La voz de Fadi Najjar, sacerdote greco-católico en la ciudad siria de Alepo, suena entrecortada, a veces jadeante. Lleva casi 36 horas sin parar, desde que el ya histórico seísmo de 7,8 grados de intensidad segó miles de vidas en esa zona de Siria y en la vecina Turquía.
«Sentimos que Siria es un país olvidado. Puede que sea por cuestiones políticas, pero no deberíamos olvidar que hay gente que está sufriendo. Repito, hay gente que está sufriendo«.
Los análisis de los expertos en las televisiones apuntan a que, dada la magnitud del temblor y la mala construcción de las viviendas, la cifra final puede sobrepasar las 40.000 víctimas.
«En nuestra comunidad cristiana, estamos viviendo estos momentos también con cierta desesperación y hay personas que se preguntan, por qué nos está pasando también esto, después de doce años de guerra”.
De momento, la Iglesia en Alepo, con lo poco que tiene, está ya volcada en ayudar a la población. Él mismo, con otros miembros de la comunidad greco-católica, han estado ayudando a sacar cuerpos de debajo de los escombros. Ayer por la noche abrieron todas las iglesias y la mayoría de la gente ha dormido en las parroquias, en las sacristías, en los colegios, en todas las dependencias parroquiales.
Ante semejantes tragedias de emergencia, lo primero de todo que la sociedad global está haciendo es enviar toda la ayuda humanitaria posible para salvar vidas y ayudar en las necesidades de tantas personas en el dolor y privadas de todo. Esta solidaridad es primordial y debe prevalecer ante todo.
Llegará luego el momento para un análisis más profundo sobre las causas y responsabilidades relacionadas con estas catástrofes naturales, humanas y económicas, porque en su mayor parte, pues no podemos controlar las leyes de la naturaleza, son consecuencias de las obras, con frecuencia irresponsables, aunque libres, de manos humanas.
Recuerdo cómo numerosos edificios se desplomaron en diversas ciudades de Uganda, porque se construyeron con materiales inadecuados para sacar un mayor beneficio, poniendo así en peligro mortal a cientos de personas. Semejantes casos de fraude y de corrupción los conocemos también en nuestros propios países e instituciones.
En países como Japón, sufren terremotos continuamente, aunque no siempre de esa misma magnitud, y no se ve semejante colapso de edificios enteros.
Esperamos que un análisis exhaustivo identifique todas las causas principales de semejante tragedia para tomar las medidas adecuadas que garanticen la responsabilidad, seguridad y calidad de vida de todos en el futuro.
Lázaro Bustince
[CIDAF-UCM]
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