¿Porqué los salafistas destruyen los mausoleos?
13/11/2012
Por Cheikh Khaled Bentounes
El Jeque Jaled Bentunes es miembro de la Hermandad sufí Alawiyya y presidente honorario de la asociación internacional Los amigos del Islam.
Después de haber sacudido el yugo de las dictaduras y de los poderes autoritarios que les gobernaba con una mirada indulgente del Occidente, los pueblos arabo-musulmanes se encuentran confrontados a una influencia de la corriente neo-wahhabita que convierte la religión islámica en una ideología que serviría para conquistar y para establecer su poder sobre la sociedad privándola de su libertad, conquistada a gran coste gracias a la Primavera árabe.
Nos damos cuenta hoy que, para llegar a este fin, el movimiento mundial de esta corriente fomenta, educa y financia grupos llamados “salafistas”, “yihadistas”, etc. Para re-islamizar la sociedad según esta doctrina, utilizan la violencia, el miedo y la culpabilidad bajo pretexto de luchar contra las innovaciones “arcaicas” y “blasfemas”.
En realidad el salafismo no sería más que el caballo de Troya de un pensamiento sobre el que reposan las bases de los regímenes conservadores que temen los efectos de una sociedad democrática que garantiza las libertades fundamentales a los ciudadanos, incluyendo la libertad de las minorías, los derechos de la mujer y las convicciones religiosas individuales incompatibles con su credo.
La destrucción de los mausoleos de los santos en Mali, en Libia y en Túnez.
Estos monumentos son lugares de enseñanza, de recogimiento y de memoria respectadas desde hace siglos. Su destrucción no sería más que una estrategia para ponerle un corsé a la sociedad y privarla de su dignidad y de sus derechos fundamentales con el fin de conducirles “al islam de los orígenes”.
En cuanto a las acusaciones contra el sufismo, culpable según ellos de magia y charlatanería, de hecho han existido desde los orígenes del islam, transmitidos por aquellos cuyos horizontes se limitan a su propia capilla o por teólogos al servicio de escuelas de este pensamiento. Por eso, por el hecho mismo de esta “confrontación”, se está produciendo, en el marco de la evolución de la Historia, una deterioración progresiva del carácter universal y espiritual del islam. Esta deterioración no toca evidentemente a la Revelación misma, pero sí a sus formas de expresión religiosas.
Esta hostilidad es por esencia de carácter arcaico, dogmático y oscurantista.
La finalidad de este movimiento es reducir el mensaje de Mohammed a un condicionamiento del creyente en función de una lógica sectaria y de una práctica precaria vacía de toda espiritualidad, de tolerancia, de amor, de la razón que contribuyen al desarrollo de una sociedad. La Verdad no puede ser manipulada, sencillamente porque engloba todo, incluso su propia manipulación. Antiguamente, todos los debates entre las escuelas teológicas en Bagdad o en Andalucía eran libres y respetuosos de los puntos de vista diferentes, incluso el de los no-musulmanes.
Intentar adoptar con los neowahhabitas una pedagogía fundada en el diálogo no tiene razón de ser. Y que los dirigentes tomen sus responsabilidades y hagan respetar el Estado de derecho.
Los que destruyen los símbolos que nos recuerdan la memoria de los santos y sabios que han trabajado toda su vida enseñando a las personas la paz, el amor, la unidad de la comunidad, deben meditar este versículo que cita a estos santos como ejemplo: “No, verdaderamente, los Awliyâ (“los amigos”) de Dios no tendrán miedo, no serán aflijidos.” (Coran X, 62) En cuanto a los responsables de los Estados envueltos en estas corrientes conocidas por su violencia y su violencia de las reglas fundamentales del islam, deberían meditar el siguiente versículo: “No hay coacción en religión,” (Coran II, 256) y así tomar distancias de ciertos Estados que defienden las “fetwas” que llaman a la destrucción y el asesinato de todos aquellos y aquellas que no comparten sus puntos de vista.
En cuanto a la sociedad civil que parece estar tetanizada por este fenómeno, es su responsabilidad màs que nunca de demostrar a los suyos como al resto del mundo, que el islam humanista, espiritual y societal es compatible con la modernidad y los Derechos Humanos. Por supuesto, que la Humanidad no conocerá ni paz ni estabilidad sin la participación de los musulmanes en la construcción de un porvenir mejor para todos. “He aquí los que son los servidores del Misericordioso:los que caminan humildemente sobre la tierra y que dicen “Paz” a los ignorantes que se dirigen a ellos.” (Coran XXV, 63)
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