Papa Francia ¿tengo que bajar otra vez?, por Rafael Muñoz Abad, del Centro de estudios africanos de la ULL.

29/01/2013 | Bitácora africana

Rebuscando me encontré un viejo directo de Pink Floyd que traducido venía a decir algo así como “Nada ha cambiado”. Francia se fue de su finca africana pero dejó sus intereses bien atados. La doctrina de la françafique viene a ser una especie de tutelaje económico, cultural y político con el que tradicionalmente El Elíseo ha monitorizado a sus ahijados africanos. Sobre todo, en el Sahel. Una diplomacia extraoficial que incluso moneda tiene: el franco CFA, que vale menos que los billetes del monopoly. Las últimas entregas [habrá más] se han vivido en la República Centroafricana y Malí; donde el presidente Bozize ha descolgado el teléfono de leopardo y le ha pedido a su exmetrópoli que les vuelva a enviar la legión extranjera para poner orden. ¿Y ya van…?. ¿Y respecto a Malí?; respecto a Malí, el tema va a ser muy serio.

La habitual puesta en escena africana consiste en facciones rebeldes que genéricamente se autoproclaman como no se qué ejercito de liberación de algo. Tropel que periódicamente se alza en armas contra el presidente electo o reelecto acusándole de pucherazo electoral o incluso de comerse a los niños. Nada ha cambiado; salvo que la aparición del integrismo supone un serio agravante de proyección zonal. Al igual que la primavera árabe es una elucubración de algunos primaveras, el supuesto desplazamiento que China, con su estrategia del bueno, bonito y barato a cambio de materias primas iba a ser respecto a la françafique, es algo muy discutible. La diferencia estriba en que París quiere a un amiguete sentado en Argel, Librebille o N´Djamena; y Pekín no se inmiscuirá en los asuntos internos o políticos. Sólo le interesa el petróleo, el hierro o el cobre. Y no vayan a creer que a Francia le mueve el noble ideal de exportar altruistamente su liberté, egalité, y fraternité a sus apadrinados. Ésta, aún ejerce un derecho consuetudinario en forma de deber y responsabilidad moral con la que la exmetrópoli se obliga para con sus excolonias. ¿Se imaginan a España y al lector del Marca [Rajoy] pacificando el Sahara occidental? Les recuerdo que aún somos la potencia administradora.
A día de hoy, el gran frente francés en Africa pasa por liderar la delicada intervención militar en Mali. Cirugía de la que nos van a decir muy poquito. Tercera derivada del chapucero derrocamiento de Gadafi, que nos guste o no, era el eje que mantenía el corazón del Sahel bajo un complejo equilibrio tribal que ya no existe; y al que [Gadafi] las petroleras francas se la tenían jurada desde hace años por sus intromisiones en Chad o Centroáfrica.

La acción militar en Mali demuestra que las inercias en la vida suelen dar respuesta a lo que está por venir. En otras palabras, no será esta la última operación francesa que veamos. A los aliados, escarmentados en Afganistán, locos por dejar Irak y sabedores de que la invasión terrestre sólo es rentable cuando hay petróleo [mucho] de por medio, les ha venido de perlas la intervención unilateral francesa en pos de erradicar el integrismo en el Sahel; que vayan los franceses que ya están acostumbrados; nosotros los respaldamos […] La operación Serval también esconde la firme decisión de proteger los fuertes intereses de la minería francesa en Africa. ¿Cuál es el valor de un mapa? Basta un vistazo a los ingentes recursos naturales del Sahel para terminar de comprenderlo todo y dejar de hacernos algunas preguntas. Más allá de hidrocarburos, la frontera entre Mali y Níger esconde importantes reservas de uranio; no requiriendo mayor explicación el riesgo que supondría dejarlas a disposición de una teocracia del Islam.

Me parece muy bien lo que hace Francia. Cuando uno da su opinión, lo menos que debe hacer es mostrase de perfil: con el terrorismo no se negocia; se actúa. Dejar el norte de Mali en manos de unos trastornados del Corán es la antesala de males mayores. Tal vez ahora, nos guste o no, se empiece a entender el peso que la estabilidad de Libia representaba para el complejo equilibrio en la franja central del Sahara.

Y como todo es factible de complicarse, Argelia, que es la bisagra y el catalizador para que la intervención francesa sea efectiva, ha dejado bien claro que hará lo que crea conveniente para sus intereses. Cuando París ya había pedido perdón por años de colonialismo, buena parte de la prensa argelina más dura, se ha desmarcado criticando la intervención francesa como una bravuconada más del viejo papa francés para con sus irresponsables e inmaduros hijastros africanos; llámenla françafique; derecho moral; neocolonialismo o que nadie se vaya a llevar el uranio de Kidal y Samil… [se me escapó]. Alabada por Francia, la decidida acción de Argel por medio de la diplomacia del kalashnikov intentando solucionar el secuestro en el profundo sur argelino, deja bien a las claras, que [Argelia] ha dado un golpe de autoridad sobre la mesa. Estoy aquí y tengo mucho que decir. Si alguno pensaba que Francia se desinflaba en Africa, la respuesta está clara: la población saluda a los soldados franceses al pasar. Aquí mando yo.

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Autor

  • Doctor en Marina Civil.

    Cuando por primera vez llegué a Ciudad del Cabo supe que era el sitio y se cerró así el círculo abierto una tarde de los setenta frente a un desgastado atlas de Reader´s Digest. El por qué está de más y todo pasó a un segundo plano. África suele elegir de la misma manera que un gato o los libros nos escogen; no entra en tus cálculos. Con un doctorado en evolución e historia de la navegación me gano la vida como profesor asociado de la Universidad de la Laguna y desde el año 2003 trabajando como controlador. Piloto de la marina mercante, con frecuencia echo de falta la mar y su soledad en sus guardias de inalcanzable horizonte azul. De trabajar para Salvamento Marítimo aprendí a respetar el coraje de los que en un cayuco, dejando atrás semanas de zarandeo en ese otro océano de arena que es el Sahel, ven por primera vez la mar en Dakar o Nuadibú rumbo a El Dorado de los papeles europeos y su incierto destino. Angola, Costa de Marfil, Ghana, Mauritania, Senegal…pero sobre todo Sudáfrica y Namibia, son las que llenan mis acuarelas africanas. En su momento en forma de estudios y trabajo y después por mero vagabundeo, la conexión emocional con África austral es demasiado no mundana para intentar osar explicarla. El africanista nace y no se hace aunque pueda intentarlo y, si bien no sé nada de África, sí que aprendí más sentado en un café de Luanda viendo la gente pasar que bajo las decenas de libros que cogen polvo en mi biblioteca… sé dónde me voy a morir pero también lo saben la brisa de El Cabo de Buena Esperanza o el silencio del Namib.

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