El gobierno nigeriano se enfrentó el mes pasado a duras críticas respecto a caducidad de un millón de vacunas AstraZeneca. En respuesta, el ministro de Sanidad, Osagie Ehanire, lanzó esta semana a los medios un mensaje de tranquilidad, asegurando que se estaban tomando medidas a largo plazo para evitar que se repitiera el incidente. Respecto a la causa de la caducidad, Ehanire fue muy claro: las vacunas de AstraZeneca fueron una donación de países del Norte-global en calidad de excedente en la producción. Estas vacunas, sin embargo, llegaron a Nigeria con fechas tan próximas a la caducidad que fue imposible administrarlas todas.

Mientras que en el Norte-global los datos de la COVID-19 encienden alarmas y son considerados casi sin precedentes, Nigeria lleva años viviendo otra epidemia vírica, la del VIH. Considerado el segundo país mundial más afectado por el SIDA, estudios recientes demuestran cómo el VIH es la principal causa de empeoramiento y, en muchos casos, mortalidad de la tuberculosis. Ambas enfermedades, en combinación, son la primera causa de mortalidad en Nigeria.

La relación entre el VIH y la tuberculosis, aunque pasa desapercibida, es crucial en el entendimiento de la lucha contra la COVID-19. Mientras que la pandemia es el principal enemigo del Norte-global, en Nigeria la realidad es diferente. Asimismo, de la misma manera en que la orientación sexual, el género o la ocupación (en el caso de las trabajadoras sexuales) son intersecciones que impiden el acceso al sistema sanitario en el tratamiento del VIH y la tuberculosis, también lo es en el acceso a recursos en materia de la COVID-19.

El plan del gobierno nigeriano para evitar el desperdicio de dosis recae en la producción local de vacunas. Como Ehanire abordó, el Ministerio de Sanidad está trabajando en la inversión de fondos en los laboratorios nigerianos, asegurando su capacidad para la producción de vacunas de la COVID-19. Aun así, el ministro no despreció el papel que juegan las dosis donadas, pues son, sin duda, una red de seguridad.

Las aportaciones africanas no han de ser minusvaloradas, pues el desarrollo de vacunas actual se debe, en gran parte, al aislamiento de la variante beta por parte del laboratorio africano Sigal. En esta línea, no hay que olvidar el papel fundamental que han jugado las regiones africanas en la lucha contra la COVID-19.

Fuentes: The Guardian Nigeria - Chukwuma Muanya, Nkechi Onyedika-Ugoeze y Sodiq Omolaoye, All Africa, Avert, Organización Mundial de la Salud

[Traducción y edición, Araceli Guerrero García]

[CIDAF-UCM]

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