Según Naciones Unidas, la evolución de la población del planeta a lo largo del siglo XXI será la siguiente:
Norteamérica tendrá un crecimiento moderado alcanzando los 500 millones de habitantes.
Latinoamérica y Asia se mantendrán relativamente estables, situándose la primera en torno a los 700 millones y la segunda en unos 5.000.
Europa perderá 100 millones de habitantes colocándose en unos 650.
África pasará de los 1.340 millones actuales a más de 4.000 a fin de siglo. Algunos países, como Angola, Burundi, Congo-Brazzaville, la República Democrática del Congo, Malawi, Mali, Somalia, Uganda, Zambia o Níger triplicarán su población.
La población total del planeta se estabilizará a fin de siglo en torno a los 11.000 millones de habitantes.
Los datos están tomados del libro “África como reto demográfico. Angola como paradigma”, escrito por Pedro Reques Velasco, Catedrático de Geografía de la Universidad de Cantabria, y por Luiekakio Afonso, profesor de Geodemografía de la Universidad Agostinho Neto de Angola. Fue publicado en 2017 por Casa África y Libros de la Catarata.
Como dice Reques, «las implicaciones geopolíticas y económicas que estos datos encierran son manifiestas y son la base del nuevo orden político y económico del mundo que se está fraguando, en el que el peso del Sur será cada vez mayor» (p. 51).
En cuanto al hambre, parece haber cierta coincidencia de opiniones en que el planeta tiene capacidad para producir la comida que vamos a ir necesitando. Tenemos un cierto margen de maniobra que, bien manejado, permitiría producir suficiente comida incluso a pesar del cambio climático. Dicen los expertos que, en el mejor de los casos, las zonas del planeta donde se produzca la comida y las zonas donde se necesite no van a coincidir, de modo que habrá países que tendrán necesariamente que importar alimentos, como los del Sahel y en general toda el África Subsahariana, donde el cambio climático será muy duro. No está nada claro que estos países vayan a tener capacidad económica para importarlos, y en caso de que la tuvieran, tampoco sabemos si sus ciudadanos podrán comprarlos. El problema no será la escasez de alimentos, sino el acceso a los mismos, como ya quedó claro en la Cumbre Mundial sobre Alimentación celebrada en 1996 en Roma. Otro problema será decidir entre usar las tierras para producir comida o emplearlas para producir agrocombustibles y cultivos industriales.
Creo que el cambio de paradigmas que todo ésto va a exigir no nos va a gustar, ya que afectará a nuestro confortable y alegre consumismo. Los paradigmas son esas ideas que aceptamos sin cuestionar, que lo impregnan todo sin darnos cuenta y que rigen nuestra vida.
La FAO emite información valiosísima sobre la situación alimentaria del mundo cada tres o cuatro meses. Pero esa información necesita ser estudiada, difundida y tenida en cuenta.
En Europa, con una pérdida de población esperada de cien millones de habitantes, la inevitable y totalmente necesaria llegada de inmigrantes se convertirá, probablemente, en un solapamiento de población. Esperemos que sea así y que, al fin, empiece de verdad la globalización.
José Antonio Barra Martínez