El año que todos quisiéramos olvidar, pero que siempre recordaremos, terminó con una noticia positiva para el continente africano: el semanario británico The Economist ha nombrado a Malaui «país del año». Una decisión que se inspira en un estudio elaborado en octubre pasado por el think tank Freedom House, que examinó la condición de la democracia y el respeto a los derechos humanos durante la pandemia en 192 países.
El informe muestra que ambos han retrocedido en hasta 80 países y el periódico británico ha establecido que Malaui fue el único país donde realmente han mejorado. Entre los motivos que llevaron a la revista económico-política más importante del mundo a elegir el pequeño estado del sudeste de África estuvo la decisión del Tribunal Supremo de anular el resultado de las elecciones presidenciales del pasado mes de febrero.
The Economist resumió su elección explicando que en abril de 2012, tras la muerte del jefe de Estado, Bingu wa Mutharika, a causa de un infarto, las principales agencias de noticias de todo el mundo escribieron que lo habían llevado a un hospital en la capital, Lilongwe. y que ya estaba muerto cuando llegó en la ambulancia. En cambio, los medios locales anunciaron que el presidente Mutharika estaba vivo y que lo habían llevado a Sudáfrica para recibir tratamiento.
El presidente Mutharika, un ex economista del Banco Mundial, fue elegido en 2009 para un segundo mandato de cinco años (el último permiso previsto en el artículo 83, párrafo 3 de la Constitución de Malaui), pero en el último período de su presidencia habían crecido en su contra las acusaciones de nepotismo y derroche de dinero, que provocaron violentas protestas entre la población.
Muchos analistas políticos africanos habían subrayado el compromiso de Mutharika de convertir a su hermano Peter, entonces ministro de Relaciones Exteriores, en su sucesor. Sin embargo, en cumplimiento de la Constitución, la vicepresidenta Joyce Banda, quien había sido expulsada del partido de Mutharika en 2010, asumió las funciones presidenciales y Peter Mutharika no pudo asumir el poder. Sin embargo, fue elegido en 2014 y en las elecciones de mayo del año pasado fue nuevamente confirmado al frente del país africano.
Sin embargo, parecía que a pesar de la vigilancia de los observadores internacionales, su elección había estado dominada por el fraude y las papeletas de votación habían sido manipuladas. Los malauíes organizaron protestas masivas, algunas de las cuales resultaron en violencia, para invalidar las «elecciones Tipp-Ex» (de la marca de fluidos correctivos que se habían utilizado para alterar los resultados), mientras que los partidos de la oposición recurrieron a la Corte Suprema.
En febrero, los jueces del Tribunal Supremo, con un fallo de 500 páginas, otorgaron una repetición de la votación que se llevó a cabo el 23 de junio y Lazarus Chakwera, de 65 años, venció a Peter Mutharika por un amplio margen, obteniendo el 58,5 % de los votos. La decisión de los jueces de Malaui marcó la primera vez en la historia africana que una nueva ejecución de las elecciones ha llevado a la derrota de un presidente en ejercicio.
El deseo de que se repitieran las elecciones también llevó al prestigioso think-tank londinense Chatham House a otorgar a los cinco jueces de la Corte Suprema de Malaui un prestigioso premio internacional por la contribución más significativa a la mejora de las relaciones internacionales. En el momento de la concesión, el director de Chatham House, Robin Niblett, declaró que lo que sucedió en Malaui representa un momento histórico para la gobernabilidad democrática.
El doble reconocimiento recibido por Malaui es sin duda muy relevante para la imagen del país, pero también es importante destacar que la sentencia de los jueces de la Corte Suprema, además de ser crucial para reconstruir la confianza de los ciudadanos malauíes en sus instituciones, fue decisiva para apoyar más ampliamente los estándares de la democracia en todo el continente africano.
Original en: Afrofocus