Un nuevo informe resalta los vínculos entre Internet, diamantes, política, industria y señores de la guerra en la República Centroafricana
El tráfico ilegal de diamantes provenientes de zonas de conflicto pasa ahora a través de teléfonos móviles, chats y redes sociales, denuncia un nuevo informe que vuelve a poner de manifiesto los vínculos entre la política, los recursos naturales y los conflictos armados en África. “Si bien la comunidad internacional trabaja con el Gobierno de la República Centroafricana y con empresas de diamantes para establecer cadenas de suministro limpias de sangre, florece un mercado negro paralelo impulsado por contrabandistas y comerciantes”, afirma el estudio Un juego de piedras, publicado por la ONG Global Witness este verano.
Este texto profundiza sobre un estudio presentado por la misma organización en 2015 titulado de Madera de sangre. Cómo Europa desempeñó un papel importante en el financiamiento de la guerra en la República Centroafricana. En aquella ocasión se pedían acciones urgentes para cortar el comercio y la ayuda a las empresas madereras que pagan millones a milicias culpables de asesinatos masivos y crímenes de guerra, para que les permitan explotar los bosques tropicales a pesar del conflicto.
Pero estos no son los únicos documentos que hablan de los negocios ilícitos que financian y alimentan la guerra en la República Centroafricana. Desde 2014 hasta hoy, el Grupo de Expertos de Naciones Unidas ha presentado siete informes que recogen las mismas acusaciones. De ellos, es especialmente significativo uno de diciembre de 2016 que habla de que en el país se ha establecido una economía de guerra.
Madera u oro, ganado o diamantes, todos los recursos avivan el apetito de grandes y pequeños, ya sean políticos, empresarios o señores de la guerra que se alían con los dos primeros grupos o quieren pasar a integrar sus filas. Igualmente, los contingentes internacionales enviados a pacificar el país, ya sea la operación francesa, conocida como Sangaris, que se dio por concluida en octubre de 2016, o la de Naciones Unidas (MINUSCA), siempre han sido considerados cómplices de estos círculos viciosos.
Los soldados franceses, y la mayoría de los blancos, eran comúnmente conocidos como voleurs de diamants (ladrones de diamantes), como réplica a voleurs de tolles (ladrones de lata) sobrenombre que los franceses aplicaban a los centroafricanos que sustraían las láminas de cinc de los tejados de las ciudades y aldeas, algo muy común en los conflictos africanos.
Esto pone de manifiesto la realidad que se vive en la República Centroafricana: mientras que los grupos armados y los comerciantes internacionales sin escrúpulos persiguen un beneficio rápido o los medios para comprar armas y la lealtad de los jóvenes desesperados, los gobiernos y la industria del diamante buscan llevar a la República Centroafricana hacia la paz, comenta el informe.
Muchos de los comerciantes de diamantes en la República Centroafricana son jóvenes, ambiciosos y con acceso a las redes sociales. Global Witness ha seguido cuidadosamente las fotos y comentarios tras los que esconden sus negocios y buscan nuevos socios comerciales. Es así cómo la organización puede afirmar que si bien los esfuerzos internacionales han obtenido un cierto impacto en el país, la realidad está muy lejos de la presentada por la comunidad internacional y la industria del diamante.
La República Centroafricana es uno de los estados más pobres y frágiles del mundo. El conflicto actual ya ha dejado más de dos millones de personas -casi la mitad de la población- en una situación de necesidad urgente de ayuda humanitaria. El país vive un auténtico desastre humanitario desde marzo de 2013, cuando miembros del grupo rebelde Seleka se apoderaron del poder con el apoyo de Chad y Sudán. El presidente François Bozizé, que había llegado a la presidencia del país unas décadas antes gracias a un golpe de Estado, huyó. Las milicias locales, conocidas como anti-Balaka se organizaron para oponerse a los nuevos gobernantes. Ya estaba servida una nueva guerra en una nación que desde su nacimiento las ha sufrido periódicamente.
Sin embargo, los ríos y suelos de la República Centroafricana son ricos en oro y diamantes. Pero estas riquezas, en lugar de fomentar el desarrollo del país y sus habitantes son saqueadas por quienes ostentan el poder o por los que se aprovechan de él. Ambas partes del conflicto han financiado sus campañas de violencia con el saqueo de las materias primas.
Los esfuerzos para controlar el flujo de diamantes de la República Centroafricana y mantenerlos fuera de las manos de los grupos armados se quedan cortos. Las piedras procedentes de todas las regiones del país encuentran su salida hacia los mercados internacionales sin mayor problema. En el informe de Global Witness varios comerciantes hablan abiertamente de la facilidad con la que estas salen del país de contrabando, y algunos reconocen claramente que trabajan con distribuidores internacionales. Muchos parecen desconocer las restricciones internacionales y los que las conocían saben cómo evitarlas con facilidad.
Lo triste es que la República Centroafricana y su población necesitan el comercio de diamantes, pero, sobre todo, necesitan un comercio responsable.
En 2013, el Proceso de Kimberley (sistema de certificaciones diseñado para evitar que los diamantes procedentes de conflictos entren en el mercado) embargó el comercio de diamantes de la República Centroafricana, pero en 2016, la medida fue levantada parcialmente para la región meridional de Berberati. En mayo de 2017, la Unión Europea impuso sanciones a Kardiam, una compañía belga con sede en Amberes, y a su filial centroafricana, Badica, el mayor comerciante de diamantes en del país, por violar la prohibición de negociar con estas piedras preciosas y financiar a Selekas y Anti-balakas.
El informe del Grupo de Expertos de 2016 citado anteriormente habla de una triangulación de los diamantes para hacerlos aparecer como procedentes de las zonas libres de embargo. Incluso Naciones Unidas sería cómplice directo de este juego. Ha sido acusada por IRIN de haber financiado a Badica, y el representante especial de la ONU en el país, Parfair Onanga-Anyanga, es sospechoso de complicidad con uno de los principales líderes de la milicia.
Evidentemente, no estamos ante nada nuevo, pero este informe de Global Witness revela cómo los contrabandistas y señores de la guerra se aprovechan de las últimas tecnologías para sus negocios. Describe un sistema de contrabando mucho más complejo del conocido hasta ahora, a través de Facebook y otras redes sociales. Un denso entramado de búsquedas, compras y transporte ilegal gracias a la porosidad de las fronteras de la región (República Centroafricana, Congo, Sudán y, muy especialmente, Camerún) y al uso de aviones, vehículos y motos. Una vez fuera de la República Centroafricana, una cadena de funcionarios corruptos obtiene los documentos válidos que naturalizan las piedras y las certifican libres de conflicto lo que les permite entrar en el mercado legal sin problemas.
Antes del uso de Internet, se tardó años en crear una cadena de suministro entre los vendedores centroafricanos y los mercados internacionales, a través de intermediarios. Ahora, explica el informe, con unos pocos clics, unos y otros se conectan directamente con los intermediarios y comparten las fotos de las piedras, comentan sobre ellas e intercambian datos personales. El acuerdo suele terminar en WhatsApp o con un mensaje privado. Así se ahorran tiempo y esfuerzos. Además, cuentan con la ventaja de que los gobiernos e instituciones internacionales no suelen supervisar y controlar estas redes y no utilizan las mismas tecnologías, van muy por detrás de los contrabandistas.
El informe concluye con una amplia sección de recomendaciones dirigidas al gobierno centroafricano, la ONU, los gobiernos e instituciones internacionales, el Proceso de Kimberley y la industria del diamante. No son nada novedosas, son similares a las ofrecidas en ocasiones anteriores y que nunca han sido aplicadas, lo que augura que esta vez no va a ser diferente. Mientas la gente sigue muriendo.
Este informe, y todos los que le han precedido, muestra que no falta información sobre la financiación de los conflictos africanos. Lo que falta es la voluntad política para que las cosas sean distintas. Pero, ya sabemos que mientras haya guerra y desorden muchas personas lo tendrán más fácil para hacer negocios.
Original en : Blogs de El País . África no es un país