independencia del pueblo eritreo, y a finales de la década de 1950 comenzó a organizarse la rebelión armada que hizo que en 1994 Eritrea consiguiera su independencia. Etiopía es ahora el más poblado de los 44 países sin acceso al mar (el Vaticano es el menos poblado de ellos).
Para que los países sin salida al mar puedan hacerlo a través de tratados específicos con sus vecinos, la ONU ha previsto una legislación que pueda ayudarles, siempre que exista buena voluntad en las partes. ¿Lo logrará Etiopía? ¿A través de Somalia? ¿De Eritrea? ¿Por las buenas? ¿Por las malas? A partir del 1 de agosto del año pasado, cuando Etiopía firmó un acuerdo con Somalilandia por el que ésta arrendaría a Etiopía un tramo costero donde establecer una base marina, y Etiopía reconocería oficialmente la existencia de Somalilandia, los lectores de UCM-CIDAF han podido seguir las reacciones negativas de Somalia, la aparente inclinación de Washington hacia el reconocimiento de una Somalilandia independiente, y, finalmente, el acuerdo del pasado 12 de diciembre mediado por Turquía entre Etiopía y Somalia que deja como promesas en el aire la posibilidad de que Etiopía acceda al mar a través de “territorio somalí” (la Somalilandia separatista y el inestable Puntland). Entre tanto, según The Economist, tropas etíopes se están moviendo hacia la frontera con Eritrea, a poca distancia del puerto de Asab, mientras que el eritreo Isaias Afwerki habría ordenado una movilización militar a nivel nacional. Abiy dice que no quiere la guerra. Los vecinos lo dudan. Y Yibuti, por donde pasa lo poco que entra y sale de Etiopía, sospecha que los Emiratos sostienen a Abiy, y que Yjibuti será uno de los que paguen los platos rotos. ¿Pronto la guerra?
José Ramón Echeverría
CIDAF-UCM