Los caminos para llegar a la música africana no son infinitos, pero sí abundantes, inescrutables e ineludibles. Polo Vallejo comenzó a seguir esta senda mientras investigaba el género vocal polifónico y se dejaba arrastrar por la pasión que hacia viajar el dedo sobre el mapa. En mi caso, las grabaciones pirata de los conciertos de Charlie Parker, verdaderos milagros técnicos de un saxofonista venido a buscavidas y ferviente admirador del creador de Bebop, obraron el acto de los primeros pasos. Otro mojón del camino coincidió con la última visita de Gillespie al auditorio de Madrid. Él estaba ya mayor, tocó poco, pero su figura, mítica, revestida con un bubú, era una reivindicación de la africanidad del jazz. Más tarde, y ya con algún camino andado, quien sabe si avanzado, hablé con el insigne Ben Sidran sobre el tema. Él sí había se había entrevistado con los grandes, desde Davis, pasando por Webster, hasta Jamal, todos ellos, me confirmó, conscientes de las raíces africanas
La paternidad africana de la “Gran Musica Negra”, como llamaba al jazz The Art Ensemble of Chicago, su reconocimiento, no sólo estaba en la música, se preocuparon de hacerlo mucho más explicito. Los títulos de algunas de las canciones, en muchos casos, como en el Bebop, mensajes enigmáticos para la comunidad, acercaban irremediablemente hacia el continente: “Afro Blue”, con letra de Oscar Brown y música del percusionista cubano Mongo Santamaría, el tema “Home is África”, composición de los 60 de Ronnie Boykins, “Appointment in Ghana”, composición de finales de los 50 del saxofonista alto Jackie McLean y que a buen seguro expone el interés con el que estos músicos observaban los movimientos políticos de personajes como Nkrumah y la independencia de Gold Coast, “Mr. Kenyatta”, perteneciente al álbum de hard bop “Search for the new land”, del tompetista Lee Morgan y que bien podría considerarse la expresión del orgullo de la comunidad afroamericana ante el devenir de los nuevos tiempos.
En este viaje, un músico te guía hasta otro en una especie de búsqueda del santo grial de los orígenes. El “Duque” Ellington te lleva hasta el pianista Sudáfricano Abdullah Ibrahim, ¡que descubrimiento!, el jazz europeo del trompetista Stockhausen, hijo de Karlheinz, se fusiona con el laud del tunecino Dhafer Youssef, y ya, anteriormente, otro grande interprete tunecino del laud como Anouar Brahem había experimentado, con fortuna, junto a al contrabajista Dave Holland en el encuentro de estos ritmos de ida y vuelta. Así, sumando audiciones, conocimientos, charlas y cientos de preguntas, uno descubre las fuentes, pues las músicas del continente son variadas, como sus lenguas, pero con elementos unificadores. Pero, pese a todo esto, uno se sabe moviéndose entre las terribles tinieblas de la ignorancia buscando cualquier mínima luz que ordene y clarifique. Llegados a ese punto se agradece encontrarse con quien dedica su conocimiento, investigación y pasión en hacernos un descripción sincera y comprensible de los fundamentos musicales de las sociedades africanas.
En ese estado de cosas nos cruzamos Polo y yo en la biblioteca del CIDAF. Él, a lo Nigel Barley, en busca de su etnia, una que no hubiera sido poseida previamente por otro académico y que disfrutara de las interesantes características musicales buscadas. Mi maestro, Dionisio Segura, oficiaba en dicha exploración con el buen hacer del que se sabe maestro. Y así se topo Polo con los Gogo, por fin su pueblo, y yo con alguien que, al fin, con paciencia, me ofrecía el conocimiento que orientaba el camino. Desde 1995 Polo comenzó un impresionante trabajo que, sin lugar a dudas, le iba a exigir un gran esfuerzo tanto desde el punto de vista humano como académico. El éxito de Polo creo que fue saber pasar de poseedor a poseido, de juzgar a observar, de forzar los acontecimientos a convivir, de ser extranjero a ser familia y de intentar estructurar los datos recogidos en un sistema externo a valorarlos con una mayor relajación académica. Puede que me equivoque, pero los Gogo hicieron un buen trabajo con Polo. En los ocasionales regresos en que Polo nos visitaba en la biblioteca del Cidaf, y en sus habituales conferencias, descubrí a un músico que tenía la capacidad y la humildad, pues hacen falta las dos, para despojarse de los títulos y créditos para adaptarse a la audiencia. Haciendo gala de una gran capacidad pedagógica Polo adecuaba sus registros posibilitándole dirigirse tanto a los aficionados sin conocimientos teóricos como a un gran porcentaje de los profesores, músicos y académicos satisfaciéndoles sus ansias de conocimientos por igual.
Años más tarde, desarrollando “África en la Escuela”, un proyecto de educación al desarrollo impartido en los institutos y colegios madrileños, con apoyo de la Dirección de Cooperación al Desarrollo de la Comunidad de Madrid, propusimos a Polo participar en gran parte del plan. Le había visto apasionar a un auditorio de profesionales hablando sobre temas que en manos de otros podrían llegar a ser tediosos, y sabía, estaba seguro, que sería capaz de repetirlo con chicos y chicas de 10 a 16 años. El reto era, y sigue siendo, acercarles a África con seriedad, haciéndoles conscientes de sus responsabilidades en una sociedad global, y que mejor forma que a través de las experiencias y conocimientos de este madrileño. No nos equivocamos en la Fundación Sur. Polo ha sabido en sus actuaciones lúdico-formativas llegar hasta los estudiantes, interesarles sin perder calidad en el mensaje, hacerles comprender el papel que la música desempeña en las sociedades del África Subsahariana y su estrecha relación con las circunstancias sociales y económicas; ha realizado de forma amena, tanto para los profesores como para los alumnos, un retrato fiel de la sociedad y la música de África
La obra que os presentamos, piedra angular de los estudios de la etnomusicología africana sobre la que se deben fundamentar estudios posteriores, y no sólo africanos, abarca todo el corpus musical del pueblo Gogo, clasificándolo y situándolo en su contexto. Una labor encomiable de gran dificultad y que a buen seguro ha requerido de mucho tiempo y de grandes dosis de paciencia. El apartado dedicado a la sistemática musical, si bien puede resultar de mayor dificultad para todos aquellos que no somos músicos, nos acerca a la visión, a la descripción detallada, y para algunos críptica, según lo estructurado por las escuelas europeas, de la música africana. Hemos considerado absolutamente necesario que la obra fuera completada por algunas de las grabaciones de campo que entre los años 1995-2001 Polo fue recopilando a lo largo del país Gogo.
En la edición de esta obra han primado los intereses intrínsecos, aquellos que dieron lugar a su ejecución, frente a cualquier otro factor externo; esta es la obra tal y como Polo ha pensado legársela a ustedes; la labor de la Fundación ha consistido básicamente en hacer realidad como libro la obra pensada por su autor. Cuando decidimos la edición de esta obra aún no había sido premiada por la CRUMA. La recepción de este premio nos llena de alegría pues es un justo reconocimiento a la labor de un apasionado estudioso de la cultura africana. Queremos agradecer profundamente el apoyo decidido por parte de la Dirección General de Inmigración y Cooperación al Desarrollo del Ayuntamiento de Madrid y a todo el equipo humano que la integra, sin cuya visión de África y sincera preocupación por este continente esta obra hubiera sido posible.