Por qué los africanos gastan sin calcular

15/02/2012 | Crónicas y reportajes

En África, muchos se han acostumbrado a vivir por encima de sus posibilidades económicas. ¿Pero puede durar esto?

“Ecónomo no es africano”, de la misma manera que decimos “imposible no es francés o alemán, etc. Pero ¿por qué, en general, los africanos no son ecónomos?

La respuesta es a la vez simple y compleja.

Los africanos de hoy lo han heredado de sus antepasados. A pesar de su evolución en un modo de vivir mas moderno con influencias occidentales, esta manera de ser parece resistir al desgaste del tiempo, prueba de ello incluso se podría pensar que es un comportamiento congénito.

Afortunadamente los africanos de la Diáspora, sobre todo los que viven en Occidente no tienen el mismo tipo de reflejo en materia de gestión. No se comportan como Harpagón, el personaje de la obra El Avaro de Moliere, prestan al menos atención a su cartera moldeados por otra cultura que tiene sus códigos y que muchos africanos comprenden difícilmente.

¿Determinismo cultural?

En los africanos no hay nada congénito en la manera de administrar. El fenómeno es más bien cultural, filosófico y espiritual. En general, los africanos son tan creyentes que no están dispuestos a abrazar una religión, aunque haya sido revelada por Jesucristo o Mahomet. Para los antepasados de los africanos del Sur del Sahara, “Dios que ha creado la boca proveerá a sus necesidades”. Inútil preguntarse qué se comerá mañana. Mañana vendrá y con él de qué comer. Lo que cuenta es hoy.

Los africanos no conocen el proverbio chino “no te comas todo tu arroz hoy, porque mañana llega” Por poco que nos fijemos podremos hacer una observación importante. Los africanos no calculan los gastos antes de hacerlos, se calculan después. Es lo que los occidentales llaman: “gastar sin contar”. Eso es sintomático de la falta de planificación y del apego casi umbilical a la concepción tradicional de la gestión de los bienes.

Antiguamente, esta manera de gestionar las cosas no planteaba problema. Puesto que la sociedad estaba construida sobre normas según las cuales nadie debía tener excedente en nada. Los que lo tenían lo cedían automáticamente a los que tenían necesidad. Existía además el deber de compartir lo que se poseía. El trabajo era entonces el primer valor, la emulación sana estaba en el centro de todas las actividades. No había sitio para los parásitos ni para los perezosos, que eran objeto de la burla de todos y hacían el deshonor de sus familias.

Otros tiempos, otras costumbres

Hoy, desgraciadamente, los tiempos han cambiado. Pero los africanos, en su gran mayoría, no han cambiado mucho desde el tiempo de sus antepasados.

Por ejemplo: la comunidad piensa siempre que cuando uno de sus miembros triunfa profesionalmente, debe compartir sus recursos con el resto de la comunidad. De arriba abajo, de la pirámide social, la mentalidad es la misma. Desgraciadamente, esta mentalidad desarrolla un espíritu de parasitismo que es anti económico y perjudicial al desarrollo. El africano esta dispuesto a gastar más en funerales que en el cuidado de la salud. Endeudándose al máximo incluso. Además no lo hace nunca con los medios de los que dispone. Prestigio y desmesura van juntos, del más pobre al más rico.

Cuando el europeo se sienta a beber un vaso o una botella de cerveza solo o con otros, un africano beberá, si está solo, por lo menos dos cervezas. No en función de su presupuesto, sino porque ese día tiene ganas de beber cerveza. Por lo demás Dios proveerá mañana. Pero Dios que, parece ser, creo África en primer lugar, está evidentemente cansado de proveer a sus necesidades desde el origen de la humanidad. De ahora en adelante, el africano tiene que contar con sus propios medios en previsión de los mañanas sin Dios, y a que sin duda Dios mismo es un gran ecónomo. No hay pues razón para que esté contento con los que hacen lo contrario.

Marcus Boni Teiga

Slate Afrique, 12 Enero de 2012.

Traducido para Fundación Sur por Inmaculada Estremera, mnsda.

Autor

Más artículos de Administrador-Webmaster