Perdido en Kigali

10/11/2009 | Crónicas y reportajes

Tom Sitati, mi amigo de Nairobi, es bastante aprensivo respecto al modo de conducir en Kigali y en cualquier otro sitio de Ruanda. Su miedo no se debe solamente a que se conduce por el lado contrario que en Nairobi.

Es más bien que siente cierta inquietud en Kigali, porque nunca consigue situarse cuando viene a esta ciudad. Lo gracioso es que cada vez tiene que venir con más frecuencia; Tom es un experto en abrir sucursales y las empresas de Ruanda cada vez demandan más sus servicios.

Ruanda es un país decidido a convertirse en un verdadero “país del Este de África”; Sólo hay que ver el esfuerzo que se hizo para pasar del francés al Inglés y al swahili, [de un día para otro], que se habla en el resto de la región.

Así que Tom no tiene problemas para comunicarse con la mayoría de la gente de aquí, pero siempre se siente desorientado en la ciudad. «Nunca tengo ni idea de dónde estoy», dice, refiriéndose a la residencia de su anfitrión, el director de marketing de una empresa transnacional. «Si no me recoge él mismo, el taxista habla con él por teléfono y, unas manzanas más tarde, estamos en su casa”.

Tom conoce de vista el edificio del supermercado Nakumatt, pero no sabe que se llama UTC. Sabe que estamos en el Centro MTN, pero no sabe que está en Nyarutarama y tampoco sabe cómo llegar de un edificio al otro.

Lo bueno de Tom es que tiene fe en el transporte de Kigali… lo poco que sabe de él. Dice que hay muchos menos atascos aquí y que duran menos que en Nairobi. Que siempre hay un taxi cuando se necesita y puedes llegar a los sitios rápidamente. Es cierto, y es lo bueno de una ciudad pequeña como Kigali.

Kigali, con aproximadamente un millón de habitantes, no tiene coches suficientes como para causar atascos “graves” desde el punto de vista de alguien acostumbrado a los atascos interminables de Nairobi.

En Kigali sólo se forman pequeños atascos en la antigua zona comercial de la ciudad, especialmente cerca de las estaciones de autobuses, en las confluencias de las zonas comerciales de Nyamirambo y Remera y en las carreteras principales de entrada y salida a la ciudad. Pero incluso estos atascos son sólo en hora punta.

Tom llama «taxi» a lo que él conoce como “matatu” (1) en Kenia. Esta versión local de transporte barato está muy bien regulada… No está controlada por mafias ilegales y es bastante segura, aunque hay que aclarar que en Ruanda, a diferencia de en Kenya, hasta la fecha nadie se ha hecho rico fabricando cinturones de seguridad…

Debido a su apretada agenda, Tom sólo conoce Kigali desde la comodidad del asiento del coche de un amigo o desde los “Kigali taxi” (taxis con licencia). Son un poco más caros, pero más fiables que los coches particulares (que hacen las veces de taxi pero no tienen licencia) en los que se pacta el precio por el trayecto cuando subes y que no tienen ningún símbolo de identificativo.

Tom aún no ha disfrutado de una pausada carrera en un “matatu” de Kigali… se volvería loco de nerviosismo. Aunque algunos ponen la música, hip-hop, gospel, o lo que haya en la radio, a todo volumen, no son tan divertidos como los de Kenia:

No tiene las radios de alta fidelidad, ni los altavoces gigantes traseros… no son tan “pintorescos”. No paran o adelantan de forma temeraria; En Kenia se suele adelantar subiéndose en la acera o metiéndose en el carril contrario.

Los taxis de Kigali paran sólo en las paradas establecidas; la mayoría de sus conductores, aunque a veces demasiado habladores, salvo algunas excepciones, no gritan ni son agresivos. Tom, que en Nairobi se subiría a un “matatu” sólo como último recurso, encontraría los de Kigali, fastidiosamente lentos e incluso aburridos:

No sólo porque respetan el límite de velocidad de 40 km / h en la ciudad; tampoco porque los conductores respetan las señales y los policías están siempre al acecho… Se debe a que los conductores son siempre demasiado amables y están permanentemente intentando hacer nuevos clientes y siendo demasiado educados con ellos, abriendo y cerrándoles la puerta y cobrándoles antes de que se levanten del asiento.

Así que cada vez que alguien se baja, tienes que esperar jugueteando con los dedos mientras el conductor busca el cambio de 5 000 RWF (3) o discute (siempre amablemente) porque le han dado un billete de 100 RWF roto o desgastado…. Y ¡nadie protesta!

Tom Sitati, como yo, sí que protestaría. Pero sería por poco tiempo, porque pronto notaría, como me pasó a mí una vez, que su cartera habría desaparecido nada más bajarse en Kwa Rubangura, la principal y abarrotada estación de la ciudad. Allí las bandas de carteristas roban a las almas inocentes su dinero, sus teléfonos y joyas.

Estas bandas deben haber aprendido su oficio en las calle de Nairobi, Kampala o incluso Mogadiscio porque usan los viejos trucos que nunca fallan: se pegan a sus “víctimas” cuando suben o bajan del autobús o taxi, te hacen tropezar en calles concurridas, o distraen a los conductores atascados con engañosos carteles de venta de parcelas o con señales de advertencia de mentira, mientras que sus cómplices cogen los bolsos de mano, ordenadores portátiles y teléfonos de los asientos de los coches.

También existe en Kigali el transporte en moto, pero, a diferencia de mí, Tom nunca se subiría; La “moto-taxi” de Kigali (“aka moto” como la llaman aquí) es una manera de llegar a todos lados barata pero, a diferencia de Nairobi, los conductores no tienen tanta pericia para esquivar los atascos.

El problema de las motos es lo peligrosas que son en las manos equivocadas…, la gran cantidad de personas hospitalizadas, con la nariz y boca rotas de los accidentes lo confirman. «Todo ocurrió demasiado rápido» fue lo primero que me dijo otro amigo keniano, también llamado Tom, cuando le vi en el hospital Rey Faisal, después de un accidente en moto en una colina en Kimihurura, un barrio de Kigali.

Tom Sitati dice que lo que más le impresiona de las “aka moto” de aquí es que todos llevan un casco para el pasajero.

Dice que en Kenia, la mayoría de los moto taxis – al igual que los “boda-boda” (taxis-bicicleta) – nunca llevan casco y no se meten en las zonas controladas por la policía para evitarse la multa o la extorsión; o ambos. Tom se quedaría todavía más impresionado si supiera que el número grabado en el casco y la capa de cada conductor de bici-taxi es una especie de código de barras de identifica el conductor, su taxi y su zona.

«Se sale de Nairobi a las 6.15 hora de Kenya, se vuela durante una hora, y se aterriza a las 6.15 hora de Ruanda», dice Tom, mientras juega con el pequeño móvil… “se niega obstinadamente a mostrar la hora ruandesa”…. «Cuando lo pongo a GMT (2) +2, automáticamente se cambia a GMT +3!». A lo mejor el móvil tampoco se acaba de ubicar en Kigali….

LLOYD IGANE

Lloyd Igane ha sido pastor, maestro sin formación, cronista, limpiador de establos, vendedor de anticonceptivos para conejos, contable y esposo. Divide su tiempo entre Nairobi (Kenia) y Kigali (Ruanda).

(1) matatu; vehículo (desde 4 (utilitario) hasta 10-12 plazas (furgoneta) compartido entre varios pasajeros; está entre medias de un taxi y un autobús de línea. No tiene horario ni ruta 100% definida para recoger y bajar a la gente cuando y donde quiere.

(2)GMT; Greenwich meridian time. Hora del meridiano de Greenwich.

(3) RWF; francos ruandeses.

Publicado en el diario Mail & Guardian, Suráfrica, el 19 de octubre de 2009.

Traducido por Mª Ángeles Aragoneses, para Fundación Sur.

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