¿Por qué fracasan los proyectos de desarrollo en África?, por Nestor Nongo

7/05/2012 | Bitácora africana

En casi todos los aspectos, los esfuerzos de desarrollo en África han ido a la zaga más que en ninguna otra región. En innumerables cumbres regionales e internacionales, se ha convenido en que era necesario hacer esfuerzos especiales para abordar la erradicación de la pobreza y el desarrollo sostenible en África.

Pese a que hay más pobres que viven en Asia meridional, la proporción de personas que viven en la pobreza en el África subsahariana es la más alta del mundo: casi la mitad de todos los africanos, unos 400 millones de personas, viven con menos de un euro al día.

Aún continúan los conflictos encarnizados en muchos países, golpes de Estados en varias naciones, el VIH/SIDA tiene efectos devastadores, se propaga la desertificación y aumenta la deforestación. Al mismo tiempo, ha decrecido la ayuda internacional a África. La globalización parece pasar por alto en África, ya que su participación en el comercio internacional es ínfima.

Los problemas parecen agravarse, a pesar de los intentos de la comunidad internacional y de algunos gobiernos locales en busca de soluciones. Por eso, es obvio que más de uno se pregunte por el aparente fracaso de las innumerables iniciativas por erradicar o, al menos, mitigar la pobreza en el continente africano.

No hace mucho, en un bar madrileño, escuché una conversación entre dos señores sobre las campañas que se organizan para ayudar a los “niños pobres de África”. Y se preguntaban, no sin cierta resignación, sobre los resultados poco tangibles de las mismas. Señalar que los dos señores han vivido unas cuantas campañas porque ya no cumplen los 70 años.

De entrada, hay que poner en valor la labor de las organizaciones no gubernamentales y de las instituciones religiosas en África. Muchos de sus miembros han dado lo mejor de sí: su propia vida. Gracias a su actividad, más de un africano tiene esperanza para seguir viviendo.

Hecho este reconocimiento, llama la atención que diversas iniciativas puestas en marcha para revertir la situación africana no hayan tenido éxito. Y África parece adentrarse en un callejón sin salida.

Yendo al grano, yo contestaría a los dos señores del bar, y a todos los que presencian fracaso tras fracaso de los proyectos encaminados a combatir el subdesarrollo en África, que muchos de esos proyectos, para no decir todos, han errado en un objetivo que debería ser central en África: la persona, y muy concretamente, la mente del africano. Es decir, los proyectos de la lucha contra la pobreza no se han ocupado del cambio de la mentalidad del africano.

De los efectos devastadores de la colonización, y que aún perdura en África, está la despersonalización de su gente. Sin intención alguna de caer en polémicas estériles acerca de la colonización, y habitado por el único interés de buscar salida al sempiterno tema del subdesarrollo, hay que recalcar que durante la colonización, el africano sufrió importantes negaciones relacionadas con su persona que, a pesar de las independencias políticas ocurridas hace más de medio siglo, siguen presentes en el imaginario colectivo. Nos referimos, entre otras, a la negación o reducción ontológica (del ser): la inferioridad de la raza negra; la negación o reducción epistemológica (el saber): la incapacidad epistemológica de la raza negra; y la negación o reducción religiosa (las creencias): todas las manifestaciones religiosas africanas son supersticiones.

Estas negaciones, que no tienen ningún fundamento, fueron durante toda la época colonial verdaderos dogmas y sirvieron para justificar la acción colonial; al mismo tiempo, impuestas a los indígenas que, en muchos casos, las admitieron como válidas. Y todavía hoy, estos estereotipos perduran: todo lo europeo es superior; el africano es inferior; y que la salvación vendrá de Occidente.

¿Cuántos proyectos de desarrollo se elaboran desde lugares lejanos del continente africano e impuestos sin tener en cuenta la realidad local? En muchos proyectos el africano es mero espectador ya que todo el protagonismo se lo lleva el cooperante «salvador», lo que refuerza los estereotipos coloniales. Y ¿cuántos africanos se mueren por imitar la cultura europea y, así parecerse a los europeos?

De ahí que una rehabilitación del negro se convierta en una condición sine qua non para todo despegue del continente, y debería formar parte de todo proyecto de desarrollo.

Ayudar al pueblo africano a tener confianza en sí mismo, a acabar con la resignación y la apatía, y a tomar conciencia del papel que ha de jugar en la historia es fundamental. Debería aparecer en todas las iniciativas de cooperación al desarrollo un apartado reservado a la autoestima del africano y a su protagonismo en las mismas. Los demás actores han de acompañarle en el proceso.

Sólo cuando el pueblo africano llegue al convencimiento de que puede hacer lo que hacen los demás pueblos, entonces podrá vislumbrarse un futuro halagüeño para el continente.

Original en : Amplio Mundo Mi Ciudad

Autor

  • Nongo, Nestor

    Nacido en Bayaya (República democrática del Congo.) Licenciado en Ciencias Políticas y Sociología (universidad pontificia de Salamanca), en estudios eclesiásticos y en teología (universidad pontificia de Comillas), grado en filosofía (Saint François Xavier. Mbuji-Mayi. RD Congo). Máster en Turismo y Administraciones Públicas. Doctorando en ciencias políticas y sociología. Pertenece al Cuerpo Superior de Administradores Civiles del Estado.

    Analista de información internacional, especialista en comunicación pública y en política africana. Consejero Técnico del Ministerio de Cultura y Deporte. Fundador de la asociación Tracaf ("Trabajando por el corazón de África").

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