Una mujer habla sobre el tiempo que vivió con milicianos islamistas de Boko Haram, en su escondite de la selva, en Nigeria.
¿Su estancia con Boko Haram fue voluntaria?
Aisha Yerima fue secuestrada por Boko Haram a la edad de 21 años en Nigeria y se casó con uno de los comandantes del grupo, de quien dijo que se ganó su corazón con romance y regalos. Su marido estaba ausente cuando los militares del gobierno atacaron su campamento en el bosque y rescataron a Aisha y a docenas de otras mujeres
¿Por qué volvió con Boko Haram?
Todas las mujeres liberadas pasaron por un programa de desradicalización de un año, pero apenas cuatro meses después de comenzarlo, Aisha decidió que la vida con Boko Haram era mejor y sorprendió a su familia cuando regresó voluntariamente al cautiverio de Boko Haram después de que el ejército la liberara. Ella da como razones que tuvo que depender económicamente de sus padres, tanto ella como su hijo de dos años, rescatado con ella. Además su marido guerrillero estuvo encantado cuando ella se puso en contacto con él por el teléfono celular. Él le propuso venir a recogerla y así lo hizo.
¿Cómo fue su vuelta a la selva?
El día acordado, salió de la casa de sus padres con su pequeño hijo, sin decírselo a nadie y llevándose sólo algunas pertenencias. Aisha reanudó inmediatamente su vida como esposa de un comandante, tratada con respeto, con otros cautivos asignados a ella, como sirvientes, y con medios de vida suficientes.
¿Por qué se decidió a abandonar la selva y Boko Haram?
Su marido murió en batalla. La obligaron a casarse con un colaborador de los guerrilleros, cuando ella no quería. Ella pidió a su nuevo marido de establecerse en una ciudad pero él se negó. Entonces se escapó con su hijo y otras mujeres pero fueron capturados. Para que no volvieran a intentarlo la apartaron de su hijo llevándolo a un lugar desconocido para ella. El deseo de escapar se intensificó cuando el ejército nacional intensificó los ataques.
Se le ofreció otra escapatoria, pagando a un guerrillero de Boko Haram que la llevó, por sendas secretas, hasta las cercanías de un campo militar del gobierno. Allí fue bien acogida por los soldados que le pagaron el viaje en autobús hasta su ciudad. También la familia la acogió con mucho cariño. Ahora intenta rehacer su vida con un pequeño negocio de perfumería:
“Rezo a Alá para que rescate a mi hijo -nos dice -, pero nunca volveré a Boko Haram”.
Bartolomé Burgos
[CIDAF-UCM]