Pistorius; a tiros con la novia, por Rafael Muñoz Abad – Centro de Estudios Africanos de la ULL

22/10/2014 | Bitácora africana

Si los señores Botha, Verwoerd o Vorster, levantaran sus cabezas, aparte de romperse su dura y estrecha crisma contra el travesaño del ataúd, morirían de un infarto al ver como en la “nueva” Sudáfrica es una magistrada negra la que ha sentenciado a un white. Aunque Pistorius no es cualquier blanco. El hombre biónico es un “producto” publicitario de un país que alterna la peor de las delincuencias callejeras con la más alta tecnología. En los Bottle Stores de los Townships o suburbios negros, se comenta que esto es un asunto de blancos y el país sigue las vistas como si de un culebrón se tratara. Irónicamente, comenta algún taxista, entrevistado en Jo´burg, que si Pistorius fuera un negro, hace tiempo que ya estaría encarcelado. El atleta es defendido por un equipo de letrados que encofran una autentica obra de ingeniera jurídica para ganarse a la jueza, al jurado y por consiguiente, el veredicto. Se busca la libre absolución, la pena en forma de servicios sociales o la menor cantidad de años en algún regimen de prisión menor. Oscar Pistorius cosió a balazos a su novia, la hermosa modelo Reeva Steenkamp, al supuestamente… confundirla con un ladrón que se había colado en el domicilio de la pareja. Un escándalo mediático que ha trascendido los límites de la prensa del corazón sudafricana que incluso, bajo el cruel juego de palabras Man…Superman…Gunman, fue portada de la revista TIME; poniéndonos en situación, es como si aquí Casillas matara a tiros a Sara Carbonero. Pistorius, con sus extremidades de carbono nacidas de la ciencia, atrajo decenas de contratos publicitarios. Su impactante imagen robótica, vendida como un ejemplo de superación personal, se tornó en un poderoso icono publicitario que aglutinaba todo tipo de anuncios y patrocinadores. Los mismos que ahora le retiran sus apoyos pues no quieren ver sus nombres relacionados con un supuesto homicida cuya salud mental también está en tela de juicio. El fenómeno Blade Runner, como también es apodado, quizás habría sido más predecible de un estado nórdico que de la bella y a la vez cruel Sudáfrica. No obstante, no es menos cierto que estos paradigmas también son muy Made in South Africa y que haya sido un blanco el implantado, quizás boga a favor de aquellos que piensan que, pese a la nueva bandera y las series de televisión con braais interraciales y abogados negros en BMW, muy pocas cosas sustanciales han cambiado en el país. Volviendo al atleta, es incuestionable que el acusado es amigo de las armas de fuego y su exhibición pública. Aunque esto, en un país cuya población está casi tan armada como los propios EEUU y donde la cultura de las armas está muy lejos de ser una rareza para formar parte de la herencia cultural – rural de los afrikáner, caso de Pistorius, no debe extrapolarse como un catalizador del supuesto homicidio. Nada más lejos. La sentencia – a diez años de cárcel – es la vista más mediática de Sudáfrica desde los tiempos de la corte de Rivonia o la liberación de Mandela. Todo un serial que ya parece tocar a su fin: la penitenciaría.

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Autor

  • Muñoz Abad, Rafael

    Doctor en Marina Civil.

    Cuando por primera vez llegué a Ciudad del Cabo supe que era el sitio y se cerró así el círculo abierto una tarde de los setenta frente a un desgastado atlas de Reader´s Digest. El por qué está de más y todo pasó a un segundo plano. África suele elegir de la misma manera que un gato o los libros nos escogen; no entra en tus cálculos. Con un doctorado en evolución e historia de la navegación me gano la vida como profesor asociado de la Universidad de la Laguna y desde el año 2003 trabajando como controlador. Piloto de la marina mercante, con frecuencia echo de falta la mar y su soledad en sus guardias de inalcanzable horizonte azul. De trabajar para Salvamento Marítimo aprendí a respetar el coraje de los que en un cayuco, dejando atrás semanas de zarandeo en ese otro océano de arena que es el Sahel, ven por primera vez la mar en Dakar o Nuadibú rumbo a El Dorado de los papeles europeos y su incierto destino. Angola, Costa de Marfil, Ghana, Mauritania, Senegal…pero sobre todo Sudáfrica y Namibia, son las que llenan mis acuarelas africanas. En su momento en forma de estudios y trabajo y después por mero vagabundeo, la conexión emocional con África austral es demasiado no mundana para intentar osar explicarla. El africanista nace y no se hace aunque pueda intentarlo y, si bien no sé nada de África, sí que aprendí más sentado en un café de Luanda viendo la gente pasar que bajo las decenas de libros que cogen polvo en mi biblioteca… sé dónde me voy a morir pero también lo saben la brisa de El Cabo de Buena Esperanza o el silencio del Namib.

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