Estimado señor rey:
No tengo por costumbre en este blog sobre África escribir sobre temas de los que ya habla todo el mundo, pero en esta ocasión no tengo más remedio que ponerme a teclear sobre el asunto de su cacería. Lo hago impulsado por mi niño de tres años, que desde el pasado viernes no hace más que preguntarme por qué a su majestad le gusta matar elefantes, y ya sabe usted que cuando un niño de esa edad se pone a hacer preguntas no hay quien le pare. Mi niño está acostumbrado a ver a su papá ir a África con bastante frecuencia, aunque por otros motivos, por lo que él asocia los viajes a este continente con ir a “ayudar a los niños del Tondo” (perdone, pero es que tiene aún dificultad para pronunciar la “C” y la “G”), por eso le sorprende que alguien importante como usted vaya allí abajo a matar elefantes, con lo que a él le gustan, sobre todo desde que los vio de cerca en Uganda, el país de su mamá, como podrá usted apreciar en la foto.
Está claro que un niño de tres años no conoce aún el valor del dinero y no sabe que el dineral que usted se ha gastado en darse ese caprichito en Botsuana no lo tienen sus padres en la cuenta corriente de ambos ni de lejos, sobre todo desde que este bloguero se quedó en el paro y cada mes hace cábalas con su señora esposa para ver cómo manejar la economía doméstica sin tener que sacar a la hermanita de nuestro niño de la guardería. Por eso yo, además de recomendarle que escuche a un niño que me ha dicho “papá, dile al rey que no mate elefantes, que eso sta mu mal”, me permito darle algunos consejos por si le pueden servir la próxima vez que –agotado por tantos banquetes oficiales, asistencia a bodas de familias reales y otros actos de sacrificio por España- quiera pasar unos días de asueto en algún país africano por un precio más módico.
Tengo entendido que usted tiene una particular predilección por Botsuana. Como sé que a usted el paro juvenil le quita el sueño (eso recuerdo haber oído de sus regios labios hace no mucho) y querrá sin duda seguir la tendencia actual de aplicar recortes empezando por su propio bolsillo (llenado por todos los españoles), no lo dude y cambie de país. Uganda está más cerca y volar allí es más barato. La última vez que yo mismo viajé al país de las fuentes del Nilo pagué 720 euros por un billete de ida y vuelta con Egypt Air, y si lo saca usted por internet con varios meses de antelación el precio le puede incluso bajar de los 600 euros.
En cuanto a su alojamiento, permítame algún consejo útil desde la experiencia que me da el hecho de haber pasado allí 20 años. Si se organiza usted con tiempo yo mismo le puedo recomendar en Kampala alguna casa de acogida de alguna congregación misionera en la que le tratarán a cuerpo de rey (nunca mejor dicho) por unos 20 dólares al día en pensión completa, que es un precio muy apañado. Para ir a ver elefantes le recomiendo el parque nacional de las cataratas de Murchison, a unos 300 kilómetros al norte de la capital. Hay una empresa de turismo que se llama “Red Chilli” que le llevarán en una de esas furgonetas conocidas en África del Este como “matatus” por el módico precio de unos 15 dólares y durante el viaje tendrá usted la oportunidad de hacer amigos con personas de otros países que estarán encantados de invitarle a usted y su familia a pasar unos días con ellos cuando sepan con quién tienen el privilegio de viajar. Y si no tiene tiempo de visitarles, siempre podrá usted añadirlos a su lista de Facebook e intercambiar fotos de sus viajes con ellos.
Una vez en el parque, hay lodges para todos los bolsillos. Yo le recomiendo el de la misma compañía, que también se llama “Red Chilli”. La última vez que estuve por allí pagué 10 dólares por una habitación con cama, lámpara de petróleo y mosquitera. El cuarto de baño está fuera, pero tiene su encanto salir por la noche en pijama y oir el sonido de los hipopótamos que se refocilan en las cercanas aguas del Nilo, y cuando sale uno de hacer pis si se queda quieto y tiene suerte puede uno hasta vislumbrar la silueta de alguno de estos paquidermos que se pasean por el recinto del hotel con toda tranquilidad, y además en este hotel no hay molestos escalones que puedan ocasionar percances. El menú del Red Chilli no es muy variado, pero suelen tener un menú del día de tres opciones (carne, pescado o verduras, siempre acompañado con arroz y alubias negras) que hace cinco años me costó cuatro dólares, aunque a lo mejor ha subido algo recientemente. Si va usted allí no deje de preguntar por la cocinera, que se llama Lucy y es una chica muy maja a la que yo di clase en el instituto durante mis años de trabajo en Kitgum, su pueblo natal, donde este humilde súbdito suyo trabajó durante los años 90. Si le da usted recuerdos de mi parte seguro que se alegra y le tratará muy bien.
Como sé que le gustan los elefantes, le informo que los encontrará usted a mogollón saliendo de safari a eso de las 6,30 de la mañana, o si no le gusta madrugar también puede ir a eso de las 4 de la tarde. Si puede, pida que le acompañe un “ranger” que se llama Robert, que es muy simpático, tiene más de 60 años y lleva allí toda la vida. Le aseguro que se lo pasará muy bien y le hará descubrir mil curiosidades sobre la vida y costumbres de los elefantes, a los que usted podrá ver desde muy cerca y fotografiarlos desde todas las posiciones. Sólo se pueden sacer fotos ¿eh?, dispararlos no está permitido, aunque si a usted le apasiona la cinegética le aconsejo que haga lo que hice yo la última vez que pasé por allí: llévese un ejemplar de “Las Verdes Colinas de África”, del insuperable Ernest Hemingway y entreténgase por las noches sumergiéndose en sus páginas antes de irse a dormir. Le aseguro que leer a Hemingway en el porche del Red Chilli saboreando una cerveza “Nile Special” a la luz de la luna es una de las experiencias más sublimes de las que se pueden disfrutar. Leer sobre las experiencias de caza de otros es mucho más barato que ponerse a cazar uno mismo. Y también es menos arriesgado. Yo, por lo menos no conozco a nadie que se haya caído y se haya roto nada mientras leía.
Así que recupérese pronto y anímese. Como verá, es posible disfrutar de África, sus paisajes y su fauna, a un precio mucho más módico más acorde con los tiempos de crisis que vivimos. Como recuerdo haberle oído en uno de sus mensajes de Navidad hace no mucho, “todos tenemos que tirar del carro”. Pues tire, majestad, tire, pero no tire a los elefantes que ya ve usted que además de ser pero que muy caro a mi niño no le hace ninguna gracia.
Original en : En Clave de África