Predicadores callejeros, por Ramón Echeverría

22/03/2022 | Bitácora africana

A pesar de las protestas de asociaciones y grupos de derechos humanos, los conservadores, gracias a su mayoría en el parlamento de Londres, están impulsando el proyecto de ley, “Police Crime and Sentencing Bill”, como respuesta al caos de protestas y paralizaciones ocurridas en Londres durante la “Extinction Rebellion” de 2019. Una parte de esta ley dará a la policía poder para suprimir toda manifestación, aunque se limite a una sola persona, que pueda causar intimidación, acoso, alarma o angustia entre los transeúntes. Con sus numerosos cabos sueltos, “la nueva ley, por su amplio alcance, podría conducir a la prohibición de los predicadores callejeros cristianos”, comentó hace algún tiempo Adam Kula en su “Belfast News Letter”. ¿Coincidencia? El pasado 24 de febrero, el “Nile Post News” de Kampala publicaba: “Los predicadores callejeros tendrán 30 días para desalojar Kampala”. Es el tiempo que les ha dado el gobernador de Kampala Hudu Hussein, que quiere desinfectar la ciudad, y para ello “todos los pastores, vendedores y niños mendigos, entre otros grupos desorganizados, tienen que abandonar la ciudad”. “Queridos pastores, por lo mucho que os queremos, os doy una amnistía de 30 día para abandonar las calles. Queremos que la ciudad sea más seria”. Algunos predicadores ugandeses ya le han respondido: “No se puede amenazar al Evangelio del Señor y a los que lo difunden. ¡Los 30 días podrían terminar siendo los tuyos!” (Godfrey Kuteesa). “Hemos sido llamados a cambiar el mundo con el Evangelio” (Moses, miembro de la Agrupación evangélica Phaneroo, dirigida por el Apóstol Grace Lubega). Ya lo escribió en 2019 en modernghana.com el periodista y escritor ghanés-belga Joel Savage con ocasión de la detención en Escocia de un predicador callejero: “En Europa y en muchos países del mundo, incluido Canadá, es ilegal compartir el Evangelio de Jesucristo. La policía continúa arrestando a los predicadores callejeros que solo están compartiendo el evangelio como Jesús había ordenado: ‘Id a todo el mundo y predicad el evangelio a toda la creación’, Marcos 15:16”. “Esas cosas extrañas que suceden en todo el mundo significan el fin de los tiempos, o señales de los últimos días. Sin embargo, no hay necesidad de temer, porque el Gran Maestro mismo dijo: ‘Y seréis odiados de todos por causa de mi nombre; pero el que persevere hasta el fin, ése se salvará´, Mateo 10: 22”.

religion_dinero_evangelistas_predicadores_cc0-6.jpgFue en 1963, joven estudiante en Londres, cuando escuché por primera vez a predicadores callejeros, mayoritariamente evangélicos, en el conocido Hyde Park Corner de Londres. El primero con el que me topé proclamaba el Evangelio no lejos de un sindicalista antillano, que gozaba desafiando a los nativos ingleses porque le dejaban la libertad de insultarlos, algo imposible, según él, en su país de origen. Ignoro si el sindicalista y el predicador podrán, si el Parlamento británico aprueba la nueva ley, seguir insultando con la misma libertad. El fenómeno de los predicadores callejeros, me lo encontré de nuevo diez años más tarde en Nairobi. A veces actuaban en pareja, lanzando eslóganes bíblicos en inglés y en kiswahili, las dos lenguas oficiales del país. En numerosas capitales africanas, especialmente en los países de habla inglesa, la predicación callejera se ha ido haciendo más visible desde que el pentecostalismo, iniciado en Los Ángeles en 1906, hiciera su irrupción en África e influyera en buena parte de las iglesias evangélicas. A la misión de éstas de salvar el mundo, se añadió el enfoque vivencial y emocional del pentecostalismo. A propósito de éste, Harvey Cox, profesor de Harvard hasta su jubilación 2009, decía que llenaba el “vacío de éxtasis” propio de las iglesias tradicionales cristianas.

The Sunday Mail, que se presenta como el “Principal periódico para la familia de Zimbabue”, dedico en 2017 un artículo de Emmanuel Kafe a los predicadores callejeros de Harare, “The Rise of the Street Preacher” (La proliferación del predicador callejero). Por una parte, Kafe describe el punto de vista del predicador: “Desde la perspectiva cristiana, la predicación callejera forma parte de la Gran Comisión para difundir el mensaje de Jesucristo a personas de todas las naciones, razas y credos”. “Uno de ellos, Patrick Katanda, dice que ama lo que hace y que continuará a pesar de los insultos y la indiferencia de algunos sectores del público”. “Según el pastor Andrew Chiota de la Iglesia Bautista ‘Ser una molestia para el público no debe considerarse como tal, y si un predicador es insultado, debe tomar tal tratamiento con el espíritu del mártir´”. Pero Kafe menciona igualmente algunas reacciones adversas: «Según Michael Chideme, gerente de comunicaciones de la ciudad de Harare, perturban la paz de la que la gente debiera gozar en el centro de la ciudad. Para predicar ya tienen sus iglesias”. “Además, los carteristas aprovechan de que el público está absorto y cautivo, se queja Sengesai Sibanda, a quien robaron mientras escuchaba en la calle a un predicador”.

La periodista de la BBC Miriam Watsemba informó el pasado 8 de marzo, que a los pocos días de haber decretado la expulsión de los predicadores callejeros de Kampala, Hudu Hussein tuvo que retractarse, al menos parcialmente. Había sido “citado de manera parcial”. No tenía ninguna intención de “hacerle la guerra a Dios”. Lo que pretendía era que los predicadores no acosaran a los conductores de vehículos, o que “utilizaran altavoces estruendosos allí donde su voz podía ser suficiente”. Y tras describir las actividades de algunos predicadores como Kayemba Stephen (apodo popular: “Sulphur Teacher”, Maestro Sulfúreo); Auma Laura (encargada de relaciones públicas en un banco); y Pius Eritu 28 años, (ingeniero informático). Y tras escuchar los “hallelujah” y los “amen” de algunos viandantes, Miriam Watsemba concluía: “por mucho que se esfuercen las autoridades, es poco probable que los predicadores dejen las calles”.

Ramón Echeverría

Autor

  • Echeverría Mancho, José Ramón

    Investigador del CIDAF-UCM. A José Ramón siempre le han atraído el mestizaje, la alteridad, la periferia, la lejanía… Un poco las tiene en la sangre. Nacido en Pamplona en 1942, su madre era montañesa de Ochagavía. Su padre en cambio, aunque proveniente de Adiós, nació en Chillán, en Chile, donde el abuelo, emigrante, se había casado con una chica hija de irlandés y de india mapuche. A los cuatro años ingresó en el colegio de los Escolapios de Pamplona. Al terminar el bachiller entró en el seminario diocesano donde cursó filosofía, en una época en la que allí florecía el espíritu misionero. De sus compañeros de seminario, dos se fueron misioneros de Burgos, otros dos entraron en la HOCSA para América Latina, uno marchó como capellán de emigrantes a Alemania y cuatro, entre ellos José Ramón, entraron en los Padres Blancos. De los Padres Blancos, según dice Ramón, lo que más le atraía eran su especialización africana y el que trabajasen siempre en equipos internacionales.

    Ha pasado 15 años en África Oriental, enseñando y colaborando con las iglesias locales. De esa época data el trabajo del que más orgulloso se siente, un pequeño texto de 25 páginas en swahili, “Miwani ya kusomea Biblia”, traducido más tarde al francés y al castellano, “Gafas con las que leer la Biblia”.

    Entre 1986 y 1992 dirigió el Centro de Información y documentación Africana (CIDAF), actual Fundación Sur, Haciendo de obligación devoción, aprovechó para viajar por África, dando charlas, cursos de Biblia y ejercicios espirituales, pero sobre todo asimilando el hecho innegable de que África son muchas “Áfricas”… Una vez terminada su estancia en Madrid, vivió en Túnez y en el Magreb hasta julio del 2015. “Como somos pocos”, dice José Ramón, “nos toca llevar varios sombreros”. Dirigió el Institut de Belles Lettres Arabes (IBLA), fue vicario general durante 11 años, y párroco casi todo el tiempo. El mestizaje como esperanza de futuro y la intimidad de una comunidad cristiana minoritaria son las mejores impresiones de esa época.

    Es colaboradorm de “Villa Teresita”, en Pamplona, dando clases de castellano a un grupo de africanas y participa en el programa de formación de "Capuchinos Pamplona".

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