¿Para cuándo la paz en el Este de la República Democrática del Congo?

17/06/2012 | Opinión

(¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía!, S. 133,1)

Carta de los Obispos de la Conferencia Episcopal Provincial de Bukavu (ASSEPB) a las Autoridades políticas de nuestro país.

Introducción.

Nosotros, Arzobispo y Obispos de la provincia eclesiástica de Bukavu, reunidos en sesión ordinaria del 28 de mayo al 2 de junio de 2012, hemos compartido durante 4 días las alegrías y las penurias, las angustias y las esperanzas de los fieles cristianos de nuestras diócesis, en particular de la población de nuestra región y de la totalidad de nuestro país en general.

Entre los objetos de nuestra preocupación, hemos destacado una convergencia de señales que auguran el espectro de una guerra con contenidos y motivaciones todavía ocultos. Mirando hacia el pasado, al principio son señales aparentemente simples que han degenerado en conflictos generalizados. Hay que poder anticipar para prevenir. Efectivamente, una vez más se están observando conflictos armados organizados en Kivu del Norte y Kivu del Sur, bajo diferentes denominaciones.

Estas hostilidades conllevan desplazamientos masivos de la población hacia el interior y el exterior del país. Estas peripecias se acompañan de una intensificación sin precedentes del bandidismo armado, que se manifiesta mediante el fenómeno de cortes de carreteras, ríos y lagos, de tal forma que se está instalando una sórdida miseria.

1.- Hechos recientes.

En efecto, algunos hechos y acontecimientos de actualidad muestran que la situación social, política y de Seguridad pública del país todavía podría desbordarse si las autoridades nacionales e internacionales no le prestan la debida atención.

? El rebrote de la violencia armada en Kivu del Norte, como consecuencia del mandato de la Corte Penal Internacional (CPI) para la detención del general Bosco Ntaganda.

? La recrudescencia concomitante aquí y allí de crímenes aborrecibles atribuidos a bandas y a individuos armados.

? Las masacres de civiles, el incendio de poblados y los desplazamientos masivos de la población.

? El resurgir del movimiento Maï-Maï por razones mal conocidas.

? El amotinamiento de los soldados en Uvira, la fuga de militares en Bukavu y la defección de tropas en Eringeti en el territorio de Beni.

? Los recientes acontecimientos de Bunyakiri que han provocado la muerte de decenas de congoleños y bajas por heridas a los cascos azules.

? El rencor que nace en la gente en varias localidades de la RDC, como consecuencia de la huida precipitada de familias enteras por orden de los poderes públicos para parcelaciones urbanas inadecuadas, o por alienación del patrimonio inmobiliario público realizado por los propios funcionarios del Estado.

? Muchos otros hechos de la misma índole hacen que la gente piense que el Estado ya no existe o que, en cualquier caso, no cumple como es debido su misión soberana de proteger a todos los ciudadanos sin discriminación, garantizándoles la seguridad, la paz y la prosperidad legítimas.

En este ambiente, algunos se improvisan en señores de la guerra. De tal forma que un resurgir tan extenso de grupos armados plantea serios problemas de gobernanza local, regional, nacional e internacional. Por lo tanto, es conveniente que nos detengamos un momento para reflexionar sobre ello.

2.- Diferentes motivos como causas lejanas de la guerra.

Una guerra devastadora se alimenta de la abundancia de violencia tal como la arriba descrita; se enraíza en problemas olvidados, con soluciones sesgadas como las de los refugiados ruandeses.

Las guerras también se nutren en la fuente del disfuncionamiento social interno que genera injusticias, iniquidades, rencores y desencadenan el círculo infernal de la venganza. Se mantienen con todo tipo de codicias, que tienen estaciones intermedias en el interior del país y tentáculos en el extranjero.

Tanto dentro como fuera, la depredación pervierte al hombre y modifica profundamente sus relaciones: del hermano que era para el prójimo, el hombre se convierte en lobo para el hombre, un buitre, un depredador. En efecto, las guerras en la RDC han sido y a menudo siguen siendo guerras de depredación interna y externa, cuyos contornos han sido ampliamente estudiados por sociólogos que han establecido macabros balances en términos de millones de congoleños sacrificados. Pero ninguna medida de reparación ha sido aplicada.

De este modo, la guerra y la violencia destruyen tantos hermanos y hermanas. Hunden en la miseria. Se inscriben en la lógica del pecado individual o colectivo que hay que sanar mediante el círculo virtuoso de la justicia, el amor, la verdad, la equidad, la fraternidad, todo ello regalo de Dios al hombre. En su misericordia, otorga esos dones espirituales sin discriminación de nación, raza, lengua, cultura o religión. Para esta sanación, no hemos parado de invocar la misericordia de Dios para nuestro pueblo y para todos los pueblos maltratados del mundo.

3.- Causas inmediatas del resurgir de las hostilidades: intereses particulares y depredación.

Cuando se examina alguno de los motivos esgrimidos para retomar la violencia, nos damos cuenta que parecen más pretextos que verdaderos motivos, que creemos que son:

? Escapar a la justicia por delitos individuales cometidos en cualquier lugar en el pasado.

? Evitar la integración en el ejército.

? Mantener el status quo favorable a la depredación.

Mientras tanto, el país sigue funcionando como una especie de reserva, una tierra de nadie, una jungla en la cual comarcas enteras son abandonadas a merced de grupos de intereses, en detrimento de la población local, que por otra parte ya demasiado ha padecido la carencia de Estado, o al menos su manifiesta debilidad.

4.- Calamitosa gestión de los refugiados ruandeses por la Comunidad Internacional.

En 1.994, tras el genocidio ruandés, Francia, bajo mandato de la ONU, nos introdujo en el país con la “Operación turquesa” a millones de refugiados, militares y milicias armadas incluidos. El HCR [alto comisionado de Naciones Unidas para los refugiados] la relevó y los alimentó durante dos años para a continuación abandonarlos en nuestros bosques, sin ninguna identificación administrativa ni en su país de origen, ni en el Congo, ni en la ONU.

Hubo un tiempo en el que incluso se llegó a decir que ya no había un solo refugiado ruandés en la RDC. Pero los hechos son tozudos, ¡los refugiados ahí están! Están ahí sin status administrativo. Desde ese punto de vista, ni son ciudadanos de sus países, ni refugiados de Naciones Unidas, ni refugiados como tales acogidos por la RDC. Ninguna administración oficial sabe cómo ponerle nombre a una cara; y se sorprenden de que sean incontrolables en su forma de actuar, que se ha vuelto aún más inhumana. Incluso los criminales delante del tribunal comienzan declinando su identidad. ¿Cuál sería hoy, 18 años tras los acontecimientos de 1994?

Por ello, hay que ir pensando en clarificar el status administrativo de ese grupo humano, y que en esta precisa materia el Estado congoleño asuma sus responsabilidades soberanas, que exija una solución en la que estén bajo control, como en todos los demás países del mundo.

En cuanto al status penal de los sospechosos de genocidio, que sea conforme al principio general del derecho, según el cual la infracción es personal e individual, ligada a una edad legal.

Sin embargo, los jóvenes que tienen entre 18 y 25 años no deberían ser afectados por los pecados de sus padres. Tal como dice Ezequiel: “Los padres comieron las uvas agrias, y son los hijos los que tienen la dentera” (Ez. 18,2). La persecución de esta gente debería tener en cuenta este dicho.

Por el contrario, si estos jóvenes cometen crímenes en territorio congoleño, como a menudo es desgraciadamente el caso, las jurisdicciones de la RDC tienen el poder y el deber de tener conocimiento de ello, conforme al código penal congoleño.

5.- Una multitud de grupos armados en el Este de la RDC.

La violencia de antiguos señores de la guerra cambia constantemente de denominación, pero los motivos y los protagonistas siguen siendo básicamente los mismos. Han hecho todo lo posible por escapar a los intentos de reestructuración del ejército nacional tras las últimas guerras de 1996 y 1998. Esos intentos de reforma se hicieron en base a compromisos políticos mal negociados.

En efecto, cuando en un país multicultural como la RDC la autoridad tolera durante demasiado tiempo que se constituyan importantes unidades militares con una composición principalmente tribal, termina acarreando que otros grupos humanos tengan, ellos también, tendencia a constituirse en una multitud de pequeños Estados. Es importante recordar que la RDC contabiliza cerca de 400 grupos lingüísticos. Así, nuestro país se ve infestado por una multitud de señores de la guerra. En 2009 la Conferencia de Goma hizo un inventario bastante extenso de estas milicias en activo. Actualmente, muchas otras siguen emergiendo….

En cualquier caso, al término de la presente crisis, será urgente poner fin a este estado de cosas para todos los grupos armados, sean de origen nacional o extranjero, sin lo cual asistiremos a la instalación de la inestabilidad.

La misión de las fuerzas del orden, de la policía o del ejército es la de proteger a toda la Nación y a todos los ciudadanos y no a un grupo en particular. Las fuerzas del orden son republicanas o no lo son. No hay ningún compromiso posible entre cruces y mezclas. Es un error del pasado que hay que corregir lo más rápidamente posible, y parece que ello estaba justamente en curso, y que los actuales grupos armados intentan interrumpirlo con sus actuaciones.

Hablando claro, un ejército republicano unificado es fundamental para la vida de una nación.

6.- Credibilidad del Estado.

Ciertamente, hay avances visibles en varios sectores de la buena gobernanza: la moneda es estable, ha comenzado a efectuarse el pago de los salarios, la policía y el ejército están siendo progresivamente equipados, algunas infraestructuras son rehabilitadas o incluso reconstruidas con nuevos fondos, la lucha contra la corrupción se pone tímidamente en marcha.

Aún así, el punto débil de esta dinámica sigue siendo la seguridad de las personas y de sus posesiones. Ante la frecuencia de crímenes, asesinatos, violaciones, robos, malfuncionamiento del aparato judicial, detenciones y encarcelamientos arbitrarios promovidos por magistrados corruptos que llenan nuestras cárceles con personas a menudo inocentes, en detrimento de las cuales no se pronuncian las sentencias, la gente está impaciente por ver al Estado retomar su misión y sus principales responsabilidades.

Eso hace que muchos congoleños duden de la credibilidad de su Estado y de su capacidad para cumplir su misión soberana en materia de protección civil. Las dudas y los fracasos son todavía demasiado numerosos para que algunas iniciativas, aún relativamente limitadas, sean convincentes: creemos que es el caso de la precipitada huida de usurpadores de edificios públicos adquiridos ilegalmente, o también el de constructores anárquicos.

De este modo, por ejemplo, los ciudadanos quedan muy sorprendidos al ver que el Estado ordenar la demolición de casas que el mismo autorizó construir a sus agentes y encargados. El fenómeno se interpreta como un uso desproporcionado de la fuerza contra el ciudadano común por una parte, y por otra parte como impunidad vis a vis de sus propios funcionarios.

Todas estas situaciones comprometen la credibilidad del Estado y empujan a la gente a tomarse la justicia por su mano, lo cual hace que los casos de linchamiento sean cada vez más frecuentes. Para hacer frente es urgente que los servicios públicos vuelvan a ser eficaces. El uso de la fuerza es potestad del monopolio del Estado, de un Estado normal. Es un lenguaje que el poder debería hablar muy claramente con los grupos armados, cualesquiera que sean y con todos los malhechores que hagan uso de la fuerza.

El Estado debe condenar severamente al autor, coautor y cómplices de cualquier infracción contra la Sociedad. Pero para conseguir mejores resultados se impone una profunda reforma de la administración: que en los textos y en las costumbres administrativas los agentes sean de ahora en adelante tenidos como responsables de sus actos en lo civil y en lo penal cuando perjudiquen al Estado o a lo privado.

Hay que trabajar igualmente para la conversión de la mentalidad de la población en la dirección de que ella también se impregne del sentido del bien común. Ya que en el fenómeno de la corrupción, el corruptor y el corrompido son dos personas en infracción.

7.- Motivos para la esperanza.

Acabamos de atravesar un periodo difícil, el de las elecciones de 2011. Muchos observadores preveían el estallido del país; hemos mantenido la unidad. Felicitamos a nuestro pueblo por ese sentido patriótico.

Un nuevo gobierno acaba de instalarse. Es objeto de un cierto consenso nacional. Pudiésemos darle oportunidades de triunfar y de hacer avanzar el país. Es deseable que a su vez, permanezca a la escucha de la población y ponga en marcha las enmiendas deseadas en la administración, las reformas del sector de la seguridad, la política exterior y el desarrollo duradero del país.

El ejército de la RDC está actualmente en el frente. Saludamos su valentía y su determinación. Esperamos que su contribución nos traiga de vuelta la paz tan esperada en el Este de la RDC.

La ONU así como países amigos manifiestan su voluntad de apoyar la reforma y la eficacia de nuestras fuerzas de seguridad, de reforzar sus capacidades y de acompañar al gobierno en el transcurso de este nuevo quinquenio. Esperamos que todas estas sinergias puestas en conjunto produzcan buenos frutos.

Conclusión.

Al término de esta rápida lectura de los actuales acontecimientos, expresamos una vez más nuestro apego a la unidad, a la integridad y a la soberanía de nuestro país, exhortamos nuestra clase política y nuestra población a perseverar en ese sentido.

Necesitamos conjugar nuestros esfuerzos para no ver nuestro país saltar en pedazos por el efecto de fuerzas centrífugas que cuentan con muchos depredadores tanto en el interior como en el exterior.

Exhortamos las autoridades congoleñas a poner todo en obra para que el 30 de junio de 2012 en el conjunto del territorio nacional, los ciudadanos celebren con dignidad y paz el 52 aniversario de la Independencia.

Saludamos los esfuerzos realizados en el sentido de la buena gobernanza, deseamos que se respete el calendario electoral. Exhortamos las autoridades políticas de nuestro país a permanecer vigilantes vis a vis de las fuerzas centrífugas, internas o externas, que se proponen balcanizar nuestro país, la RDC.

A finales de este mes de mayo, consagrado a la devoción mariana, imploramos a Nuestra Dama de la paz para que nos consiga una paz duradera en nuestro país. Con esta intención unimos nuestras oraciones a las de nuestros hermanos y hermanas que, a través del mundo, padecen los mismos males.

Que los esfuerzos emprendidos para traer de vuelta la paz produzcan frutos en abundancia, con el fin de que todavía sea más viva y más fecunda la unidad de nuestro país, la RDC, la unidad de África y la del género humano. Entonces podremos cantar juntos, con el salmista: “¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía!”, S. 133,1.

Escrito en Bukavu, el 31 de mayo de 2012 durante la fiesta de la Visitación.

Los Obispos de la Conferencia Episcopal Provincial de Bukavu:

+ François Xavier Maroy Rusengo: Arzobispo de Bukavu, administrador apostólico de Uvira, presidente de la ASEEPB.

+ Théophile Kaboy Ruboneka: Obispo de Goma.

+ Melchisédech Sikuli Paluku: Obispo de Butembu Beni, administrador apostólico de Kasongo.

+ Willy Ngumbi Ngengele: Obispo de Kindu.

Traducido del francés para Fundación Sur por Juan Carlos Figueira Iglesias.

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